En la década 'D' de la guerra contra el cáncer

En el Día Mundial contra el Cáncer, el científico aragonés Jiménez-Schuhmacher reflexiona sobre el apoyo a la investigación oncológica.

A menudo me preguntan cuándo vamos a acabar con el cáncer. Siempre contesto que el cáncer no es una enfermedad, son más de 200. Al igual que entendemos que el sida, el ébola y la gripe son diferentes, a pesar de ser todas ellas enfermedades víricas, debemos entender que no es lo mismo un cáncer de mama que uno cerebral. Incluso dentro de los tumores de mama o cerebro hay de diferentes tipos. Como dice siempre mi maestro Mariano Barbacid, “al cáncer hay que ponerle nombre y apellidos”.


En el año 1971, Richard Nixon declaró la Guerra al Cáncer con el objetivo de encontrar una cura al final de la década, emulando a Kennedy cuando puso a Armstrong en la Luna al final de la década anterior. En ese periodo se aprendió mucho y se empezó a ver que el problema era más complejo de lo que se preveía. Barbacid mostraba el descubrimiento del primer oncogén en humanos en el año 1982. Hasta entonces no sabíamos cuál era la “esencia” del cáncer. Hemos avanzado mucho y se puede decir que más de la mitad de los tumores se curan. Desde que descubre algo en el laboratorio hasta que llega a la clínica pasan más de 10 años. Eso si se da la fortuna de que el descubrimiento se traduzca en algo que pueda llegar al paciente. Las medicinas de ahora son el resultado de investigaciones del siglo pasado.


En los últimos años se han producido avances muy significativos. Entendemos mejor la biología del tumor, de los tumores. Se empiezan a ensayar nuevas terapias. Tenemos mejores modelos animales donde poder estudiarlo. Se ha desarrollado la bioinformática y un montón de tecnologías que hacen que vivamos un momento apasionante en los laboratorios. Uno de los mayores avances ha sido la secuenciación del genoma humano, que ha abierto la puerta para comprender lo que pasa en cada tumor y tratarlo con la terapia adecuada. Empezamos a desenmarañar y a poner una mirada humana al naufragio genómico de los tumores.


Desde que empecé en un laboratorio a pelear contra el cáncer hace ya 12 años siento por primera vez que ya tenemos todo listo, que estamos en la década D de la guerra contra el cáncer. Siento que es el momento de subirse al tren, no podemos perderlo porque es un tren de alta velocidad y no va a esperar. Siento que la tecnología está ya preparada, que tenemos el talento necesario y que sólo es un problema de inversión. Miro ahora, ya de vuelta en España, cómo mis colegas de EE. UU. aplauden a Obama y su Precision Medicine Initiative con la que van a secuenciar un millón de genomas. Una iniciativa en la que en palabras del presidente Obama les va a permitir “liderar un área completa de la medicina creando puestos de trabajo, nuevas industrias y nuevos tratamientos contra enfermedades para salvar vidas […], no basta con celebrar la innovación hay que nutrirla”. Veo cómo seguimos sin invertir en investigación de manera seria y cómo vamos a pagarlo después en forma de royalties de las patentes de otros. Podemos invertir en misiles en la guerra contra el cáncer o esperar para pagar la reconstrucción. ¿Imaginas qué hubiera pasado si los fármacos de la hepatitis C se hubiesen descubierto en un centro de investigación español?


Tenemos el talento suficiente atrapado en el extranjero. Recuerdo como el cónsul de Nueva York nos invitó hace unos años a los jóvenes científicos de la Gran Manzana a que nos encontrásemos para organizar una cena con los grandes científicos españoles como Joan Massagué, Valentín Fuster, Luis Rojas Marcos y tantos otros para que nos iluminasen, para que pasaran la antorcha. Pensó que éramos una treintena. Nos rulamos un correo electrónico al que contestamos casi cuatrocientos. Cuatro centenares de jóvenes del área biosanitaria en Nueva York, en centros como NYU, la Rockefeller University, el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, Columbia University... y muchos amigos míos no contestaron el email. Al final las cenas tuvieron que ser seis y mucha gente se quedó sin poder ir. ¿Cuántos hay atrapados en el resto de EE. UU., Alemania, Reino Unido, Suiza…? ¿Dónde estaría nuestro país si se diese una oportunidad a un quinto de estos talentos?


España, por talento, podría liderar esta guerra, pero al menos seamos aliados ahora que empezamos a ganar batallas.


* Alberto Jiménez Schuhmacher´(Zaragoza, 1980), científico en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO)