Aventuras de verano / 14

“La ciudad de mi vida, para bien y para mal, es Zaragoza”

Javier Delgado Echeverría (Zaragoza, 1953) es escritor, investigador de arte y un apasionado de los árboles y las plantas. Ha publicado poesía, narrativa y biografía, entre otros géneros.

El escritor Javier Delgado Echeverría.
?La ciudad de mi vida, para bien y para mal, es Zaragoza?

 -¿Cómo le defino: bibliotecario, botánico, poeta...? ¿Qué hace en verano?

Botánico no soy. Bibliotecario lo fui. Poeta intento serlo. Puedes definirme como alguien que no busca ya identidad ninguna: es una carga inútil. En verano este señor procura llenarse de luz, de agua, de aromas de la tierra, de tiempo ilimitado.


- ¿Dónde suele veranear?

Soy de retirarme al campo. Retiro espiritual e intensidad familiar. Mi infancia fue de veraneos en Ágreda, a los pies del Moncayo, cuando aún los pueblos eran pueblos: población activa, animales, aperos, trigales en siega, corrales, huertos. Sonidos, imágenes, sabores, olores, tactos. Paraíso doblemente perdido.


- ¿Qué hace diferente al resto del año?

No hago nada diferente, pero sí en distinta proporción: más insectos, animales y plantas, más mirar nubes, estrellas... y menos lectura, reuniones, compromisos. Lo diferente es nadar: las piscinas de pueblo son un regalo. He vivido siempre “de veraneo” los tres meses de verano, aunque sólo uno fuera de vacaciones laborales.


- Está haciendo un proyecto muy bonito vinculado a la flora. ¿Podría explicárnoslo?

Estudio la representación de vegetales y animales en las obras de arte (y su simbología o sentido en ellas) que hay en el Museo de Zaragoza, en el Museo Diocesano de Zaragoza y en el Patio de la Infanta (IberCaja). He retomado esa pasión (que se me despertó hace veinticinco años en el claustro de Veruela). Ahora lo hago con una finalidad más directamente didáctica. Estoy muy agradecido a los responsables de esas tres instituciones, que aceptaron con entusiasmo mi propuesta. Aparte de lo que me estimula su belleza, las plantas y las flores me dicen: “Mira cómo conseguimos sobrevivir incluso en las condiciones más adversas.” Eso me incita a estudiar su biología, su funcionamiento, así como el de los insectos, las aves y, en general, el de todos los animales. Se aprende mucho, de paso, sobre la especie humana, aunque eso no dé precisamente motivos de optimismo. Por otra parte, la historia cultural de las plantas, todo el simbolismo que nuestras tradiciones greco-latina y judeo-cristiana les ha otorgado, me fascina: es la construcción de un imaginario muy sintomático.


- ¿Cuáles son el viaje y la ciudad de su vida?

La ciudad de mi vida, para bien y para mal, es Zaragoza. Cuando estuve en Venecia pensé que por qué no habría nacido allí. Me lo he preguntado al visitar otras ciudades. Por diversas razones, mi viaje ya es cada vez más un viaje interior.


- El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. ¿Cómo ha sido esa época?

El verano era la época del súbito despertar de todos los sentidos, reprimidos (perversa e inútilmente) por los curas del colegio durante el resto del año. Esos cinco sentidos que nos comunican con la realidad material y gracias a los cuales experimentamos cierta felicidad constatable, conocemos nuestros límites, nos reencontramos naturalmente con los demás y con nosotros mismos. El verano era (y es) época de búsquedas sensoriales de todo tipo. También era la época en la que uno podía experimentar sensaciones especiales con las chicas. 


- ¿Tiene Javier Delgado una o varias canciones del verano? ¿Y un concierto?

Una canción: “Tus ojos me recuerdan / las noches de verano…” de Paco Ibáñez, sobre poema de Antonio Machado. En esa canción me evoca mi vivencia del verano y del amor adolescente. Un concierto: la 'Cuarta sinfonía' de Brahms. Siempre tuve melancolías y desesperanzas y un verano, a los 13 años, descubrí que escuchando esa música mi ánimo se identificaba con ella y poco a poco iba resucitando, resucitando…


- Le apasiona el ajedrez. ¿En qué radica es su encanto?

Me apasionan aún más los “ajedreces” orientales: el Xianqi y el Go chinos, el Shogi japonés. No soy buen jugador, que conste. Esos juegos tienen detrás una capacidad increíble de proporcionar una visión de conjunto de cualquier situación concreta y de hacerte reparar en las consecuencias de cada una de tus acciones. Esos tableros son un verdadero gimnasio mental y un espejo que refleja tu personalidad.


- ¿Cuál sería el menú de un día perfecto?

Entrantes: amor con amor. Primer plato: ensalada de paseo, lectura y estudio. Segundo plato: revuelto de escritura, música y sexo y sexo. Postre: risa. Todo regado con mucho humor y complicidad. 


- ¿Cómo recuerda la primera vez?

Mi primera vez de todo, durante toda mi vida, en cualquier aspecto, ha sido casi siempre un desastre, una equivocación, un fracaso. Sobre todo cuando he creído que salía especialmente bien.


- ¿Cuál ha sido el gran personaje, real o imaginario, de tus veranos?

El gran personaje real ha sido la Naturaleza. El gran personaje imaginario han sido las chicas.


- La política ha sido una de sus pasiones. ¿Cómo la vive ahora? ¿Es la política para el verano?

En verano, precisamente, los gobiernos perpetran, a traición, sus peores designios, cuando más “cautiva y desarmada” está la ciudadanía. La política sigue siendo una gran pasión. Antes la vivía con razonable entusiasmo y ahora con razonable desesperación.


- Si tuviera que escribir un microcuento del verano, ¿qué pondría?

Cuando llegó aquel verano, todos los niños le rogamos: “¡Quédate siempre, no te vayas, por favor!”. Y aquel verano, que sigue siendo este verano, se quedó.


- ¿Cuál es la mejor anécdota veraniega vinculada a su profesión?

Las bibliotecas, en verano, tenían dos ámbitos: uno abierto y caliente (la sala, los despachos) y otro restringido y fresco (el depósito). Allí estaba cuando vino a preguntarme algo una joven “de idioma blanco”. Aprendimos lo que no está en los libros. Nos quedamos dormidos . Despertamos en la oscuridad, rodeados de estanterías , como en un bosque encantado.