Las notas del ‘All Tomorrow’s Parties’ de la Velvet volvían a sonar anoche en el pabellón Príncipe Felipe. Amaral estaba en el edificio, a punto de salir. Su voz líder andaba emocionadica perdida: se le notó en la cara cuando apareció, aumentada en millones de píxeles, a ambos lados del escenario. "Estaba en el camerino muy nerviosa hace un rato. Sigo nerviosa: aquí estoy moviendo el pie de micro, sin necesidad. Bueno, más que nervios, es ansiedad por estar aquí, ante mi familia, mis amigos... ¡gracias!". Eso sí, a Eva no le falló el diafragma cuando acometió el primer verso de ‘Unas veces se gana y otras se pierde’. ¿Después? Tampoco. Miles de espectadores absortos, que acabaron exhaustos y felices, pueden atestiguarlo.

Después de 18 años en la carretera y más de mil conciertos de todos los pelajes, el montaje actual es posiblemente el más completo que hayan brindado jamás. La electricidad se siente como pocas veces, lo mismo que las notas melancólicas, las explosiones de alegría, los paseos por la oscuridad y esas canciones que cuentan con coros multitudinarios de pe a pa, como segundas voces completas en forma de colchón sonoro.

Antes del concierto, HERALDO organizó un encuentro de los dos protagonistas de la noche con cuatro afortunados lectores; el sorteo de una guitarra firmada por Juan y Eva para el intérprete más osado de un tema del grupo -vehiculado vía Youtube- lo ganó Félix, de 9 años, que se atrevió a rasguear ‘El universo sobre mí’ frente a sus ídolos. Juan, solícito, le afinó la guitarra en un pispás.

Para el siempre complejo papel de telonero, Amaral había designado dos talentos de la tierra, a quienes luego mandaría un cariñico desde el micro. Los zaragozanos Calavera abrieron fuego con elegancia y buen tino, ante un público que aún era poco numeroso. Con ‘Escalador’, uno de sus temas más sembrados, dejaron feliz a los incondicionales que había llegado temprano para verles. El oscense Copiloto exhibió a renglón seguido la versatilidad de su talento, con el espíritu lacerante de ‘Los puentes hundidos’ -su último lanzamiento- sabiamente combinado con la ternura de temas pretéritos.La luna lunera

Y salió Amaral. Ya había oscurecido afuera. Iba Eva maqueada de ‘nocturnalia’ para la ocasión: vestido negro con abertura lateral en las piernas, sus queridas botas y la luna en la espalda: a su utilidad como monitor y lienzo de imágenes añejas, la pantalla redonda del escenario sumaba cierta querencia a tranformarse en satélite terrestre; nívea, rodeada de estrellas en la canción que da título al último disco, tan nocturnal. En ‘Revolución’, Eva y Juan dieron rienda suelta a toda la energía que atesora el grupo en directo.

Cabe una mención especial para Tomás Virgós, por cierto: el teclista de los zaragozanos The Fractal Sound hizo un alarde de facultades y dotó a varias canciones de un nuevo poderío, especialmente en las codas: el remache de ‘Lo que nos mantiene unidos, por ejemplo, o el cierre de ‘500 vidas’ fue un derroche sucesivo de Juan Aguirre sosteniendo un riff infinito, la secuencia atronadora en el fondo y el bajo machacón de Richi Esteban -perfectamente conjuntado con Toni Toledo en la batería- cerrando el círculo con eficacia.

El desfile de temazos no se detuvo un instante, hasta más allá de las dos horas. ‘Kamikaze’, ‘Salir corriendo’, la remozada ‘No sé qué hacer con mi vida’, ‘Siento que te extraño’, ‘El universo sobre mí’, ‘500 vidas’, ‘Estrella de mar’, ‘Días de verano’, ‘Hacia lo salvaje’, ‘Sin ti no soy nada’... lo dieron todo, y acertaron. Como siempre.