Por
  • Francisco José Serón Arbeloa

Convergencia

El 1 de octubre, como muchos de nosotros, estuve viendo en La Sexta el programa ‘Al rojo vivo’ (ARV) titulado ‘Objetivo CAT’. Durante el mismo, vimos noticias, entrevistas y opiniones. Es evidente que todos tenemos un problema, tanto los políticos y los gobernantes como todas las personas involucradas, independentistas, nacionalistas, mayoría silenciosa… Todos los contertulios que vi dando su opinión en ARV intentaban de alguna manera construir estructuras lógicas de razonamiento, cada uno desde su punto de vista y sin poder evitar dejarse llevar por algún tipo de emoción más o menos legítima y altruista. Lo que a mí me quedó claro durante el largo rato que estuve atendiendo fue que nadie convencía a nadie, que por lo tanto no se iba a llegar a ningún acuerdo y mucho menos a atisbar una remota posible solución al problema que en estos momentos está realmente planteado ante nosotros. ¿Cuál es la razón de esa conclusión?

Por mi formación, estoy acostumbrado a buscar soluciones a problemas que de partida sabemos que son resolubles. Pero en el mundo científico-técnico-algorítmico, conocemos problemas que no tienen solución, o que no sabemos todavía si la tienen. Y si la tienen puede ocurrir que estemos en un momento en el que nadie ha sabido encontrarla, o se requiere toda la potencia de cálculo del universo para encontrarla. De cualquier modo, el tipo de problemas que cae en esta categoría reciben el nombre de ‘convergentes’. También se llaman ‘problemas lógicos’ o ‘estructurados’, ya que si existe solución y es factible buscarla, para resolverlos se necesita rigor de pensamiento y gran capacidad para extraer deducciones válidas. Ante un problema específico nuevo, normalmente siempre surgen varias hipotéticas soluciones de partida que durante el estudio van convergiendo poco a poco, de manera creciente, hasta que surge la repuesta más precisa que puede considerarse como definitiva. En su búsqueda, cuanto más inteligencia se aplique, más deprisa se acercan las respuestas a la solución, es decir, más rápidamente convergen. Los ejemplos son abundantes en los campos de la física, la química, la astronomía, la geometría, las matemáticas, el juego de ajedrez…

Ahora bien, de manera continuada, en el campo de las Ciencias Sociales se presentan ‘problemas divergentes’. Estos surgen cuando varias personas competentes se ponen a estudiar un mismo problema y encuentran soluciones diferentes, que pueden incluso llegar a contradecirse entre sí, es decir, no convergen. En estos casos, sabemos que es imposible resolver un problema divergente mediante lógica o estadística. Por ejemplo, piensen en la creación de un anuncio publicitario para un producto concreto realizado por diferentes agencias de publicidad. Todo lo que salga como resultado del esfuerzo de cada agencia no tiene por qué parecerse. Por lo tanto, se puede decir que los problemas divergentes no se resuelven, ya que no es posible llegar a establecer la solución incuestionable; solo pueden superarse tomando como elemento decisivo algo muy fuera del problema mismo, es decir, trascendiéndolo. Para esto se deben desarrollar las facultades supralógicas del ser humano, que surgen del aprendizaje global adquirido durante la vida y quizá de la historia. Pero para eso hay que leer, tener criterio, actuar con intuición y bajarse de la burra de vez en cuando para equilibrar la autonomía individual con la cohesión grupal.

Para los que quieran leer un poquito más sobre problemas, lógica, metalógica, falacias, paradojas, les aconsejo que empiecen por aquí: ‘https://es.wikipedia.org/wiki/Lógica’. Una lectura atenta les pondrá sobre la pista de las limitaciones de la comprensión humana y de su lenguaje. De esta manera, cuando vuelvan a ver un programa de debate asociado a un problema tan complejo y divergente como el del 1-O, quizá entiendan un poco mejor lo que está pasando en la tertulia.