Pablo Iglesias, de paseo sin selfis por París

El líder de Podemos ha estado en París en dos actos con militantes del partido.

El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, posa delante del Panteón junto a militantes del círculo de Podemos.
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, posa delante del Panteón junto a militantes del círculo de Podemos.
Efe

Para el común de los mortales, resulta imposible caminar por el centro de París sin tropezar con una pareja haciéndose el inevitable selfi. Pero lo que a muchos les supone una condena, para Pablo Iglesias, líder de Podemos, es lo contrario: aquí puede librarse por un día de ser el protagonista de las autofotos.


Y ni por esas: en el viaje de tres días que Iglesias ha realizado a la capital francesa también debió atender solícito las peticiones de curiosos no solo españoles, sino también franceses, donde se observa con atención el fenómeno de la formación morada.


A Iglesias se le percibe algo cansado, saturado de una vida bajo el foco. Con la cercanía de las elecciones autonómicas catalanas y a continuación las generales en España, la espiral solo puede ir a más.


Tal vez por eso, en sus dos actos con militantes de Podemos en París, Iglesias no pareció especialmente interesado en darse un baño de masas. Lo suyo, arguyen quienes lo conocen bien, es mirar a la cara de su interlocutor y convencer gracias a su poderosa oratoria.


Le preocupa, reconoce, ser percibido como un político más, aunque su discurso no es ajeno ya a la capacidad de dar un muletazo a las preguntas más incómodas.


Y también inquieta a quienes le rodean lograr desprenderle de cierta imagen agresiva, necesaria cuando era un desconocido para hacerse notar, pero que ahora se intenta suavizar.


Al igual que el equipo que lo acompaña, Iglesias apenas aparta la vista de una pantalla, sea la de un móvil, la de una tableta... También aprovecha cuando puede para hojear los diarios franceses, un idioma en el que, sin llegar a dominarlo, consigue desenvolverse.


Su cargada agenda en París no le ha permitido seguir a la selección española en el Eurobasket que se está disputando en la actualidad.

Nunca ha ocultado su devoción por el baloncesto, un deporte en el que, se muestra convencido, "la táctica es lo más importante". Como en la política, claro está.


Deja sentir cierta nostalgia por grandes jugadores de la selección como Jorge Garbajosa, en los que la inteligencia y el sentido estratégico primaban sobre el aspecto puramente físico.


Llama la atención que Iglesias, a quien se ha criticado por dejar a las mujeres fuera de la cúpula de Podemos, esté rodeado de colaboradoras.

Él asume que por desgracia "hay un machista dentro de cada hombre", y asegura que prefiere trabajar con mujeres, a quienes considera mejores y más trabajadoras.


Y además de mujeres, son jóvenes. Mucho.

Su equipo asume que su inexperiencia puede acarrear cierto grado de amateurismo, pero al mismo tiempo defiende que ahí reside su virtud: no están contaminados ni han asumido los dogmas incuestionables con los que funcionan otros partidos.


El entusiasmo está fuera de duda, pero también el respeto y admiración con los que tratan al líder. Cada vez que en el grupo se pronuncia la palabra "Pablo" se hace al mismo tiempo con cercanía y reverencia.

Los paseos por París terminaron con el regreso a Estrasburgo para participar en una votación en el Parlamento Europeo.


El domingo, delante de Nôtre Dame, mientras conversaba con Juan Carlos Monedero -con quien sigue manteniendo una estrecha relación-, un joven reclamó a Iglesias un selfi.


Con una sonrisa, Iglesias accedió. Al fin y al cabo, tan solo se trataba del primero de la tarde.

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