Opinión

El discurso de los analfabetos

 Tras una experiencia internacional te das cuenta de que tu lengua, como cualquier otra lengua, no es más que una herramienta de comunicación. Que lejos de tu país, poco importa la identidad de tu lengua cuando ésta se vacía de utilidad y no te sirve para comunicar. Así que o aprendes el nuevo idioma o la más nimia de las acciones cotidianas, como ir a comprar el pan o preguntar por una calle, se convierte en algo molesto. Pero hay algo peor que eso: si no puedes hablar dejas de conocer a toda esa gente interesante que se cruza en tu camino; no puedes saludar a las madres del nuevo colegio de tus hijos; no puedes hablar con los profesores; no puedes hacer nuevos amigos. En definitiva, si no te comunicas, tu vida se empobrece y tú te marginas.


Pero la cosa no acaba ahí. Si tú misma eres una persona comunicativa, el sufrimiento aumenta. La gente suele ser buena gente en todas partes y se esfuerza por entenderte si intentas chapurrear algo: “Lo importante es comunicar” es la frase que más escuchas y piensas “aunque sea destrozando el idioma a cada palabra”. Entonces, no puedes evitar que un sentimiento nuevo, que no logras identificar, te embargue. Y un día le pones nombre: te sientes analfabeta. Claro, que si sabes leer y escribir y hasta tienes carrera universitaria que has ejercido durante años, es normal que te cueste identificar el analfabetismo, “¿analfabeta yo?...de qué”. Pero así es. Y te sientes mal.


Existe el mito de que un idioma se aprende viviendo en el país. Falso: o lo estudias o dices cuatro frases mal dichas. Y te pones a ello igual que te pondrías a aprender a leer si descubrieras con más de 40 que no se puede ir por la vida siendo analfabeta. Y también piensas que ojalá no existiera más que una lengua, cualquiera, pero que la hablara todo habitante del Planeta Tierra, que facilitaría mucho las cosas porque entenderse es maravilloso. Y también te das cuenta de que eso es imposible.


Tras una experiencia internacional vuelves con la cabeza refrescada y con algunas ideas claras: Que cada uno tiene que conocer su propia lengua a la perfección y, además, otra para entenderse con el resto del mundo. La experiencia me ha demostrado que esa otra es el inglés. Por mí, ojalá fuera el español pero pretender que un “guiri” aprenda los siete tiempos pretéritos que tiene nuestro idioma, me parece imposible.


Que hay lenguas que resultan fáciles y otras difíciles. A un español le resulta relativamente fácil aprender italiano, portugués e incluso francés. Sin embargo, ¿alguien me puede explicar por qué después de estudiar inglés desde los tres años hasta los 18 en el colegio, que se dice pronto, eres incapaz de entender una sola frase y mucho menos de pronunciarla? Por mucho que digan o por muy mal que lo enseñen, el inglés, para un español, es difícil.


Que si sabes español, te puedes entender con muchísima gente, no sólo porque haya una millonada de hispanohablantes también porque otra millonada lo están aprendiendo. Y si sabes español e inglés, estás salvado allá donde vayas.

Por eso, cuando vuelves a España y escuchas que en Cataluña, País Vasco y Galicia la política lingüística está encaminada a obviar el español en la escuela piensas: “Se han vuelto locos, pero locos de remate”. Hay que ser muy analfabeto o muy retorcido para lanzar un discurso que presente el español como una especie de atentado a la identidad de un pueblo o contra la lengua propia de ese pueblo. Qué error plantear aprender español versus catalán, gallego o euskera. Este planteamiento de guerra de lenguas es malo. Pienso que los chicos escolarizados en comunidades autónomas con lengua propia deben aprender las dos, hayan nacido allí o estén de paso. Tan absurdo me parece vivir unos años en Barcelona y no aprender catalán como salir de allí y hablar un mal español. Claro, que eso se entiende mejor cuando en vez de pensar en clave política se piensa en clave de comunicación, que hablando de idiomas debería ser lo importante.


Pero así son las cosas o así se sienten. Aconsejo una experiencia internacional si se tiene la oportunidad porque es “mano de santo” para erradicar el analfabetismo y la ocasión para darte cuenta de que: El discurso de los analfabetos impone analfabetizar a los niños desde pequeños. El discurso de los analfabetos pretende convencer a los padres de que analfabeticen a sus hijos y elijan para ellos una educación en la lengua que les mantendrá bien arraigados a su pueblo de por vida y por obligación. Flaco favor que no sé hasta que punto esos hijos agradecerán de mayores.


El discurso de los analfabetos ha convertido la lengua en un arma que en vez de servir para entenderse sirve para desentenderse, cargándola de ideología y vaciándola de lo esencial: la comunicación.


Y una anécdota: cuando dices por ahí que eres española, el extranjero en cuestión siempre exclama: ¡Barsselona! Y una piensa: si supiera…


Marta Román es periodista