Por
  • Charo Zarzalejos

Sánchez vuelve a la carretera

No había desistido pero, al igual que Susana Díaz, estaba midiendo tiempos, atento a los movimientos ajenos y organizando su propia estrategia. Parece que esto último ya lo tiene diseñado y ahora se trata de ver cuánta agua hay en la piscina. Sus próximos son cautos pero sí tienen la certeza de que puede contar con mucha más gente que Patxi López, cuya sorpresiva candidatura no ha generado –y así se afirma desde muchos sectores del partido– una especial ilusión. Ha sido demasiada la pirueta política de López para que, al menos, una gran parte de la militancia le conceda la credibilidad necesaria cuando de colocar al PSOE en la rampa de salida para un eventual triunfo electoral se trata. Son muchos los que no entienden que, considerando un error abstenerse en la investidura de Rajoy, primero se abstuviera y luego apoyara, junto con su grupo parlamentario, los acuerdos alcanzados con el PP.


Con Patxi López ya en el escenario, la carrera a las primarias del PSOE está ya en marcha y Pedro Sánchez ha optado por no quedarse en casa. Y para demostrar que además de perseverante es audaz, el primer acto será en Sevilla, feudo de Susana Díaz. «Va a ser un buen termómetro» dicen los de Sánchez, sabiendo de antemano que asumen un cierto riesgo. Pero ahí está, en contra de la impresión de muchos que de manera bien prematura le dieron por políticamente muerto.


No cabe decir que la situación interna del PSOE hoy sea mucho mejor que la que había hace dos meses. La gestora ha logrado mantener y que se secunde en la oficialidad su estrategia, pero no parece que se hayan cosido heridas. Lo ocurrido a Soraya Rodríguez en Valladolid no deja de ser un síntoma, del que hay que condenar con total contundencia las formas esgrimidas por quienes mostraban sus discrepancias con la posición oficial. Sánchez, al margen de su estrategia de fondo, cometió graves errores de formas, de la misma manera que los ha cometido Patxi López, cuya biografía política, en buena medida, es inseparable del apoyo dado a su persona por el PP para convertirse en lendakari en 2009.


Con Sánchez en la carretera se puede intuir que el proceso de primarias no va a estar carente de tensiones. Y bueno sería para los propios socialistas que en el camino emprendido nadie dé por muerto a nadie y que, sobre todo, cuiden las formas. Una discrepancia se puede salvar con el acuerdo pero las ofensas, siempre innecesarias, son más difíciles de sortear, porque esas sí que dejan heridas.


Quedan cuatro meses por delante hasta que sepamos quién va a ser el o la responsable del PSOE, pero antes de que lleguemos a ese punto veremos nuevos laberintos, nuevas tensiones y, dependiendo de quien gane, la suerte de la legislatura puede quedar en entredicho. Pese a que como ya hemos visto en política es posible una cosa y su contraria, resultaría por lo menos paradójico que si ganara López –el único que ha dado oficialmente el paso– las relaciones con el PP vayan a ser las mismas que las establecidas por la gestora. ¿Puede alguien apoyar y persistir en lo que considera un error?


Pese a los interrogantes que se dibujan en el futuro, en el Gobierno la convicción más compartida es que la legislatura va a durar cuatro años. Ignoro, de verdad, de dónde les viene tanta convicción. La prudencia quizás aconsejaría colocarse a la vuelta del verano de 2018.