Javier Fajarnés: "La palabra es un acueducto que desemboca en la imagen"

El poeta zaragozano, de 20 años, publica su segundo libro, ‘La ciudad y el cuchillo’, repleto de visiones insólitas.

No parece lo más normal del mundo que un joven de 19 años, ahora ya 20, cumplidos cuando se despedía el año, como Javier Fajarnés Durán (Zaragoza, 1997) tenga ya dos poemarios publicados: ‘Alud’ (Pregunta, 2016) y ‘La ciudad y el cuchillo’ (Pregunta, 2017), y que este haya sido seleccionado como uno de los mejores -tras ‘Nueva York sin querer’ (La bella Varsovia) de Almudena Vidorreta y ‘Vida doméstica’ (PUZ) de Carmen Ruiz Fleta- que se han publicado en Aragón este mismo año, según una docena de críticos, profesores y poetas vinculados al suplemento ‘Artes & Letras’ de HERALDO.

El año 2017 ha sido especialmente intenso para Javier Fajarnés Durán: hace entrevistas, con carácter quincenal, en el programa ‘La torre de Babel’ de Ana Segura, en Aragón Radio, y ha coprotagonizado, con Juan Antonio Díaz, un medio metraje de 42 minutos, ‘Doble mente’, de su editor y realizador David Francisco.

La lectura como origen de todo

"Siempre he sido muy lector. Desde muy joven. Mi madre es logopeda y me ha marcado mucho. Aunque parezca raro, desde los catorce años, he sido lector esencialmente de novela y ensayo, sobre todo filosofía y sociología. En la ficción me interesaba mucho una novela como ‘Un hombre que duerme’ de Georges Perec, pero también otros autores como Ray Bradbury, Primo Levi, sus testimonios del Holocausto, y José Saramago, en particular el ‘Ensayo de la ceguera’".

Poco a poco, y en breve espacio de tiempo, se iría inclinando hacia el relato y la lectura de guiones. Pasó por la Escuela de Escritores. Y allí descubrió el periodismo narrativo de Truman Capote, en particular el de ‘Música para camaleones’, que fue como una revelación, y también le interesó el Tom Wolfe de ‘La hoguera de las vanidades’. Quizá todo ello haya derivado hacia su vocación: Javier Fajarnés estudia Comunicación Audiovisual en la Universidad de San Jorge.

Algo más tarde, descubrió la poesía. Y el núcleo de ese impacto fueron ‘Las flores del mal’ de Charles Baudelaire. "Me atrapó el mundo del poeta francés: la atmósfera decadente, la fuerza de sus imágenes y de sus situaciones. En menor medida, también me interesó Arthur Rimbaud, pero no me llega como Baudelaire o como otros poetas que me han marcado y que me marcan", indica. Habla de Ráiner María Rilke, que escribía en alemán y en francés al final de su vida, y de Juan Eduardo Cirlot, que hizo el servicio militar en Zaragoza entre 1941 y 1943, como otras influencias.

Maestros: Rilke, Cirlot, Valente

"Rilke es esencial para mí. Me interesaron mucho sus libros más conocidos: ‘Elegías de Duino’ y los ‘Sonetos a Orfeo’, pero más, mucho más, sus ‘Elegías’". Una buena prueba es que ‘El puñal y el cuchillo’ comienza con un ‘Ráiner réquiem’, que no deja lugar a dudas: "Pero siempre y sé que siempre / me hallarán los brazos de la muerte", dice.

Javier Fajarnés, con poco más de 17 años y algunos guiones para cortometrajes en el bolsillo -"básicamente sobre temas sencillos de la vida cotidiana, inspirado en los cuentos de Antón Chéjov y en los cuentos del realismo suicidio, minimalistas, de Raymond Carver", revela-, dio el paso hacia la poesía. Antes de redactar ‘Alud’, su primer poemario, también se aficionó al esencialismo lírico de José Valente -cita ‘El fulgor’, ‘A modo de esperanza’, etc.-, y el libro le salió casi torrencialmente como un alud de emociones y de imágenes, que se basa en dos constantes: cómo se enfrenta el hombre a una realidad impuesta y cómo la asume y cómo interioriza algunos fragmentos en forma de mosaico. "Fue un libro muy intuitivo. Como un auténtica avalancha. Ahora me tomo más tiempo para escribir y depurar las sensaciones y el vocabulario. Observo la realidad y saco a la luz las imágenes que se han quedado más dentro".

Presencias, símbolos, palabras

‘La ciudad y el cuchillo’ tiene un valor simbólico desde el título. "No sé si soy surrealista. Quizá pueda parecerlo en ocasiones, no digo que no. La ciudad tiene muchos elementos cortantes, agresivos, y esa dualidad entre la urbe y el cuchillo funciona bien, y quizá se vuelva simbólica. La ciudad es un escenario donde pasan cosas: actos poéticos, violentos, tentativas de suicidio, avanza el tiempo, o pasa ese caballo al galope, que cruza la ciudad y que es como una advertencia de que en cualquier momento ese espacio puede ser arrasado", dice.

Asegura que el libro no es "una traslación de Zaragoza, pero sí de una metrópolis". Citamos otros poemarios y el eco de ‘Poeta en Nueva York’ de Federico García Lorca, que aborda el asombro y la desolación ante la vida urbana y la modernidad. Insiste: "La palabra es un acueducto, es un canal, que desemboca en una imagen". ‘La ciudad y el cuchillo’ es, esencialmente, un poemario de imágenes, de sensaciones o quizá de visiones un tanto alucinadas: "Caballo que anuncias el pueblo arrasado, / tus ojos son ahora dos pozos de sangre", escribe el poeta, que desearía combinar en el futuro los versos con la interpretación y la escritura de guiones.

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