El Nobel del juglar eléctrico

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Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura
Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura
Reuters/AFP/EFE

Bob Dylan, Robert Zimmermann, recibe el Premio Nobel por “haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la tradición de la gran canción americana” y provoca una ligera conmoción. Es el reconocimiento a la poesía del rock y del folk y también a un hecho al que no había prestado mucha atención el premio: el eco de las canciones y de la música. La popularidad o la fama jamás habían sido una premisa decisiva para el premio, al que también le ha gustado descubrir autores, trayectorias, y ha mantenido cierta tendencia a la sorpresa. Suele decirse que el Nobel de Literatura es uno de los secretos mejor guardados del planeta.


1. Hay que mirar el premio con sosiego. El Nobel no es la panacea de nada: ha premiado a autores mediocres y olvidados, y algunos malísimos (como José Echegaray y algunos más; entre ellos Winston Churchill, memorialista e historiador), y ha ignorado a algunos que han mejorado la literatura y son referentes universales: Tolstói, James Joyce, Marcel Proust, Paul Valéry, Virginia Woolf, Vladimir Nabokov y Jorge Luis Borges, entre otros.


2. Bob Dylan ha aparecido en varias ocasiones en las quinielas. Y en una ocasión anterior ya estuvo cerca del éxito. Ya entonces levantó alguna polvareda; Paco Umbral le dedicó un artículo más bien feroz. Y más tarde, cuando galardonaron a Wislawa Szymborska, dijo: “Y otra mujer, una polaca, gana el Premio Nobel. Solo hubiera faltado que se lo dieran a ese tal Bob Dylan”. Si observamos la casuística, el criterio y la manga ancha de otros galardones -como el Nobel de la Paz, sin ir más lejos-, tampoco es un disparate. Eso sí: abre un debate. Quizá habría que ir pensando en Leonard Cohen que ya tiene más de 80 años y ha anunciado su adiós.


3. ¿Qué se premia al distinguir a Bob Dylan? ¿Se distingue a juglar moderno, al trovador eléctrico que encandila a las masas? ¿La calidad literaria de sus letras, su impacto popular, el modo en qué  sus melodías, hechas de letra y música e interpretación, nos han acompañado y nos han cambiado la vida? ¿La rebeldía? ¿Su inclinación por la protesta? ¿Un discurso más o coherente y versátil, de picos y caídas como la corriente alterna? ¿Cierta nostalgia como ha dicho Irvine Welsh, seguidor de Dylan, aunque contrario a este galardón? Curiosamente, algunos candidatos desde hace tiempo como Joyce Carol Oates o Salman Rushdie se han manifestado muy felices.


4. ¿De qué escribe Bob Dylan? En más de medio siglo de canciones y de actuaciones, en sus numerosos discos, Dylan ha escrito de todo: de amor y desamor, de sus fracasos y sus rupturas, ha reivindicado personajes como el boxeador 'Hurricane' Carter, ha escrito de recuerdos (esas botas de cuero español), ha escrito del viaje, ha hablado de la sociedad que cambia y de la utopía, ha escrito de la religión, de la trascendencia, de la vida cotidiana de su país. Y al leerlo a veces pensamos también en ese estilo, en esa voz que parece que muerde las sílabas y se las traga, que incurre en leves gallos (sin querer y adrede, sobre todo en los viejos tiempos). Pese a su imperfección vocal, ha llegado a la gente de todo el mundo. Posee el don de la comunicación aunque él, en escena, sea uno de los músicos más antipáticos e indiferentes con el sentir de sus admiradores. No hay más que recordarlo en Zaragoza...


5. ¿Había mejores candidatos? Philip Roth lleva unos años esperándolo y es probable que se muera sin ganarlo, y es sin duda un inmenso narrador de las paradojas del ser humano. Un animal literario de un calado más clásico e indiscutible. Y por ahí andan el poeta sirio Adonis, candidato constante, Ian McEwan, Julian Bames, Claudio Magris, Mircea Cartarescu, Adam Zagajewski, Jean Echenoz, Murakami, Antonio Lobo Antunes o la citada Joyce Carol Oates. O el español Javier Marías, situado desde hace tiempo entre los nominados. Estrictamente literarios sí, había algunos poetas mayores, pero ni siquiera el Nobel premia siempre a los mejores. Y en la creación artística este concepto –el mejor- siempre es un clavo ardiendo y un territorio de incertidumbre. O una pregunta cuya respuesta no está ni en el viento.

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