El bimilenario de Augusto

Hoy hace 2.000 años moría el primer emperador romano. Marcó la historia de estas tierras.

Escultura de César Augusto
El bimilenario de Augusto
Asier Alcorta

Hoy hace exactamente 2.000 años que murió César Augusto, el primer emperador romano, que gobernó durante más de cuatro décadas, y cuya figura está siendo recordada en Aragón desde abril con exposiciones y otras actividades en cinco localidades que formaron parte de su imperio (Zaragoza, Huesca, Calatayud, Tarazona y Velilla de Ebro), donde su huella sigue estando presente.


La efeméride de su fallecimiento (el 19 de agosto del 14 después de Cristo, en Nola, Italia) no se conmemorará de forma especial, ya que no se han programado actos para hoy. Solo una representación teatral en Tarazona (20.00, ermita de San Juan), con la ninfa Silbis como protagonista, está inscrita dentro del ‘Año de Augusto’. 


Este emperador es un personaje clave que «ha marcado la historia de Occidente», en palabras de Guillermo Fatás, catedrático de Historia Antigua. Y, no obstante, «sigue siendo un gran desconocido». Él fue el responsable de «reorganizar Hispania, que, por primera vez, quedó totalmente pacificada».


De hecho, durante su mandato, se inició una era de paz relativa conocida como la ‘Paz romana’ o ‘Pax Augusta’. Fundó alrededor de 70 ciudades en el mundo «y solo a una la llamó por su nombre completo: Caesaraugusta (Zaragoza)».


No existe documentación que confirme el porqué de esta decisión aunque el historiador Guillermo Fatás maneja como hipótesis razonable el hecho de que la creara «con ocasión de su 50 cumpleaños», ya que no existen hallazgos arqueológicos anteriores a la fecha en la que cumplió esa edad. Y, además, «le adjudicó un área metropolitana gigantesca, que llegaba hasta las actuales Pamplona, Lérida y Alcalá de Henares». 


Los investigadores creen que en Tarazona, entonces Turiaso, salvó su vida gracias a sus aguas. Corría el 26 antes de Cristo y «todavía le quedaban 40 años de vida por delante», y una importante misión por cumplir. Es solo una de las historias que lo vinculan con Aragón. Tanto en esa población como en Calatayud (Bílbilis), Zaragoza y Huesca (Osca) se acuñó moneda en tiempos de Augusto y con referencias a él. 

Una vida desdichada


En el terreno personal no gozó de tantos triunfos como en el público. Su biografía «está llena de desdichas y desgracias», cuenta Fatás. Las personas a las que más quería, y en las que había puesto sus esperanzas de sucesión, murieron antes de lo esperado. Se casó tres veces, la última con el «gran amor de su vida, Livia, que estaba embarazada de otro hombre», y que, además, ya tenía descendencia. Fue el primer hijo de ella, Tiberio Claudio Nerón, al que amparó legalmente, el que le sucedió en el trono. 


Augusto, nacido con el nombre de Cayo Octavio Turino, fue adoptado por su tío abuelo Julio César en su testamento en el año 44 antes de Cristo, cuando tenía 19 años, y fue su heredero tras su asesinato. Pasó a llamarse Cayo Julio César Octaviano hasta que, el 27 antes de Cristo, el Senado, en una sesión solemne, proclamó ante Roma y ante el mundo que «era alguien especial, que tenía un don y le concedió el título de Augustus». Fue el primero que se llamó así.


Murió cuando le faltaba un mes para cumplir los 76, «una edad muy avanzada para la época, y lo hizo gobernando», destaca Guillermo Fatás.


En su lecho de muerte, según recogió posteriormente el historiador romano Suetonio, «preguntó repetidas veces si su estado producía algún alboroto en el exterior. Pidió un espejo y se hizo arreglar el cabello para disimular el enflaquecimiento de su rostro.


Cuando entraron sus amigos, les dijo: “¿Os parece que he representado bien esta farsa de la vida?”. Y añadió en griego la sentencia con que terminan las comedias: “Si os ha gustado, batid palmas y aplaudid al autor.”


Mandó después retirarse a todos; inquirió todavía a algunos que llegaban de Roma acerca de la enfermedad de la hija de Druso y expiró de súbito entre los brazos de Livia, diciéndole: “Livia, vive y recuerda nuestra misión; adiós”», explica Fatás. Este hecho pone de manifiesto que «era un hombre que tenía mucho cuidado con la apariencia y el respeto a las formas». 


La memoria del Augusto adulto «presenta a un personaje muy responsable y con bastante sentido del humor. Contaba chistes y escribía, aunque no han llegado más que unos versos. Era un hombre cultivado, que se formó en Grecia». El catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza señala que «era afectuoso con la gente que quería. No era una persona fría.


Se moría por sus nietos y su mujer; en cambio, a su hija Julia (hija de su segunda esposa, Escribonia), que debía de ser muy guapa e inteligente, no la podía ni ver y acabó desterrada y muerta». Tanto es así, que en su testamento prohibió que a las dos Julias -su hija y su nieta- las sepultasen con él en su misma tumba, recoge Suetonio. «No tenía fortaleza física, pero supo rodearse de buenos generales» y de «destacados talentos» de la época.


«Se discute sobre el verdadero carácter de César Augusto», opina Guillermo Fatás, aunque todos coinciden en que su figura, su trayectoria histórica y su legado se resumen en unas palabras que siempre acompañan a este personaje: «Prestigio, respeto, fama y devoción».