El aliado, el descreído y el impasible

Albert Rivera, Pablo Iglesias y Mariano Rajoy, tres posturas muy diferentes en el debate de investidura.

Albert Rivera, Pablo Iglesias y Mariano Rajoy
Albert Rivera, Pablo Iglesias y Mariano Rajoy
Efe

Mientras Pedro Sánchez daba su discurso como candidato a la investidura, tres dirigentes políticos le observaban desde muy distintas posturas, tanto físicas como ideológicas.


Por un lado Albert Rivera, quien, como buen aliado y firmante del único acuerdo que ha logrado Sánchez, seguía con semblante serio e incluso solemne la intervención del líder socialista, asintiendo en más de una ocasión sus palabras y con una aparente atención total a todo lo que decía.


Por otro, Pablo Iglesias, quien tenía en su rostro una permanente -aunque irónica- sonrisa, y exageraba sus gestos en varias ocasiones, como al abrir los brazos o negar con la cabeza para mostrar incredulidad o aplaudir con sorna a Sánchez cuando agradecía a Ciudadanos el pacto firmado con el PSOE.


Y finalmente Mariano Rajoy. Con las piernas cruzadas, mirando de lado a Sánchez y comiendo un caramelo con gesto impasible -que se tornaba en media sonrisa cuando los ataques iban hacia él-, el jefe del Ejecutivo en funciones parecía querer transmitir su indiferencia ante este debate que él siempre ha considerado un fraude.


No tenía pues el líder del PSOE un público muy amigable en el Congreso. A excepción, claro, de su mujer y sus padres, sentados en la tribuna de invitados en la que también había dirigentes y barones socialistas, y de su bancada, que no dejaba de interrumpirle con sus aplausos. Desde el minuto uno.


Aplausos que tardaron poco en estar acompañados de los abucheos del PP en este hemiciclo que, en lo que a ruidos se refiere, parecía seguir siendo bipartidista. Los de Ciudadanos y los de Podemos estuvieron, por el contrario, bastante callados.


Mucho se enfadaron los 'populares' cuando Sánchez dijo que el mandato que dieron los votantes el 20 de diciembre fue el de abandonar las políticas del Gobierno de Rajoy.


También fueron muchos y muy variados los gestos, como el de la palma de la mano en la cara que hizo Jorge Moragas o las manos a la cabeza que se llevo, en otra ocasión, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.


Pero lo que parecía que iba a ser un combate entre palmas socialistas y reproches 'populares' fue decayendo con el discurso, que para muchos diputados resultó demasiado largo.


Y un discurso en el que el líder socialista cometió, según comentaba a Efe una veterana diputada, un error de novato: miraba a Rajoy más que a cualquier otro, en lugar de ignorar al PP y dirigirse al conjunto del pleno o, en todo caso, a su aliado Rivera o a Pablo Iglesias, a quien ha pedido implícitamente su apoyo en más de una ocasión.


"¡Venga, Pablo!", gritaba un diputado del PSOE cuando Sánchez miraba a Iglesias para sugerir que las reformas que propone podrían empezar a acometerse la semana que viene si Podemos tuviese a bien apoyarlo.


El líder de Podemos mantenía la sonrisa mientras tomaba alguna nota en su cuaderno preparando ya la réplica de este miércoles. Rajoy apenas apuntó algo en un papel, ya tenía a Soraya Sáenz de Santamaría y a Moragas tomando apuntes. Y Albert Rivera estuvo, de principio a fin, quito y atento a su 'compañero' Sánchez.


Tras más de hora y media de discurso, Pedro Sánchez finalizaba pidiendo a todos sacar a España del bloqueo en que se encuentra. Algunos echaban de menos en este cierre la contundencia que tuvo el candidato al empezar, cuando advertía lo que muchos piensan: que si no hay acuerdo los ciudadanos pensarán que los políticos han hecho mal su trabajo.


Decenas de diputados se habían levantado ya cuando los socialistas seguían aplaudiendo a Sánchez y antes de que Patxi López diese por concluida la sesión.


Luego, llegaron las reacciones de los partidos desde el escritorio y la salida masiva de diputados e invitados.


Unos y otros se mezclaban con el hervidero de periodistas, cámaras de televisión y fotógrafos que plagaban el Congreso para este debate tras el que empezará a correr el reloj hasta principios de mayo. Y si la cosa sigue igual, para convocar a los españoles a unas nuevas elecciones.

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