AUSTRIA

La extrema derecha acapara el 30 por ciento del voto en Austria

Los socialdemócratas austríacos han logrado mantenerse como el partido más votado en las elecciones generales anticipadas del domingo, pero la extrema derecha ha sido la vencedora virtual, al acaparar entre dos formaciones casi el 30 por ciento del apoyo popular.


Heinz Christian Strache, presidente del Partido Liberal Austríaco (FPÖ) y discípulo del líder populista Jörg Haider, ha acaparado el 18 por ciento de los sufragios, mientras que éste casi ha triplicado el apoyo popular hasta el 12 por ciento, según el escrutinio provisional.


El descontento generalizado por una fracasada coalición de los socialdemócratas (SPÖ) con los populares conservadores (ÖVP) en los últimos 18 meses ha pasado factura a estos dos partidos, que se han resentido de manera especial.


En una primera reacción, Haider, la bestia negra para algunos dirigentes europeos hace ocho años, no ha descartado ninguna alianza para formar gobierno, una ardua tarea en vista de la fragmentación parlamentaria, e incluso ha hecho un guiño a Strache para reunificar a sus respectivos partidos.


El Partido Socialdemócrata Austríaco (SPÖ), encabezado por el actual ministro de Infraestructura, Werner Faymann, ha mantenido la primera posición, aunque con una pérdida de casi 7 puntos porcentuales, y se enfrenta a una dura papeleta para formar un Ejecutivo estable, puesto que ha descartado a posibles socios de la derecha radical como Strache.


Este dirigente de 39 años no ha desperdiciado la ocasión para hacer una campaña electoral de tono claramente xenófobo y explorar los instintos más bajos del electorado, buscando parásitos y maleantes reales o imaginarios entre la colonia extranjera de este rico país alpino.


De momento, Strache ya ha exigido la jefatura del gobierno, una aspiración que se contradice con la tradicional costumbre de que sea el candidato del partido más votado el que reciba el encargo del presidente de la República para formar un nuevo Ejecutivo, lo que corresponde, en principio, al socialdemócrata Faymann.


A la hora de buscar responsables de los malos resultados electorales entre los dos partidos de la "gran coalición" no se salva el actual canciller federal, Alfred Gusenbauer, ante todo, por su notoria falta de liderazgo y carisma.


Gusenbauer ha permanecido escondido del público en las últimas semanas hasta el punto de que la cadena pública austríaca de televisión ORF contó el chiste de que era más fácil encontrar al líder terrorista de Al Qaeda, Osama Bin Laden, que al canciller.


Esta bien calculada estrategia de los socialdemócratas tenía por objeto no agravar el desprestigio y desgaste sufridos por este partido durante la breve legislatura con la presencia de un político que no ha sabido llevar a buen puerto un gobierno de coalición.


En la cúpula de los conservadores, el actual vicecanciller, Wilhem Molterer, será posiblemente sacrificado para ser reemplazado por un dirigente más eficaz y popular, como el actual ministro de Medio Ambiente, Josef Pröll, según circula en los mentideros de Viena.


En una primera reacción, Pröll ha rechazado entrar en el debate sobre cambios en la dirección del ÖVP, pero ha confirmado la necesidad de abordar las causas de la fuerte sangría de votos sufrida hoy por el segundo partido de coalición.


Ahora, las miradas están puestas en Faymann, un ex concejal del ayuntamiento de Viena y titular de Transporte, Innovación y Tecnología en la recién concluida legislatura, que se ha perfilado por su pronunciado populismo y una permanente sonrisa.


Sin embargo, quienes le conocen de cerca afirman que tampoco abandona la sonrisa para pisar los cadáveres políticos que deja por el camino, cuando hace falta.


Faymann no ha hecho ascos a aliarse con el periódico sensacionalista de más tirada del país, el Kronen-Zeitung, para sacar partido de la aversión popular contra "los dictados" de la Unión Europea y pedir consultas nacionales sobre temas como el Tratado de Lisboa.


Por cuestiones ideológicas, el líder socialdemócrata ha descartado durante la campaña electoral una coalición con los radicales derechistas de Strache y Haider.


Un cambio de esta postura le acarrearía una pérdida de credibilidad que dejaría aún peor parado a un partido que en sus mejores momentos, en la década de los años ochenta, bajo la presidencia del canciller federal Bruno Kreisky, ostentaba una cómoda mayoría absoluta.