El Museo del Origami lanza una llamada de auxilio para garantizar su superviviencia

Tiene que echar mano ahora de las aportaciones de sus socios para seguir abierto. Ha puesto en marcha una recogida de firmas y va a emprender una campaña de micromecenazgo.

El equipo del EMOZ trabaja en el desmontaje de 'Mujeres de papel' para dar paso a 'Libros con vida' la semana que viene.
El equipo del EMOZ trabaja en el desmontaje de 'Mujeres de papel' para dar paso a 'Libros con vida' la semana que viene.
Raquel Labodía

La Escuela Museo de Origami de Zaragoza (EMOZ) atraviesa su momento más difícil desde que abriera sus puertas en 2013, en la segunda planta del Centro de Historias. La falta de suficientes apoyos externos está poniendo en peligro la continuidad de la EMOZ, gestionada por el Grupo Zaragozano de Papiroflexia, que presenta problemas de liquidez para seguir llenando sus salas con exposiciones de calidad sobre el arte del plegado de papel. Esta asociación ha lanzado una campaña de recogida de firmas en su apoyo para reforzar sus peticiones de patrocinio.

Zaragoza es una ciudad abanderada de la papiroflexia desde 1944, año en el comenzó a reunirse en el Café Niké el Grupo de Papiroflexia, el primero de plegadores del mundo. La Asociación Española de Papiroflexia (AEP) también se formó en la capital aragonesa, en 1981. Ya en 2009 los origamistas decidieron lanzarse a exponer sus obras. "Hablamos con Joaquín Merchán, director del Centro de Historias, para una muestra. La respuesta del público fue una sorpresa, porque superamos las 45.000 visitas en tres meses", recuerda Felipe Moreno, expresidente de la AEP y actual gestor cultural de la EMOZ.

Unos comienzos difíciles

Tras este éxito, se apostó por montar en Zaragoza el primer museo de origami de Europa. La iniciativa estuvo a punto de naufragar por falta de patrocinadores en su ubicación prevista inicialmente, los bajos del Mercado de San Vicente de Paúl, y se salvó gracias a la oferta del Ayuntamiento de reservar la segunda planta del Centro de Historias para cederla al museo.

"Lo inauguramos en diciembre de 2013. Vimos que era un proyecto viable siempre y cuando contáramos con apoyos, pero ha llegado un punto en el que no tenemos liquidez", cuenta Moreno. La EMOZ ha conseguido subsistir mediante las aportaciones de los socios, que han invertido cerca de 70.000 euros, gracias al ahorro que supone montar algunas de las exposiciones con sus propias colecciones, y gracias también a los ingresos que obtienen con las visitas (con entradas que suelen costar entre 1 y 3 euros).

El dinero se destina a la contratación de exposiciones y al mantenimiento de las instalaciones. "Entre una muestra y otra –explica el gestor cultural–, hay que pintar, incorporar vitrinas (cuestan 600 euros), reponer material y realizar carteles". Además, el coste de hacer llegar a Zaragoza exposiciones de autores no europeos "asciende fácilmente a los 15.000 euros", dice Moreno, que recuerda que desde el museo han tratado de reducir todos sus gastos y actualmente solo tienen contratados dos trabajadores.

Dos líneas de actuación

La llamada de auxilio del Museo de Origami se concreta ya en una petición de firmas abierta en la plataforma Change.org, para demostrar ante instituciones y empresas que cuenta con el apoyo de la ciudadanía. También lanzará una campaña de micromecenazgo. El objetivo es ir fijando pequeñas metas para que los que quieran colaboren en potenciar el desarrollo expositivo, en la creación de una biblioteca más amplia, en montar una tienda ‘online’ y en apoyar el proyecto educacional del museo. La EMOZ está desde hace 15 días en trámites de conseguir la declaración de entidad de utilidad pública, algo que, según Moreno, "potenciará el mecenazgo" al poder llevar aparejadas desgravaciones para quienes contribuyan.

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