Un talento en los márgenes

A Javier Tomeo, tras haber cumplido los ochenta años, le fallaron las piernas –andaba en los últimos años con dificultad–, los pulmones –tras haber sido fumador durante buena parte de su vida, además de ser asmático–, y, prácticamente, el resto de su organismo, pero no perdió la lucidez y siguió siendo Javier Tomeo en todo momento: uno de los escritores más originales, brillantes e inclasificables del último medio siglo de nuestra literatura. En el hospital, cuando fuimos a visitarle a Barcelona algunos de sus amigos, se despidió de nosotros, sabedor de que era su final. Tuvo entonces en su recuerdo al escritor Félix Romeo, muerto ahora hace algo más de año y medio, consciente de lo importante que había sido en nuestras vidas.


'El castillo de la carta cifrada', 'El cazador de leones', o 'Diálogo en re mayor' son obras, entre otras suyas, de un autor poderoso, firme en un espacio literario propio que, en cierto modo, nunca dejó de ser lateral. Tras dejar su trabajo en la Olivetti para dedicarse de pleno a la literatura, las cosas le fueron llegando un poco accidentalmente: a partir de 1988 las adaptaciones de sus obras para el teatro le harán recorrer toda Europa y ser traducido, de igual modo que un encargo cinematográfico desembocará en una novela que él consideraba menor, pero que no lo es: 'El crimen del cine oriente'.


Sus amigos echaremos de menos sus llamadas a deshoras.