Christian Peribáñez: "Un poema es un fogonazo y mucho trabajo y sudor"

El periodista de HERALDO presenta hoy (Teatro Principal, 20.00) su poemario ‘Pistas forestales’, publicado por Anorak Ediciones. Le acompañará Carmen Ruiz Fleta.

El escritor y periodista aragonés Christian Peribáñez.
El escritor y periodista aragonés Christian Peribáñez.
José Miguel Marco

Christian Peribáñez (Zaragoza, 1979) vuelve hoy a la arena de la actualidad literaria con su cuarta entrega poética, ‘Pistas forestales’. El libro, publicado en una nueva colección de Anorak Ediciones, Amo los Lunes, llega tras ‘Ser de sangre’ (1999), ‘Cuando éramos reptil’ (2010) y ‘Atlas, primera vértebra’ (2014).

El poemario incluye versos rotundos como estos: "Escupo monstruos si me golpean / como a una piñata humana; / escribo poemas que no se entienden, /estropeado, todo el rato".

¿Qué es ‘Pistas forestales’?

Un libro de 50 poemas que me ha llevado tres años escribir. No es un dato muy halagüeño: si haces el cálculo, y yo lo he hecho, resulta que me ha llevado 23 días escribir cada poema. Y sí, ha sido un trabajo duro, me ha costado mucho extraer y tallar cada uno de los versos. También empecé a escribirlo demasiado cerca del libro anterior, ‘Atlas, primera vértebra’, y conforme avanzaba en el trabajo tuve que retomar los primeros poemas, porque veía en ellos un tipo de expresión que ya no buscaba.

¿Queda algo en ‘Pistas forestales’ de aquella voz poética de ‘Cuando éramos reptil’?

Uno no es nunca buen juez de su trabajo, no acierta a ver en qué medida ha evolucionado. Pero quienes han leído este último libro dicen que sí hay evolución, que el lenguaje es ahora mucho más conciso.

Es un libro autobiográfico y, en algunos momentos, duro. ¿En qué medida ha querido ajustar cuentas consigo mismo?

En parte sí que ajusto cuentas con los recuerdos o la experiencia propia. Hay mucha soledad, como en otros poemarios, pero es que la escritura es un proceso solitario. También es un libro muy físico, muy carnal, porque es lo que me llega y conmueve.

Hay sangre, sudor y lágrimas.

Sangre y sudor, sí; lágrimas... no tanto. Siempre titulo con alguno de los versos. En principio iba a ser ‘Los años célibes’, hasta que caí en la cuenta de que a lo largo del libro estaba presente una sorda metáfora del bosque. Me gustaba la expresión ‘Pistas forestales’ por todo lo que tiene de guía, de camino, de juego, incluso de posibles llamas, ya que en algunos poemas hay algo de incendio.

Escribirlo, ¿le ha servido para conocerse mejor?

No lo sé. Quizá para conocerme mejor, no; pero sí para estar más tranquilo. Juan Luis Saldaña, también periodista y poeta, dice que somos comunicadores con problemas de comunicación, y seguramente tiene razón. Ejercer el periodismo es contar cosas que siempre le ocurren a otras personas, ajenas a ti, y quizá eso te impulsa a querer contar algo tuyo. Lo que ocurre es que luego uno no sabe si lo que ha escrito interesa a alguien o si merece la pena exhibirlo. Escribir me da serenidad, me viene muy bien para respirar las palabras con el diafragma.

En el periodismo no hay poesía. De hecho, la mayoría de los periodistas que escriben se dedican al ensayo, los artículos o la narrativa.

Quizá sí. Hay muchos más periodistas en la narrativa que en la poesía. Pero creo que nunca podré escribir una novela. No tengo la disciplina ni las fuerzas necesarias para ello. Un poema es un fogonazo que llega, y luego tengo que pulir con mucho trabajo y sudor. No puedo escribir de otra manera, necesito que llegue ese fogonazo.

En el libro impera cierta sensación de vacío, habitual en la poesía contemporánea, pero en autores más jóvenes.

Los poemarios que más me han interesado últimamente son de autores muy jóvenes. Estoy enamorado de la editorial La Bella Varsovia, donde publica una generación de escritores que ha llegado a un futuro que no era el que les habían prometido y les domina el desencanto. Yo soy algo mayor que ellos y, quizá por eso, no siento tanta decepción como incertidumbre... o vértigo.

‘Pistas forestales’ habla de todo esto.

Sí. Y de cómo con los años se desvanece esa sensación que tiene uno de niño de que los adultos lo tienen todo controlado y no improvisan nada. Cuando llegas a la madurez es muy difícil que hayas logrado el futuro que te habías imaginado. Porque uno se plantea metas y objetivos, e incluso si los alcanza, puede descubrir que en realidad no cambia nada. Yo tengo 38 años y todavía sigo buscando mi lugar en el mundo. La cantautora Lidia Damunt confesaba en una entrevista que lo único que había hecho en su vida era "juntar una tontería tras otra hasta que me he hecho mayor". Y yo pienso igual.

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