DIPLOMACIA

Inocencio Arias: "En los cócteles aprovechas para hacerte el encontradizo"

Lleva más de 30 años dejando a España en buen lugar. El ahora cónsul general en Los Ángeles ha escrito un nuevo libro, 'La trastienda de la diplomacia', junto a la periodista Eva Celada.

Inocencio Arias: "En los cócteles aprovechas  para hacerte el encontradizo"
Inocencio Arias: "En los cócteles aprovechas para hacerte el encontradizo"
OLIVER DUCH

¿Sabía usted que en junio de 1976, durante la primera visita de los Reyes a Estados Unidos, el Metropolitan de Nueva York exponía ocho cuadros de Goya? ¿O que la Reina estuvo a punto de vestir de negro el día de la coronación, en vez del traje fucsia que finalmente lució, para no ofender a la familia de Franco? ¿Que la última vez que Juan Pablo II visitó España, en 2003, a los postres de un almuerzo el Papa, ya muy enfermo, pidió hacer "algo muy español, una siesta"? ¿O que Nancy Reagan no daba un paso sin la aprobación de su astróloga y Raisa Gorvachov acaparaba todas las conversaciones y no dejaba meter baza a nadie? Son algunas de las anécdotas que el diplomático Inocencio Arias (Almería, 1940) desgrana en su libro 'La trastienda de la diplomacia. De Eva Perón a Barack Obama, 25 encuentros que cambiaron nuestra historia' (Plaza Janés), escrito al alimón con la periodista Eva Celada.

Ha escrito un libro muy cotilla...

Muchas gracias. No quería presentar la diplomacia como algo aburrido, sino entretenido. Es un libro divulgativo y ameno.

¿Es la diplomacia un arte?

Un arte, y también un oficio. Hay cosas difíciles de aprender; otras no tanto, como que gritar es poco diplomático, pero si se tiene arte y talento se aprende rápido.

Y usted, ¿es un artista?

Lo que llevo es muchos años en el oficio. Aunque siempre queda algo por aprender. Me percaté enseguida de que nunca hay que precipitarse. Es necesario tener calma, saber qué es lo más importante para España en lo que se está hablando.

A veces da la sensación de que la vida del diplomático es jauja. Siempre viajando, en recepciones, codeándose con gente importante...

No somos señoritos, sino altos funcionarios al servicio de un Gobierno. Se nos ve con el prisma dorado del cóctel y la comida, pero eso son instrumentos de trabajo donde te puedes hacer el encontradizo con alguien con quien te interesa hablar en un aparte, pedirle algo. A mí no me gusta beber, de hecho, no bebo casi nunca, y me meten unos coñazos... Muchas veces daría 100 dólares por poder quedarme en casa en zapatillas. No es una tortura, vale, pero hay que tener vocación. Ser trashumante requiere vocación.

¿Se mete mucho la pata?

De vez en cuando. Aunque los diplomáticos españoles son muy profesionales, responsables.

¿Cuál es su anécdota favorita?

Hay tantas... Pero me quedo con un alto cargo de un país africano, no diré el nombre, que, en los años 80, le envió una carta al Rey elogiando a su padre, "el generalísimo Franco".

¿Y la situación más bochornosa que le ha tocado vivir?

Hay momentos en los que te das cuenta de que el que está por encima de ti ha ido a una entrevista sin prepararse lo suficiente y el que tiene enfrente, en cambio, está sobradamente preparado.

¿Quién es el mejor diplomático?

El Rey. Lleva la tarjeta de visita más importante de todas, pero también tiene muchas cualidades. Es una persona muy asequible, cuando conoce a alguien sabe bien cómo tratarle, es campechano, habla idiomas y es un entusiasta del producto que tiene que vender. Disfruta por igual cuando el Barça gana una Copa de Europa que cuando un exportador andaluz vende un producto.

¿Incluso en aquel episodio del '¿por qué no te callas?' que le espetó a Chávez?

Ah, aquello... No se trató de la primera lección del manual de protocolo, pero fue muy comprensible. Chávez estaba violando la regla de oro de la reunión (la cumbre iberoamericana de 2007 en Chile), que es el derecho a hablar sin que te interrumpan durante tu turno, que entonces tenía el presidente Rodríguez Zapatero. El fallo fue de la presidenta anfitriona, Michelle Bachelet, que tenía que haberle pegado un corte. Chávez es una persona encantada de haberse conocido y haberse oído.

¿Y el mejor diplomático extranjero?

Simon Peres, el presidente de Israel, es muy inteligente. También era muy buen diplomático el antiguo secretario de Estado de Estados Unidos con Bush padre, James Baker. Y también Ronald Reagan, pese a lo denostado que estaba por aquí. Tenía mucha mano izquierda. ¿El peor? Se me ocurren cuatro o cinco, pero no los voy a citar.

¿Existe algún modelo protocolario a seguir en el mundo?

El protocolo es diferente en los distintos países, y hay que ir aprendiendo poco a poco. La gracia es no atentar contra las costumbres, creencias, tradiciones o religión de cada cual. Por ejemplo, con los países islámicos hay que preguntar si van a beber vino, porque hay representantes de algunas naciones árabes, no todas, que sí aceptan una copa. El problema se plantea si ellos no quieren tomar, pero tú sí. Hay quien se ofende si lo haces, pero no podemos permitir que nos pisen las costumbres en nuestra propia casa. Depende del anfitrión.

¿Fue diplomático el plantón que Barack Obama encajó a la Unión Europea al anunciar que no acudiría a la cumbre con EE. UU.?

Desde luego, no fue un desplante a España. Nunca se dijo que vendría, fueron ilusiones que nos hicimos. Obama tiene una agenda muy cargada, y además le exaspera no saber a quién dirigirse en la Unión. Sí, incluso ahora que hay un presidente permanente, Herman van Rompuy, sigue sin saber con quién hablar, y eso le pone nervioso. En España estábamos esperando un encuentro cósmico que haría guapos a los feos y altos a los bajitos. A los españoles nos vendieron un noviazgo, ¡pero es que ni siquiera había novio!