El Nobel del juglar eléctrico
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1. Hay que mirar el premio con sosiego. El Nobel no es la panacea de nada: ha premiado a autores mediocres y olvidados, y algunos malísimos (como José Echegaray y algunos más; entre ellos Winston Churchill, memorialista e historiador), y ha ignorado a algunos que han mejorado la literatura y son referentes universales: Tolstói, James Joyce, Marcel Proust, Paul Valéry, Virginia Woolf, Vladimir Nabokov y Jorge Luis Borges, entre otros.
2. Bob Dylan ha aparecido en varias ocasiones en las quinielas. Y en una ocasión anterior ya estuvo cerca del éxito. Ya entonces levantó alguna polvareda; Paco Umbral le dedicó un artículo más bien feroz. Y más tarde, cuando galardonaron a Wislawa Szymborska, dijo: Y otra mujer, una polaca, gana el Premio Nobel. Solo hubiera faltado que se lo dieran a ese tal Bob Dylan. Si observamos la casuística, el criterio y la manga ancha de otros galardones -como el Nobel de la Paz, sin ir más lejos-, tampoco es un disparate. Eso sí: abre un debate. Quizá habría que ir pensando en Leonard Cohen que ya tiene más de 80 años y ha anunciado su adiós.
3. ¿Qué se premia al distinguir a Bob Dylan? ¿Se distingue a juglar moderno, al trovador eléctrico que encandila a las masas? ¿La calidad literaria de sus letras, su impacto popular, el modo en qué sus melodías, hechas de letra y música e interpretación, nos han acompañado y nos han cambiado la vida? ¿La rebeldía? ¿Su inclinación por la protesta? ¿Un discurso más o coherente y versátil, de picos y caídas como la corriente alterna? ¿Cierta nostalgia como ha dicho Irvine Welsh, seguidor de Dylan, aunque contrario a este galardón? Curiosamente, algunos candidatos desde hace tiempo como Joyce Carol Oates o Salman Rushdie se han manifestado muy felices.
4. ¿De qué escribe Bob Dylan? En más de medio siglo de canciones y de actuaciones, en sus numerosos discos, Dylan ha escrito de todo: de amor y desamor, de sus fracasos y sus rupturas, ha reivindicado personajes como el boxeador 'Hurricane' Carter, ha escrito de recuerdos (esas botas de cuero español), ha escrito del viaje, ha hablado de la sociedad que cambia y de la utopía, ha escrito de la religión, de la trascendencia, de la vida cotidiana de su país. Y al leerlo a veces pensamos también en ese estilo, en esa voz que parece que muerde las sílabas y se las traga, que incurre en leves gallos (sin querer y adrede, sobre todo en los viejos tiempos). Pese a su imperfección vocal, ha llegado a la gente de todo el mundo. Posee el don de la comunicación aunque él, en escena, sea uno de los músicos más antipáticos e indiferentes con el sentir de sus admiradores. No hay más que recordarlo en Zaragoza...
5. ¿Había mejores candidatos? Philip Roth lleva unos años esperándolo y es probable que se muera sin ganarlo, y es sin duda un inmenso narrador de las paradojas del ser humano. Un animal literario de un calado más clásico e indiscutible. Y por ahí andan el poeta sirio Adonis, candidato constante, Ian McEwan, Julian Bames, Claudio Magris, Mircea Cartarescu, Adam Zagajewski, Jean Echenoz, Murakami, Antonio Lobo Antunes o la citada Joyce Carol Oates. O el español Javier Marías, situado desde hace tiempo entre los nominados. Estrictamente literarios sí, había algunos poetas mayores, pero ni siquiera el Nobel premia siempre a los mejores. Y en la creación artística este concepto el mejor- siempre es un clavo ardiendo y un territorio de incertidumbre. O una pregunta cuya respuesta no está ni en el viento.