Luis Fernández-Galiano: "La belleza es una manifestación más de la funcionalidad"

Luis Fernández-Galiano (Calatayud, 1950) es divulgador de la arquitectura (dirige dos revistas) y catedrático de la Escuela Técnica Superior de Madrid.

Luis Fernández-Galiano, hace unos días, en Zaragoza.
Luis Fernández-Galiano, hace unos días, en Zaragoza.
Aránzazu Navarro

¿Qué es lo que prima hoy a la hora de construir un edificio?

Ahora mismo hay una actitud de sobriedad. Los grandes iconos pertenecen a otra época, de euforia y despilfarro. Hoy buscamos arquitecturas secas, lacónicas, que ofrezcan seguridad y funcionalidad con un lenguaje austero.

Es un gran cambio respecto a lo que se hacía antes de la crisis.

Sí. En la última década del siglo pasado y la primera de este, la arquitectura era más expresionista y huía de la línea recta, de la racionalidad. Los arquitectos lo llamaron deconstrucción, porque se buscaban arquitecturas inestables, que parecía que estaban a punto de romperse. Si vivimos en un tiempo inestable, ¿por qué no hacer arquitectura que transmita esa sensación? El Guggenheim, por ejemplo, esa tormenta de titanio en medio de la ría de Bilbao, transmite justamente eso.

¿Cómo influye el levantamiento de un icono así en la fisionomía de una ciudad?

En el caso de Bilbao, muchísimo. El ‘New York Times’ solo la nombraba cuando había atentados; es decir, la imagen de la ciudad era la violencia. A partir del Guggenheim, pasó a ser la de una ciudad de servicios que se atreve a hacer un edificio insólito, novedoso.

¿Hasta qué punto es compatible lo bello con lo funcional?

Yo creo que la belleza es una manifestación más de la funcionalidad. Los edificios tienen que ser bellos para atraer, para gustar… Un museo, para ser verdaderamente funcional, tiene que tener unas formas que atraigan, que susciten curiosidad.

Lo óptimo sería una arquitectura barata, eficiente y bella. Hacer más por menos.

Sin duda. Eso sería perfecto. Hay que decir que el Guggenheim es muy funcional y resultó barato para lo que han sido otros edificios de Frank Gehry. Ya desde Vitruvio, hace 2.000 años, los arquitectos decimos que la arquitectura tiene que tener eso de ‘firmitas’, ‘utilitas’ y ‘venustas’. ‘Firmitas’, porque tiene que ser sólida y duradera; ‘utilitas’, por la utilidad y la funcionalidad; y ‘venustas’, que sea bella y seductora.

Y energéticamente eficiente.

Exacto. La influencia de la energía es total, absoluta. Hoy no se puede hacer una arquitectura que no sea sostenible. Se intenta incluso que los edificios sean capaces de funcionar únicamente con el calor humano, que no requieran de energía de la red. Esto ya es posible y hay muchos que no usan energías fósiles.

¿Considera que el terrorismo ha cambiado la forma de construir?

La seguridad es ya un tema crítico, fundamental en la arquitectura. Y eso se nota cuando ves cómo se colocan macetas, jardineras y bancos en las ciudades o en el acceso a las plantas bajas de los edificios, que ahora es mucho más complicado. Vivimos en una sociedad del riesgo y la arquitectura lo está manifestando.

¿Por qué critica la expansión horizontal de las ciudades, la llamada "mancha de aceite"?

Antes, las ciudades crecían al servicio del automóvil y con grandes infraestructuras de transporte. Eso necesita un consumo absurdo de energía, de tiempo, de recursos, de agua. La única ciudad sostenible es la ciudad compacta, densa, parecida a la que hicimos con los ensanches. A veces pienso que la ciudad del futuro es la del siglo XIX, porque todavía no hemos conseguido mejorarla.

¿Qué papel jugará el casco histórico en esas urbes del futuro?

Normalmente, se están convirtiendo en parques temáticos. A mí no me parece mal que esos núcleos se protejan y se conviertan en lugares para el turista. Es casi inevitable. El casco puede ser el corazón cultural de la ciudad, pero difícilmente el económico o el residencial, porque es complicado de adaptar a la circulación de personas y vehículos.

¿Cómo cambiarán los edificios factores como la domótica o el internet de las cosas?

Nuestro cuerpo no es virtual y tiene unas necesidades y unas dimensiones físicas, aunque aquello que está alterando nuestra vida cotidiana cambiará también la arquitectura. Sí que hay transformaciones técnicas que modificarán, pero no por entero, la forma en que se piensa y se construye.

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