Rajoy se somete a la prueba de fuego más peligrosa de su mandato en el juicio de la Gürtel

El PP asume que resultado de su declaración será determinante para el futuro de la legislatura.

Rajoy declaró en el juicio del caso Gürtel.
Rajoy declara este miércoles ante el tribunal que juzga el caso Gürtel.
Susana Vera/Reuters

Sesión 101 del juicio por la primera época del caso Gürtel con un testigo estrella, el presidente del Gobierno, que se juega buena parte de su futuro político en las alrededor de dos horas previstas de declaración. Mariano Rajoy se enfrenta a una situación compleja, no escudarse en el "no recuerda" ante preguntas sobre el asunto que más le incomoda. Porque aunque no son materia de la causa, va a ser preguntado por los sobresueldos, los 'sms' al extesorero del PP y las donaciones de los constructores, asuntos que tendrán que dirimirse más adelante, cuando se abra el juicio oral sobre los 'papeles de Bárcenas', pero que a buen seguro tendrán cabida en el interrogatorio de este miércoles, salvo que el tribunal lo impida.

La de Rajoy es la declaración más esperada, incluso más que las de Francisco Correa o Luis Bárcenas, en el juicio que comenzó el 4 de octubre tras siete años de instrucción. No por sus consecuencias jurídicas en el proceso, que con toda probabilidad serán inocuas, sino por las políticas, porque pueden desencadenar un terremoto o tener un impacto amortiguado. Aunque desde el PP insisten en que el presidente del Gobierno está «más tranquilo que nunca» o que asume su citación con «absoluta normalidad», lo cierto es que se adentra en terreno minado. En su partido lo saben, no en vano primero trataron de que se declarara nulo el proceso y después intentaron evitar que declarara el presidente del Gobierno.

El objeto de su citación en el juicio, el conocimiento que tenía de la donación de 245.000 euros en 2003 para la campaña electoral en dos municipios de Madrid, es lo de menos. Responderá, como ya han anticipado dirigentes populares, que no tenía ni idea de lo que pasaba en Majadahonda y Pozuelo, contestación muy verosímil porque un secretario general de un partido del tamaño del PP no está en el detalle de las campañas de cada pueblo.

El peligro para Rajoy está en las otras preguntas. ¿Cobró sobresueldos? ¿Qué sabe de la caja B? ¿Conocía las aportaciones millonarias e ilegales a su partido de los constructores? ¿Por qué no denunció a Correa si tenía información de sus negocios irregulares? ¿Qué pretendía con los 'sms' que envió a Bárcenas? Unos interrogantes, y otros más, a los que ya tuvo que hacer frente en una recordada comparecencia en el Senado un 1 de agosto de 2013. Pero ahora, en sede judicial y en su condición de testigo, no puede mentir sin que ello signifique que en la Cámara alta lo hiciera. No hay que olvidar que está citado por el tribunal porque fue secretario general del PP entre 2003 y 2004, y antes fue vicesecretario amén de director de campañas electorales en 1996 y 2000.

Portentosa memoria

Rajoy, por otra parte, tampoco va a refugiarse, según lo poco que han anticipado desde su entorno, en los socorridos «no recuerdo, no me consta o no sé» porque esas evasivas en un hombre de portentosa memoria como el presidente del Gobierno tienen difícil explicación. Además alimentaría la imagen de querer tapar o no querer contestar que dieron el mes pasado los también ex secretarios generales del PP Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas y Ángel Acebes, y los exvicesecretarios Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja. No parece probable que siga ese camino porque, como dijo el coordinador del PP, Fernando Martínez Maillo, ha dedicado estos días a refrescar la memoria y a desmenuzar los estatutos del partido para tener frescas las funciones de cada uno dentro de la organización. Su argumento será sencillo y difícil de rebatir, las finanzas son un asunto del gerente y del tesorero, algo que ya ha dicho en un par de ocasiones.

El líder del PP, de todas maneras, sabe que diga lo que diga, tenga un día brillante o gris, se va a encontrar nada más acabar su testimonio con las críticas de la oposición, sin descartar que el PSOE pida su dimisión, algo que Pedro Sánchez dijo en su campaña por las primarias que sería lo primero que haría. Tampoco puede esperar mucha comprensión de Ciudadanos, que ha hecho de la corrupción su caballo de batalla contra Rajoy; y para qué hablar de Podemos o de las fuerzas independentistas catalanas que tienen redactadas exigencias de renuncia antes de que se produzca la comparecencia.

El hecho de que esté llamado a declarar como testigo tampoco va a mejorar su imagen ante la mayoría de la opinión pública, para la que la distinción entre testigo e investigado son matices procesales a los que no presta excesiva atención. En su partido reconocen que salir bien de esta no es una hipótesis razonable, se trata de que el balance sea el menos malo. «Hay que pasar página cuanto antes», decía hace unos días un dirigente popular, y para ello qué mejor que volver a poner al presidente del Gobierno en su papel con una larga conferencia de prensa el viernes tras el último Consejo de Ministros antes de las vacaciones o con alguna declaración solemne sobre el conflicto catalán.

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