Día de crisis en Donostia

Proyectan 'Félix y Meira' y 'Aire libre', mientras la francesa 'Edén' arrebata a los modernos.

A la espera de que este miércoles llegue la tormenta 'Lasa y Zabala', San Sebastián vivió este martes un día de calma chicha con nada menos que tres películas en su sección oficial. A los modernos les arrebató 'Edén', de la joven directora francesa Mia Hansen-Love (33 años), una crónica generacional enmarcada en la escena de la música electrónica parisina en los 90. La argentina 'Aire libre' y la canadiense 'Félix y Meira' pasaron desapercibidas. Ambas coinciden en mostrar una crisis de pareja como detonante de la trama.


Leonardo Sbaraglia y Celeste Cid son en 'Aire libre' un matrimonio con un niño que deposita el futuro de su unión en un chalé con jardín y piscina. Mientras se reforma, cada uno regresa al hogar de sus padres interrumpiendo su convivencia y reencontrándose con sus miedos y deseos. "Es una película que se pregunta si el hogar es aquello que nos trasforma en una familia", definió la directora Anahí Berneri. "Cuando la crisis no se pone en palabras es cuando se presenta la violencia en la pareja".


Con su ritmo letárgico y unos personajes odiosos, 'Aire libre' tuvo el honor de ser la primera película de esta edición en recibir una pitada en el pase de prensa. 'Félix y Meira' no llegó a tanto, pero tampoco generó la más mínima emoción.


Su protagonista es la esposa de un judío jasídico de Montreal, obligada a llevar la vida austera y recogida que practican estos religiosos ortodoxos. Escuchar un disco, ponerse unos vaqueros o dibujar en una libreta son actos de liberación. Su cómplice en ese despertar a la vida será un gentil, por el que pone en peligro no solo su matrimonio, sino su adscripción a la comunidad judía.


"La película no tiene un mensaje, más allá de que cada uno debe seguir su camino en esta vida", aleccionó el director, Maxime Giroux. Hablada en yiddish, francés e inglés, 'Félix y Meira' tiene el valor de mostrar la vida de los judíos jasídicos en Montreal y Brooklyn, sin cargar las tintas en el personaje del marido despechado, que acaba siendo una víctima más.


La historia avanza morosa y naufraga cuando quiere ponerse lírica, aunque recurra -estamos en Canadá- a una preciosa canción de Leonard Cohen.       'Edén', para culturetas       

En 'Edén' suena en cambio una música muy distinta: los ritmos electrónicos que llenaron pistas de baile en los 90. Era difícil dormirse a las nueve de la mañana mientras en la pantalla atronaba Daft Punk y Mia Hansen-Love nos contaba la aventura vital de un chaval parisino empeñado en ser DJ.


A diferencia de Michael Winterbottom en '24 Hour party People' o Paul Thomas Anderson en 'Boogie Nights', a la directora no le interesa recrear tanto una época, un estilo musical o un mundo, como un estado anímico.


'Edén', que toma su título de un fanzine musical, acompaña a lo largo de los 90 a este pinchadiscos aquejado de inmadurez y alérgico al compromiso, que no sabe ver a la chica que le conviene, siempre está sin un euro y nunca dice no a una raya de cocaína. Suenan temas señeros que permanecen grabados en la memoria sentimental de toda una generación que desbarró en 'raves', pero se echa de menos más pasión a la hora de mostrar ese desfase.


Tras dos horas y cuarto de idas y venidas por garitos de París, un salto a Nueva York y visitas a casa de mamá a por pasta, uno acaba un poco harto de este piterpán con cascos y de sus amiguitos, encarnados por un grupo de actores sin carisma. Chica lista, la autora de 'Un amor de juventud' trufa la cinta de citas culturetas -desde una disquisición sobre 'Showgirls' a poemas de Robert Creely- para ganarse el favor de la parroquia más alternativa.