Fernando Cayo: “Maquiavelo está lleno de humor y cinismo”

El actor interpreta el fin de semana ‘El príncipe’ de Nicolás Maquiavelo en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza.

Fernando Cayo
Fernando Cayo
Eduardo Diéguez

El actor Fernando Cayo (Valladolid, 1968) interpreta este fin de semana en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza ‘El príncipe’, obra escrita en 1513 por Nicolás Maquiavelo.

-¿Qué versión ofrece de esta propuesta teatral?

-Es la primera vez que se pone en escena esta obra maestra de la filosofía universal. Traemos una puesta en escena de Juan Carlos Rubio, que ha utilizado fragmentos de ‘El príncipe’, ‘El arte de la guerra’, ‘La mandrágora’…, ambientada en los años 50 y 60 del siglo pasado con una estética al estilo de ‘Mad men’ en la que vemos a Maquiavelo en la intimidad de su despacho grabando sus pensamientos.

-¿Hasta qué punto sigue hoy vigente una obra escrita en el siglo XVI?

-‘El príncipe’ es una pieza universal y muy actual porque hace un recorrido por la historia de cómo los seres humanos nos comportamos en política y en sociedad.

-¿Cómo es el espectáculo?

-Está cargado de humor, emoción -Maquiavelo era un tipo con un gran sentido del humor y del cinismo y, por otra parte, hay un fuerte sentimiento de frustración a causa del exilio en la etapa final de su vida al que se vio obligado por el cambio de gobierno en Florencia, ciudad donde había servido toda su vida. Maquiavelo transmite con claridad la emoción de quien se sabe poseedor de un talento que no puede llevar a la práctica.

-¿‘El príncipe’ es un manual para que los gobernantes sepan cómo manejar al pueblo o es un aviso al pueblo acerca de cómo el pueblo es utilizado por los gobernantes?

-Ambas cosas a la vez. La virtud de esta obra es que hace un análisis de cómo se comporta el hombre en sociedad y política a través de toda la historia. Es un estudio de la humanidad en estado puro, de la esencia de cómo nos comportamos, por eso ha sido el libro de cabecera de personas tan antagónicas como Stalin, Che Guevara o cualquiera de los magnates de Wall Street, habla de las izquierdas y las derechas.

-Extrapolando la época y los personajes, ¿qué habría aconsejado al gobierno de España Maquiavelo en el asunto de Cataluña? ¿Y a Puigdemont y los independentistas?

-Hay un dicho popular que se podría aplicar perfectamente en este caso según el cual “un buen gobernante necesita siempre un buen enemigo” y esto es lo que se han fabricado ambos. El independentismo no es una fuerza tan potente como nos han hecho creer en Cataluña; ha subido por su capacidad de confrontación.

-¿Tenemos todos algo de Maquiavelo?

-El autor de esta obra fue, ante todo, un estudioso de la historia, y nunca una figura maligna. Lo maquiavélico es un concepto equivocado habitualmente. Maquiavelo fue un hombre castigado por la injusticia de la vida, algo que nos ha pasado a todos los hombres en algún momento de nuestras vidas en el que nos hemos sentido traicionados. El dolor por la traición está muy latente en la obra. Sí que hay un sentido peyorativo de su obra en cuanto a su recomendación de usar máscaras diferentes según las circunstancias, si hemos de hablar con el jefe en el trabajo, con un vecino o con un familiar. Aquí sí somos maquiavélicos.

-¿‘El príncipe’ es un clásico?

-Sí en cuanto a que el director ha intentado respetar la esencia del lenguaje del siglo XVI. Es más bien un clásico contemporáneo.

-¿Qué lugar ocupan hoy los clásicos en el teatro español?

-Hay un seguimiento importante que tiene que ver con el respeto al Siglo de Oro. Gran parte de la cartelera en la actualidad está vinculada de algún modo a los clásicos de toda la vida.

-Buena parte de los actores españoles tienen dificultades para subsistir o, al menos, para vivir de su trabajo. ¿Qué haría falta para cambiar esta tendencia?

-España necesita una revolución cultural. No vivimos la Revolución Francesa, pasamos de puntillas por la Ilustración, apenas hemos tenido revolución industrial; 40 años de ostracismo franquista nos ha llevado a encerrados en nosotros mismos… No estamos a la altura de nuestros compañeros de profesión europeos porque somos un país con un bajo nivel cultural, en cierto modo, atrasado. El teatro, igual que otras disciplinas artísticas, está despreciado por ignorancia. Para ponernos al nivel de nuestros compañeros de Francia, Inglaterra o Alemania necesitamos una auténtica revolución. Llevamos años de atraso. El centro dramático nacional de Francia, por ejemplo, se creó en 1648; el nuestro es de 1978. Por eso los actores lo pasan tan mal. No solo el teatro, sino también el profesional del libro y la educación. Somos, por eso, en general, un país de servicios que nos lleva a ser los camareros y hoteleros en un país de sol de Europa de vacaciones.

-¿Cómo ve el futuro de la profesión?

-Hay mucho talento, y gente con muchas cosas que contar, pero también con muchas dificultades. Además, saliendo de la crisis hemos topado con el problema del elevado IVA cultural que ha eliminado a las compañías de teatro independientes, la base de este país, un impuesto que no tiene ningún otro país de Europa. Recuperarlo el tejido teatral va a ser difícil, pero es imprescindible que que los gobiernos, de uno u otro color, empiecen a considerar la cultura como algo fundamental y necesario en el crecimiento del individuo, para conseguir un ciudadano más civilizado y educado en un país más próspero. La cultura no es solo entretenimiento. Sin ello no tendremos un país próspero de verdad. Habrá que seguir en la lucha.

-Actor polifacético con carrera en el cine (‘El orfanato’, ‘Pájaros de papel’ o ‘La piel que habito’), la televisión (‘iFamily’, ‘El Caso. Crónica de sucesos’, ‘ByB’, ‘Las aventuras del Capitán Alatriste’, ‘Hermanos’) y el teatro (finalista de los premios MAX en 2013), además de la gira por toda España con ‘El príncipe’, ¿en qué proyectos se encuentra trabajando actualmente?

-En 2017 hemos grabado la serie ‘Mc Maffia’ con la BBC y, sobre todo, la nueva temporada de ‘Amar es para siempre’, la serie de Antena 3 que lleva 13 años en antena y más de 1.100 capítulos, haciendo el papel de Ernesto Ortega, así que, de momento, estaré ocupado hasta el año que viene.

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