Sociedad

La marca España resurge con la selección

El triunfo de la Roja en el campeonato mundial ha llenado las calles de banderas españolas y de cantos y expresiones de orgullo patrio. Un fenómeno social de dimensiones insólitas y desvinculado de ideologías y prejuicios políticos.

Un grupo de jóvenes celebra el triunfo de la Roja en uno de los partidos del Mundial en la plaza de España de Zaragoza.
La marca España resurge con la selección
ESTHER CASAS

No solo han sido las páginas de deportes de los periódicos las que se han extendido en analizar con todo detalle la victoria de la selección española en el Mundial de Sudáfrica. El triunfo ha confirmado que el fútbol es mucho más que fútbol. Indirectamente, el balompié ha saltado a las secciones de política y economía, los dos puntales tradicionales de la información. Se han hecho numerosas lecturas políticas de las manifestaciones de alegría popular en las que la bandera española y los cánticos de orgullo nacional han sido protagonistas. Lecturas que han servido incluso como asunto de apertura de algunos periódicos.

Lo cierto es que la proclamación del equipo nacional como campeón del mundo ha derivado en un fenómeno sociológico de prismas hasta ahora insólitos en España. La explicación tiene que ver sin duda con que la expresión de algunos sentimientos y la exhibición de determinados símbolos se vincula todavía al régimen de Franco pero también con el enorme peso de los nacionalismos en el discurso político cotidiano.

Al margen de las ideologías, las expresiones de orgullo nacional son un fenómeno normal en otros Estados y no solo respecto a acontecimientos deportivos. Son comportamientos sociales habituales en celebraciones que, en general, tienen que ver con la memoria bien sea por los caídos en alguna guerra o por algún episodio señalado de la Historia. Sucede, por ejemplo, en la conmemoración de la independencia de los países americanos o de la mayoría de los africanos.

En Europa, el periódico recuerdo de las dos guerras mundiales del siglo XX sirve también como instrumento aglutinador de una mayoría de la población a través de ceremonias solemnes en las que se revitaliza el concepto de patria. En marzo de 2007, la candidata socialista al Elíseo, Ségolène Royal, hizo un llamamiento para que todos los franceses tuvieran una bandera nacional en su casa y todos aprendieran la letra de la Marsellesa, el himno francés. Esta reivindicación de los símbolos nacionales desde posiciones políticas de izquierda resulta chocante a este lado de la frontera.

Las vicisitudes históricas de España han propiciado lo que podría considerarse una anomalía respecto a otros países europeos. Y eso a pesar de que la idea de España ha sido siempre defendida de forma nítida por destacados sectores del PSOE, algo que hoy en día representan dirigentes como José Bono.

La vicepresidenta del Gobierno María Teresa Fernández de la Vega advirtió en 2007 que "los ciudadanos saben de sobra que no se es más patriota por envolverse en la bandera y decir que se es de España". De la Vega acusó entonces al PP de "utilización partidista" de los símbolos nacionales. "A nadie le corresponde el monopolio de España", añadió. Desde el ejercicio del poder, parece que el Gobierno socialista es consciente de un cierto déficit en el uso de símbolos nacionales. Una actitud que se fundamenta tanto en esa historia reciente de España como en la necesidad de evitar conflictos innecesarios con otras fuerzas políticas.

Viejos prejuicios

Ahora, las masivas manifestaciones populares que se han desatado con la victoria española podrían tener, hasta cierto punto, un carácter superador. "Yo soy español, español, español...", se ha oído cantar por las calles de muchas ciudades y pueblos. Algunos expertos consideran que son las generaciones más jóvenes las que se han desligado de viejos prejuicios que asocian la bandera española y la demostración pública de españolismo a posiciones de extrema derecha.

El hecho de que se haya tratado de una gran victoria deportiva y de que la expresión de españolidad haya sido fruto de una alegría colectiva ha facilitado que todo haya transcurrido de forma natural. El único incidente reseñable que ha trascendido es la agresión a tres personas en Bilbao al parecer, y según la Consejería vasca de Interior, por lucir la camiseta de la Roja y llevar banderas españolas tras la victoria de la selección en la semifinal frente a Alemania el pasado 6 de julio.

También las camisetas rojas y el color rojo en general, que ha lucido por ejemplo la reina Sofía durante los partidos de España y las celebraciones posteriores, han invadido los espacios públicos. En este caso se trata de un símbolo propiamente futbolístico, aunque muchas veces se haya acompañado de la bandera nacional pintada sobre la piel. Lo cierto es que la denominación de 'la Roja', utilizada por primera vez por el ex seleccionador Luis Aragonés en 2004, ha servido para concitar adhesiones de aquellos que recelan de la simbología de España.

Con todo, hay un aspecto esencial en este fenómeno que tiene que ver con la coyuntura económica. El director del Departamento de Psicología y Sociología de la Universidad de Zaragoza, Carlos Gómez Bahillo, considera que lo que ha habido es una necesidad de éxito en un momento de fuerte crisis. En este sentido, la bandera ha sido "un elemento aglutinador impresionante". Hacía falta un revulsivo, un éxito colectivo, ante el desánimo general.

Gómez Bahillo considera que es en las situaciones sociales difíciles cuando se subliman estas victorias deportivas y cita también los triunfos de Rafael Nadal en tenis o de Pau Gasol en baloncesto. Gómez Bahillo cree que la interpretación inconsciente del triunfo en este momento es la de que es posible salir de la crisis. El reforzamiento de la identidad nacional es, a estos efectos, algo netamente positivo y la presencia física de la bandera es algo "sano" según Gómez Bahillo.

Este experto sociólogo recuerda por ejemplo el apoyo social a la Expo de Zaragoza de 2008, un fenómeno que estudió en su día, y que demostró ser un factor fundamental en el éxito de la muestra internacional. Carlos Gómez Bahillo compara la repercusión social del triunfo futbolístico como elemento aglutinador frente a lo que ha supuesto el reciente debate sobre el estado de la nación y en este sentido recalca que la identidad nacional surgida de la victoria deportiva representa la auténtica realidad del país.

"Una golondrina de verano"

La pregunta clave es si perdurará este fenómeno de orgullo, si con la masiva exhibición de banderas españolas se ha modificado algo en la realidad social de España. Eloy Fernández Clemente, catedrático de Historia Económica de la Universidad de Zaragoza, no cree que vaya a haber un cambio. "Ha sido como una golondrina de verano", dice.

Fernández Clemente asocia la explosión de júbilo y la muestra de símbolos españoles a un cierto hartazgo de la política, especialmente por parte de los más jóvenes. "Estábamos un poco acomplejados, autocompadeciéndonos después de que desde Europa nos hayan dicho que nos hemos portado mal... ", señala, y esto ha sido un "episodio festivo" que ha servido para liberarse de esa sensación general. No hay que sacar más conclusiones.

Es evidente que las competiciones deportivas y la política han estado siempre, bajo todos los regímenes y en todas partes, estrechamente ligadas. En ocasiones, por el influjo de los intereses políticos, se hace difícil deslindar ambos campos. La exhibición de banderas autonómicas, empezando por los propios jugadores de la selección, junto a la española, que ha sido la predominante, tras el triunfo de la selección, tiene un carácter de normalidad que no deja de ser la expresión de la realidad de la España de hoy.