Aterrizó en España como estudiante y terminó como refugiado sirio

El joven de 30 años finalizó la carrera de Ingeniería Agrónoma en Alepo.

"No podía volver porque la guerra comenzó a emerger en mi país y tampoco tenía dinero para hacerlo", cuenta a Efe un sirio de 30 años, que vino a España en 2011 para estudiar un máster y al que las circunstancias de su país le impidieron regresar. Actualmente, tiene la condición de refugiado.


Este joven, que prefiere mantenerse en el anonimato porque parte de su familia continúa en Siria, estudia un doctorado en la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid.

En 2010, cuando finalizó la carrera de Ingeniería Agrónoma en Alepo (Siria), deseaba continuar con su formación académica, pero su país le forzaba cursar el servicio militar obligatorio. Esta circunstancia, unida a la situación siria, "hicieron que me marchase fuera a estudiar un máster", explica a Efe este refugiado.


Con el propósito de salir de su país, comenzó a buscar diferentes destinos. Y encontró una beca para cursar un máster internacional sobre el aceite de oliva en la Universidad de Córdoba. Así que decidió probar suerte: rellenó la solicitud y fue uno de los seleccionados.


Aterrizó en España a principios de julio de 2011 con algunos ahorros, el visado de estudiante que obtuvo en la embajada de España en Damasco y sin hablar castellano. "Llegué aquí sin saber decir ni una palabra en español", cuenta el joven sirio, así que su primer paso fue realizar un curso intensivo para aprenderlo.


Y desde julio a octubre estudió castellano seis horas cada día.

Aunque reconoce que "no es fácil llegar a un país con otro idioma y cultura después de dejar a tu madre, a tus amigos y tu barrio", cree que estaba preparado psicológicamente para integrarse en la sociedad y en la cultura española.


Durante los dos años que estuvo en Andalucía, sintió la presión de tener que aprobar el máster para seguir becado y, en ocasiones, le resultaba complicado debido al idioma, porque "si tú necesitas una hora para estudiar cinco páginas, yo necesito un día".


Cuando finalizó el máster, comenta que la siguiente barrera a la que tuvo que enfrentarse fue a la falta de dinero. Al llegar a España traía ahorros, pero se gastaron, así que no podía volver porque comenzó la guerra y no tenía dinero para regresar.


Una amiga pudo ayudarle económicamente y le hospedó en su casa. Durante cinco meses estuvo trabajando en restaurantes de comida árabe y luego decidió trasladarse a Madrid para conocer cómo era la vida en la capital.


Vivió durante ocho meses (desde marzo hasta octubre de 2014) en un centro de refugiados del distrito madrileño de Vallecas donde recibía una cuantía económica mensual destinada a transporte y a gastos personales, al tiempo que buscaba trabajo. Allí pudo ver que a los refugiados necesitan "realizar más cursos para poder integrarse".


Así, tras tres años asentado en España con un visado de estudiante que renovaba anualmente en marzo de 2014 decidió solicitar asilo. "La situación se volvió peligrosa en mi país y no tenía otra solución" y relata que, desde que realizó la solicitud de asilo, sólo tardaron cuatro meses en otorgarle el reconocimiento de refugiado.


Desde entonces, tiene la residencia de refugiado en España por un periodo de cinco años, y no sabe si pasado este tiempo podrán renovarla porque "depende de la situación que haya en Siria y la regulación de España", manifiesta.


Está solo en España desde que aterrizó el 2011. Tiene cinco hermanos: dos chicas, médicas, que viven como refugiadas en Alemania desde hace siete meses y otra hermana que está asentada en Arabia Saudí con su marido.


Sin embargo, "mi madre, una hermana y un hermano siguen en Siria, de vez en cuando pueden hablar por Whatssap", pero cuando el conflicto es más fuerte internet no funciona, "a veces pasamos tiempo sin contacto y estoy preocupado", añade.

Ellos viven en una ciudad situada a treinta minutos de Alepo, donde su hermana tiene una clínica médica (es la única doctora mujer que queda la ciudad) y el hermano va a la universidad, mientras cursa el servicio militar obligatorio.


En octubre de 2015, gracias a una beca, comenzó a estudiar un doctorado en la Universidad Complutense, donde actualmente investiga sobre el consumo del aceite en la freidura.

Ahora puede vivir con el dinero de la beca, pero explica que es un contrato que se renueva anualmente y que no sabe si el año que viene podrá continuar con su investigación.


Sobre su futuro, pese a saber que es incierto, le gustaría acabar el doctorado y poder trabajar en medicina. "Quiero seguir en España porque me gusta el país, ya conozco el idioma, la cultura, cómo piensa la gente... Ojalá que encuentre trabajo y pueda seguir aquí", asegura.

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