Del cenit al ocaso en menos de una década

El ministro del 'milagro' económico desmoronó su idealizada figura en unos meses en Bankia.

Rodrigo Rato
Rodrigo Rato
AFP

En los 11 años que han transcurrido desde que dejara de ser el vicepresidente económico del Gobierno, Rodrigo Rato se ha movido a través de un camino repleto de baches que ha concluido en su detención. El "artífice del milagro económico" de finales de los años 90, encumbrado por todos los organismos internacionales y elevado a las alturas por sus compañeros del Partido Popular, se ha convertido en una rémora para el sector financiero y empresarial y una piedra en el zapato de algunos de sus más allegados en la política.


Durante los ocho años en los que estuvo al frente de la economía española, como vicepresidente de los dos gobiernos de José María Aznar, Rato consiguió darle la vuelta a la situación por la que atravesaba el país. Todas las miradas apuntaban a este discreto perfil político, pero formado en algunas de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, para ponerse hacerse cargo del mandato económico tras la primera victoria del PP en 1996. Su milagro consiguió que España accediera al euro en tiempo récord. Eran los primeros años de crecimiento, creación de empleo y, también, burbuja inmobiliaria.


Pero ni siquiera esto le sirvió para convertirse en el sucesor de Aznar al frente del PP. Estaba en la carrera electoral popular, pero su tibia postura contraria a la guerra de Irak le valió el futuro político. El entonces presidente del Gobierno designó a Mariano Rajoy como su candidato a las elecciones de 2004. Aunque el PP las perdió. Rato consiguió un escaño, pero a los tres meses abandonó el Congreso. Entonces comenzó una nueva etapa.


En la última década, ha dejado huella en todos los puestos de responsabilidad pública por los que ha pasado. Y casi nunca para bien. Aunque casi siempre se ha descubierto a posteriori. No extrañó su nombramiento como director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), gracias a su bagaje como gestor. Hasta 2007, estuvo al frente de esta institución que abandonaría por motivos personales. No había razón aparente para las críticas, hasta que cuatro años después, un informe del FMI criticaba la actuación de este organismo, incluido el periodo de Rato como responsable, por no haber previsto la crisis.


Pero para entonces, Rato ya ocupaba el cargo del que se han desprendido la mayoría de sus males:_la presidencia de Caja Madrid. Llegó a la entidad (2010) en plena crisis, con el sistema financiero puesto en duda y la misión de reflotarla. Pero abandonó la entidad -transformada en Bankia después de un tortuoso proceso de fusiones con otras cajas- a punto de ser intervenida, después de que se acusara a su dirección de falsear las cuentas del banco (decía que ganaba 305 millones pero necesitó una inyección de capital público superior a los 24.000) y tras haberla sacado a Bolsa en una operación nefasta para los pequeños inversores, que hoy reclaman por estafa al banco. La imagen de un Rato complaciente tocando la campana en la Bolsa de Madrid sigue repiqueando a día de hoy.


Al dejar Bankia, se le han ido acumulando verdaderos problemas judiciales que la figura emergente de Rato consiguió ocultar hasta en los mejores años de su vida profesional. Sobre él pesan acusaciones de falsificación de cuentas, administración desleal, apropiación indebida... Pero sobre todo, la Audiencia Nacional le acusa de haber producido "un grave perjuicio a la economía nacional". Para encender aún más los ánimos de los ciudadanos, también está implicado en el caso de las tarjetas opacas: gastos suntuosos a cargo de una entidad en quiebra mientras fue su presidente y hasta el último día del mandato. Sólo mantenía intacta su figura en el ámbito personal. Pero la investigación de Hacienda también podría desmontar del todo el mito de buen contribuyente.