Lorena Genzor: "Ser pastora es muy duro pero no temo a nada"

Entrevista a Lorena Genzor, zaragozana que lleva su propio rebaño de 580 ovejas en un pueblo de Soria, Pobar. "Soy una afortunada, sin apoyo económico ningún joven puede montar nada". "Aquí viven pocos y son abuelos, pero hay que escucharlos, saben mucho". "A veces prefiero estar con animales de cuatro patas que con los de dos".

Lorena Genzor , con su can de chira de tres meses Oza y su rebaño al fondo, pastoreando en el término de Pobar (Soria).
Lorena Genzor , con su can de chira de tres meses Oza y su rebaño al fondo, pastoreando en el término de Pobar (Soria).
Nuria Casas

Zaragozana nacida en el barrio del Arrabal, a sus 25 años Lorena Genzor ha cambiado el lado este del Moncayo por su vertiente soriana. Desde allí, en Pobar, un pequeño pueblo de las Tierras Altas sorianas situado a 25 kilómetros de la capital y a 140 de Zaragoza, acaba de iniciar su andadura como ganadera pastoreando 580 ovejas reproductoras. A esta joven emprendedora no le amedrentan ni la soledad ni los interminables inviernos sorianos. Lo suyo es vocacional, pero cuenta con una formación profesional y cierta experiencia.

¿Qué hace una chica como tú en una profesión como esta?

La familia de mi padre, de Pinseque, siempre ha tenido ovejas. Mi tío ha cuidado ganado desde niño, y mi padre trabajaba con él. Cuando era pequeña me gustaba ir con ellos. Luego estudié Ganadería en Movera e hice prácticas con yeguas de carne al lado de Jaca. Allí llevé también ganado de vacas y ovejas y vi que era lo mío. Así que decidí ponerme ovejas, las prefiero a las vacas y a las yeguas, que son una locura.

¿Por qué?

Porque las yeguas de carne son muy salvajes, cuidarlas supone meterte unas palizas muy duras por el monte.

¿Y las vacas?

Me dan un poco más de respeto, no me gustan.

¿Cómo es que también llevaste ovejas en el Pirineo?

Porque viví en un pueblo que se llama Ulle, a cuatro kilómetros de Jaca, y allí mi casero tenía vacas y ovejas. Cada vez que necesitaba ayuda para subirlas al puerto o para bajarlas si estaban pariendo, me llamaba para que le ayudara y yo encantada. Me enseñó mucho. Con el señor de las yeguas también he aprendido muchísimo. En verano trabajaba en el campin del valle de Zuriza y el marido de una de las jefas llevaba también ovejas, así que si tenía fiesta me iba con él y me explicaba cómo se cuidan. Ahí trabajaba en verano hasta que empezaba otra vez el curso. En Jaca estuve cuatro años: hice Forestal de grado medio y de grado superior.

¿Y por qué hiciste también Forestal?

Porque mi madre me dijo que estudiara también algo de monte, que me gusta mucho. Cortar árboles me encanta, he hecho muchos cursos con la motosierra y he ayudado a gente, pero ese sí que es trabajo duro porque acabas reventada. De haber seguido en ese oficio pronto estaría en silla de ruedas.

¿Dónde cuidaba ovejas tu familia paterna?

Mi tío tuvo ovejas en Nuez de Ebro y luego, como el entorno de Zaragoza es un secarral, se fue a Renales, en Guadalajara. Aquel pueblo era parecido a Pobar porque tampoco vivía prácticamente nadie y tenía una extensión muy grande de pastos para las ovejas. Lo bueno es tener un ganado extensivo, que esté suelto. Se crían mucho mejor, dan mejor carne y se gasta menos pienso.

¿Qué te hizo acabar en un rincón de la soriana sierra del Alba?

Estuve buscando por la zona del Pirineo oscense, donde hay muchas naves que están sin usar, pero se ubican al lado de un río o un barranco y, según la normativa, no se puede poner ahí ganado. Recorrimos desde el valle de Zuriza hasta el valle de Tena todo, kilómetros y kilómetros, pero fue imposible. Además, como hay mucho más ganado que por Soria y viven del turismo, nos pedían barbaridad de dinero. O te toca el gordo o es imposible montar ahí nada. Tenías que tirar la nave, correrla unos metros y construirla nueva. Mi tío Daniel sabía que por Soria había poco ganado y, como está más despoblado, las hectáreas estaban más baratas. Así que vinimos por Calatayud, preguntamos en Suellacabras y nos mandaron a Valdelagua del Cerro. Al pasar por Pobar vimos que las naves estaban paradas y preguntamos. Dejamos recado al alcalde, nos llamó y aquí estamos.

¿Temes el frío invierno soriano, las fuertes heladas?

No, sé que hace mucho más frío que en el Pirineo, porque allí difícilmente baja el termómetro a los 15 grados bajo cero. Ya vi que esto era una pista de hielo cuando vinimos en marzo. No lo temo, en invierno me he ido sola al monte a una caseta vacía sin fogaril porque me gusta mucho la soledad. El frío, si te tapas, lo pasas bien. El calor es lo peor. Me da más miedo la carretera, por el hielo.

Dices que te gusta mucho la soledad. ¿Cómo te entretienes en el campo?

Hablo conmigo misma, observo las ovejas y así también se aprende, si alguna va más rezagada sabes que algo le pasa. Con las yeguas aprendí así: no sabía qué le pasaba hasta que me fijaba y veía que le salía un bolo en la tripa porque estaba harta. No obstante, ahora al estar en Pobar de nuevas me llama muchísima gente. Pero ni libros ni nada... bueno, me llevo la radio, aunque aquí se cogen pocas emisoras y mal. Escucho las noticias, no me pongo música.

¿Y tienes cobertura en el móvil?

He tenido que cambiar de compañía porque con la que tenía no había cobertura, pero ahora sí estoy comunicada.

Llama la atención que cuando la juventud está enganchada a las redes sociales y a internet, tú te mantengas al margen de todo ello.

Estoy en Facebook, pero si no me meto no me pasa nada. El día que puedo entrar tengo una pila de cosas por ver y hace más ilusión.

¿Echas de menos salir de fiesta?

No, no me da nada, solo gasto dinero con la fiesta. Además las ovejas tienen un horario y si un día las saco a una hora y otro a otra, no me van a ser rentables.

Imagino que te encanta la naturaleza.

Sí, mucho. Yo no quería irme del Pirineo porque con mi padre hemos pasado casi todos los fines de semana por allí, de niñas nos llevaba a mi hermana y a mí a andar, o me iba sola al monte.

¿Y tus padres cómo llevan que hayas elegido esta profesión?

Por desgracia mi padre murió de cáncer, pero tengo claro que si viviera esto lo habría montado hace tiempo, porque le gustaba mucho. Y mi madre lo lleva un poco mal: por un lado entiende que si es lo que me gusta, adelante, pero sabe que es una vida dura.

Pero también verá que puedes ser feliz, ¿tú crees que lo serás?

Claro que sí, no me aburro con las ovejas. Y los perros me hacen mucha compañía. A veces prefiero estar con animales de cuatro patas que con animales de dos. Aunque tengo un montón de amigos.

Tu madre pensará que este es un trabajo esclavo, de lunes a domingo y fiestas de guardar.

Sí, y ve que tengo que hacerme todos los días en casa la comida, lavar la ropa, aparte del trabajo que implica cuidar las ovejas. Sabe que es muy duro, no porque yo sea mujer, porque cree que esto lo puede llevar tanto una mujer como un hombre y sabe que soy trabajadora y que por mi cabezonería voy a salir adelante. Pero le da pena que no pueda ir a fiestas del Pilar o que no pueda visitar a mi abuela a La Coruña... Pero siempre hay gente a quien puedes llamar para que durante cuatro días se queden con las ovejas. Ahora se ofrecen muchos pastores.

¿Y eso por qué? ¿Por la crisis?

Tal vez porque ven que la industria va para abajo y esto está en auge. Pero es muy duro y habrá gente que se haya ido al campo sin saber lo que es y a lo mejor dura cuatro días. Aunque en mi caso no temo a nada.

¿Ni al lobo?

Si viniera el lobo se comería antes a la ovejas que a mí (risas). Si luego me pagan las ovejas que me maten la cosa va bien. El problema es que en Aragüés del Puerto se han despeñado 61 vacas y no se sabe si ha sido por el oso o porqué. Si el perito no resuelve el motivo, no cobran ni un duro, y eso supone muchas pérdidas, aunque a los políticos les da lo mismo. Si estuviera todo bien controlado con buenos guardas podríamos convivir lobo, oso, ganado y ganaderos.

Lo tuyo es vocación.

Sí, sí, me gusta. Y también me gusta esta zona por la tranquilidad, no es como Jaca que se llena de gente los fines de semana. Quienes viven aquí son cuatro, pero son abuelos a quienes hay que escuchar porque saben mucho y es de quien más puedo aprender.

¿Ha habido más compañeros de tu promoción que se dediquen al pastoreo?

Sí, un chaval de Madrid ha puesto ovejas con otros dos en la sierra madrileña y llevan casi 2.000 cabezas. Y de los otros, algunos han montado una empresa de jardinería, otros ya trabajaban en retenes o han hecho cursillos de monitor de tiempo libre.

Veo que pocos compañeros han tenido tu valentía.

Yo reconozco que soy afortunada porque una persona joven, si no tiene un respaldo económico importante, no puede montarse nada. Porque empezar de cero es muy difícil. Hay quien dice que los ganaderos tienen muchas subvenciones, pero primero hay que adelantar el dinero y después te dan la ayuda, y no la percibes al momento. ¡A ver cuándo me la dan a mí!

Un sendero de tomillo con espíritu numantino

Aunque sus ojos irradian alegría y tesón, la vida de Lorena Genzor no ha sido fácil. Una leucemia le robó a su padre cuando ella era adolescente. Su madre, Dolores Pereiro, empezó entonces a trabajar para sacar adelante a sus dos hijas, hasta que el año pasado sobrevivió a un infarto que le dejó con una pequeña pensión por incapacidad. Ahora 140 kilómetros separan a madre e hija, decidida a labrarse un futuro por un sendero lleno de espinas que desprende aroma a tomillo. El 6 de julio, Lorena cumplió 25 años y lo celebró en el campo, como cada día desde que hace un mes empezó a cuidar su rebaño. Poco después recibió su segundo lote de ganado: las ovejas negras de la raza roya bilbilitana que le faltaban para unirse a las de la raza castellana. Una de las ilusiones que lleva en el zurrón es lograr que, en diez años, todas sus cabezas sean de esta raza, las últimas ovejas negras de la Celtiberia, por su fortaleza para subsistir en los entornos más duros.

En su travesía no está sola. Se siente una privilegiada porque el respaldo económico de su tío Daniel, el hermano mayor de su padre, le ha permitido arrendar las dos naves y los pastos de Pobar por cinco años y comprar las 580 ovejas -cada cabeza cuesta unos 80 euros, aunque hay intermediarios que les han llegado a pedir hasta 120 euros-. Su tío también le asesora en el pastoreo. Le ayudan la Mora, una perra que le ha dejado el ganadero de Ulle al que cuidó las yeguas; y Oza, como el valle, un can de chira (perro que gira), pastor altoaragonés de tres meses que recogió en Alcorisa, regalo de su madre. Pronto irá a Echo a por un mastín al que llamará Cheso.

A la espera de recibir la subvención para poder devolver el dinero, su día a día transcurre entre Pobar y Magaña, a nueve kilómetros, donde vive con su tío por ahora. Se levanta a las 6.30, va a las naves a soltar las ovejas y, en este tiempo, con el calor, las guarda a mediodía para volverlas a sacar hacia las 18.30. En ese rato vuelve a casa, prepara la comida, come y echa una pequeña siesta. Suelta de nuevo el ganado hasta cerca de las diez de la noche. "Llego a casa hacia las once, me ducho con agua fría -no tengo agua caliente por ahora-, cenamos, lavo la ropa y a dormir, porque ni siquiera tengo tele".

Lorena tiene claro que quiere seguir dedicándose a la ganadería. "Hasta que me muera", sentencia. Y su afirmación trae al recuerdo el mito de la cercana Numancia, todo un símbolo de la resistencia ante la adversidad.

(Reportaje publicado en la edición impresa de Heraldo de Aragón el 5 de agosto de 2012)

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