Vicente Aleixandre y sus amigos aragoneses

Lumen publica la ‘Poesía completa’ del poeta que recibió el premio Nobel en 1977, hace ahora 40 años.

Vicente Aleixandre y Carlos Bousoño, su estudioso y amante, en los años 60
Vicente Aleixandre y Carlos Bousoño, su estudioso y amante, en los años 60
Archivo familiar

Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-Madrid, 1984) ha sido uno de los grandes poetas españoles del siglo XX. El poeta del amor (“Amor. Sí, amé. He amado. Amé, amé mucho”, escribió en ‘El moribundo' este enamorado del amor, bisexual y soñador), de la sensualidad y de un viaje constante hacia la luz. Perteneció a la generación del 27, empatizó muy bien con el difícil Luis Cernuda, y mantuvo una constante complicidad con Lorca, Jorge Guillén, etc., con todos y con las nuevas generaciones. Su figura siempre ha sido muy valorada y querida.

Nació en Sevilla, pasó su infancia en Málaga -que es la ciudad hechizada de ‘Sombra del paraíso’, una de sus obras maestras- y se formó, en derecho y comercio, en Madrid. En 1917, con poco más de 18 años, en Las Navas del Marqués (Ávila) conoció ese verano al joven poeta y filólogo Dámaso Alonso, y ese encuentro le cambiaría la vida. Diría luego que el autor de ‘Hijos de la ira’ es “ese amigo de todas las horas”, que le abrirá la puerta a un nuevo mundo al prestarle la poesía de Rubén Darío.

Vicente Aleixandre y sus amigos aragoneses

El poeta nicaragüense, Juan Ramón Jiménez y el Góngora de las ‘Soledades’ le influirían en su primer libro: ‘Ámbito’ (1928). Allí nacía un poeta capital de la pasión, de la naturaleza y del hombre, “en sus dimensiones cósmica y humana, y una exaltación plena de la libertad y la dignidad”, tal como dice Alejandro Sanz en el prólogo a la edición de su ‘Poesía completa’ (Lumen. Barcelona, 2017. 1506 páginas), un volumen que aparece exactamente 40 años después de recibir el Premio Nobel, pocos días antes de que el británico Kazuo Ishiguro reciba el suyo en Estocolmo.

Vicente Aleixandre ha sido objeto de mucha atención en los últimos años e incluso meses: Emilio Calderón le ha dedicado una completa biografía, y tanto Luis Antonio de Villena como Fernando Delgado se ha acercado a su mundo, y han recordado su condición de padrino y protector de jóvenes poetas desde su casa de Velintonia (Madrid), donde siempre pareció una suerte de exiliado interior, republicano sin ostentación, de intensa y compleja vida afectuosa, inclinado a la enfermedad. Desde muy joven sufrió una dolencia renal, que no le impidió realizar una obra capital, personalísima, de una belleza increíble: poesía del alma, del cuerpo y del paisaje mecida en un oleaje de sentimientos, de plasticidad y de sensaciones.

Las etapas de su poesía, según Sanz y algunos especialistas (uno de sus grandes amores, Carlos Bousoño, estudió como nadie ‘La poesía de Vicente Aleixandre’, en Gredos), son tres. La primera abarca desde los años 30 hasta 1953, donde el poeta atrapa “la unidad amorosa del mundo” -el panteísmo, el erotismo, “la comunión con lo absoluto” a través de la naturaleza- en libros como ‘La destrucción o el amor’ (1935), ‘Sombra del paraíso’ (1943) y ‘Mundo a solas’ (1953); su segunda etapa está marcada por dos libros increíbles: ‘Historia del corazón (1954) y ‘En un vasto dominio’ (1962), donde se abre hacia los demás, en una mirada social muy particular. La tercera fase consta de dos poemarios: ‘Poemas de las consumación’ y ‘Diálogos del conocimiento’, en los que el hombre mayor evoca la energía indesmayable de la juventud.

Vicente Aleixandre fue, con César Vallejo y Pablo Neruda, el poeta que más marcó a la llamada Generación del Niké, encabezada por Miguel Labordeta y compuesta, entre otros, por Ignacio Ciordia, Luciano Gracia, Julio Antonio Gómez, Fernando Ferreró, José Antonio Labordeta, Manuel Pinillos, Guillermo Gúdel, Rosendo Tello, etc., y entre ellos, también, el fotógrafo Joaquín Alcón, que lo visitó en varias ocasiones y le tomó fotos. Un día el futuro Nobel le escribió a Alcón y le dijo: “He recibido su espléndido envío y le escribo (...) para manifestarle mi gratitud y mi deslumbramiento ante las obras de arte fotográfico que me manda. Lo mismo las pruebas con brillo que sin él son una maravilla. Los más bellos retratos que de mí se han hecho. Y en cuanto a lo que Ud. llama ensayos son otras tantas composiciones con mágica destreza sin sus pruebas. Es Ud. un creador y estas muestras son algo impar. (...) mi felicitación por el alto nivel de arte que ha conseguido y que hace honor a la fotografía española”.

Ignacio Ciordia le mandó uno de sus dos libros, ‘Cafarnaúm’ (el otro es ‘Estuario’) y Aleixandre resumió así su visión y su lectura: “Entre la pasión, el desánimo y la sabiduría”. El poeta y editor Julio Antonio Gómez no solo lo visitó varias veces, sino que le publicó un poemario en Javalambre: ‘Mundo a solas’, y lo hizo con otro poeta e impresor como Luciano Gracia, que sabría en una visita con el poeta Ángel Guinda a Alicante, que “Vicente Aleixandre le mandaba dinero a Josefina Manresa, viuda de Miguel Hernández” de cuando en cuando. También lo visitó el poeta y pastelero Miguel Ángel Marín Uriol, que ahora edita poemarios hechos a mano con su esposa Inmaculada Marqueta.

En aquella “casa de los jóvenes poetas” de Madrid estuvo José Luis Melero, bibliófilo y colaborador de HERALDO en un tiempo en que quería ser escritor. “Lo recuerdo muy bien. Le llevé libros y bombones. Estuvimos una hora o así. Hablamos de muchos poetas: de Pere Gimferrer, que le interesaba mucho, y de Miguel Labordeta y de Miguel Hernández. Le pedí que me enseñara las primeras ediciones de los libros de Lorca, Alberti, Dámaso Alonso, Cerrnuda. Me los mostró y se reía: le llamaba la atención que a un chico tan joven le interesasen tanto aquellos libros”. Vicente Aleixandre dijo, tras recibir el Nobel en 1977: “… la poesía es siempre multitudinaria en potencia. Yo he pretendido dirigirme a todos, incluso a los que no me leen. Y este premio es para mí como una gran respuesta colectiva”.

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