Luces y sombras de la misión militar española en Afganistán

Los militares españoles que se desplegaron en territorio afgano participaron en dos misiones totalmente contradictorias: una era de guerra, la llamada ‘Operación Libertad Duradera’, liderada por EE. UU., y otra de paz, con la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF)

Un artillero de un helicóptero Cougar H21 vigila la ruta de Qala-i-Naw a Herat, en julio de 2006
Un artillero de un helicóptero Cougar H21 vigila la ruta de Qala-i-Naw a Herat, en julio de 2006
Gervasio Sánchez

La misión militar española no pudo empezar con peor pie. En 2001, el presidente José María Aznar tomó una decisión trascendental e insensata: participar en la Operación Libertad Duradera, liderada por Estados Unidos, cuyo objetivo era continuar la guerra contra Al Qaeda y los talibanes en Afganistán al mismo tiempo que España se integraba en una misión de pacificación, que un año después sería bautizada como ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad). Aunque la participación española era ridícula, con un puñado de helicópteros avejentados poco preparados para operaciones militares en un conflicto tan complejo como el afgano, la decisión gubernamental ponía en una situación límite a los centenares de militares españoles que ya habían empezado el despliegue en el país asiático. Ambas misiones eran totalmente contradictorias: una era de guerra y otra de paz.

La exclusiva la publiqué en HERALDO y la Cadena Ser. Pedí que enviasen algunas decenas de ejemplares del diario en el siguiente vuelo militar que salía de Zaragoza y le mostré la portada al coronel Jaime Coll, jefe de la misión española, en el mismo aeropuerto de Kabul. Al ver el titular en la portada me dijo en voz alta: "Está claro que yo no te lo he contado". Le respondí: "Coronel, cómo me lo iba a usted a contar si se acaba de enterar ahora mismo. Mis fuentes están en otra parte". La noticia de la involucración de España en una misión de ataque no le hizo ninguna gracia ni a él y a ninguno de sus ayudantes y mucho menos enterarse por los periódicos. Sus 447 soldados, de los que 112 pertenecían a la Agrupación Logística de Zaragoza y otros 54 a los zapadores de la Brigada de Montaña de Jaca, habían venido a participar en una misión asistencial y humanitaria que se contraponía a la militar de Estados Unidos, que ya comenzaba a provocar víctimas civiles durante los continuos bombardeos contra las bases talibanes.

"En 2006, Afganistán ya se había convertido en un Estado descompuesto, fallido y corrupto, controlado por ‘señores de la guerra’"

El coronel Coll, uno de los más jóvenes de su promoción, me permitió que acompañase a sus unidades médicas en las visitas a los barrios más humildes y aceptó que entrevistase a sus soldados con total libertad en un verdadero acto de transparencia informativa en diferentes misiones. Eran tiempos muy curiosos: los soldados españoles iban a comprar a los supermercados y tiendas de Kabul y muchas veces dejaban las armas en los transportes para no importunar a los comerciantes.

Soldados españoles compran en Kabul, en febrero de 2002
Soldados españoles compran en Kabul, en febrero de 2002
Gervasio Sánchez

Las compuertas del Ministerio de Defensa se cerraron a cal y canto cuando 15 meses más tarde, en mayo de 2003, se produjo el desastre del Yak-42 en Turquía con la muerte de 62 militares españoles que regresaban a España tras cuatro meses y medio de misión en Afganistán y Kirguistán junto a doce tripulantes ucranianos y un ciudadano bielorruso. La cobertura periodística de la misión militar española ha estado repleta desde entonces de incidentes muy graves por culpa de la prepotencia de los equipos de comunicación del Ministerio de Defensa, acostumbrados a actuar en función de los intereses de los ministros, casi siempre más preocupados por catapultar sus carreras políticas. Muchos altos oficiales, generales incluidos, han afirmado en privado sentirse enfadados y desilusionados por el silencio informativo sobre la misión en Afganistán.

En 2006, Afganistán ya se había convertido en un Estado descompuesto, fallido y corrupto, dividido en ‘bantustanes’, controlados por ‘señores de la guerra’ sin escrúpulos, que dirimían sus diferencias a tiros. Los 690 soldados desplegados en la zona oeste del país, en las provincias de Herat, Bagdis, Farad y Ghor, tenían que cubrir ciudades urbanizadas y áreas remotas y olvidadas muy mal comunicadas.

Un soldado español hace guardia con un militar afgano (2002)
Un soldado español hace guardia con un militar afgano (2002)
Gervasio Sánchez

Los paracaidistas españoles realizaban decenas de patrullas en la conflictiva provincia de Farad y eran testigos de la animadversión de los habitantes, muy molestos con la insensibilidad de los militares estadounidenses de Libertad Duradera. En su afán de buscar terroristas (talibanes), no diferenciaban las actividades de los insurgentes de la de los campesinos, obligados a plantar la adormidera, con la que se produce la heroína, para sobrevivir o evitar que los talibanes los matasen.

Los médicos militares se seguían enfrentando diariamente a la dura realidad en uno de los países más atrasados del mundo. "Un sistema inmunológico muy débil y unas condiciones higiénicas deficientes permiten desarrollar enfermedades ya erradicadas en nuestro país como la desnutrición grave, la tuberculosis o la diarrea", me explicó el teniente coronel Santiago Pérez, natural de Zaragoza.

"Los médicos militares se seguían enfrentando diariamente a la dura realidad en uno de los países más atrasados del mundo"

El helicóptero artillado que me trasladó de Herat hasta Qala-i-Naw, en una visita relámpago por culpa, de nuevo, de la insensibilidad de los burócratas de Defensa, obsesionados desde Madrid por controlar y obstaculizar el trabajo del periodista, sobrevoló pequeñas aldeas de casa de adobe a muy baja altura, raspando las colinas y provocando la huida de las ovejas espantadas por el zumbido de los rotores. Era un viaje de cuarenta minutos muy cómodos.

Médicos militares españoles pasan consulta en el dispensario (2002)
Médicos militares españoles pasan consulta en el dispensario (2002)
Gervasio Sánchez

Durante años, a mi compañera Mònica Bernabé, la única periodista que vivía permanentemente en Afganistán, se le negaron los traslados en estos mismos helicópteros, obligándola a viajar cubierta con un burka durante nueve horas por carreteras controladas por los talibanes. La desvergüenza con la que actuó Defensa durante los años de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero fue tan escandalosa que prefirieron que los periodistas arriesgaran sus vidas antes que ayudarles a desarrollar su trabajo.

La retirada del contingente español de la provincia de Bagdis no se pudo hacer en una fecha más imprudente durante el gobierno de Mariano Rajoy. Era septiembre de 2013, apenas seis meses antes de que se celebrasen unas elecciones presidenciales trascendentales para el futuro del país, previstas para abril de 2014. La OTAN había pedido a España mantener sus bases militares hasta finales de 2014 para que hubiese un despliegue eficiente de las fuerzas de seguridad afganas. España se marchaba 15 meses antes de la fecha pactada con Bruselas, cuando los ataques de los talibanes se habían multiplicado.

Soldados españoles desembarcan en Kabul procedentes de Zaragoza (2002)
Soldados españoles desembarcan en Kabul procedentes de Zaragoza (2002)
Gervasio Sánchez

Los traductores bajo la amenaza talibán 

El 12 de setiembre de 2013, más de una veintena de traductores afganos atemorizados, que habían trabajado con el contingente militar español, pidieron por carta en la Embajada Española de Afganistán asilo político y protección subsidiaria en España ante el temor fundado de sufrir ataques contra su integridad física por parte de los talibanes. Defensa aseguró que en marzo de 2013 había activado un programa de acogida para facilitar la reintegración de todas las personas afganas contratadas "en los entornos (en Afganistán) que ellos mismos eligieran y en condiciones de seguridad, en reconocimiento a los servicios prestados". El propio director de Comunicación de Defensa de entonces, Diego Mazón, aseguró a este periodista que "el plan de acogida no es un decreto oficial, ni ha salido en ningún boletín ni nada similar". Pero todos los traductores consultados aseguraron que jamás recibieron el ofrecimiento de acogerse a este plan hasta que empezaron las denuncias por el abandono que estaban sufriendo. Fue entonces cuando Defensa decidió contratacar y coaccionó a uno de los traductores para que retirase su petición de asilo si quería ser ayudado económicamente y se le quiso obligar a firmar un documento retractándose. El traductor, cuya casa ya había sido destruida por los talibanes a mediados de agosto de 2013, se negó a firmar. Fue citado por cuatro militares, entre ellos un teniente coronel y un comandante, y grabó la conversación de 40 minutos. El traductor les recordó que llevaba más de tres años trabajando con ellos en las zonas más conflictivas y que había sido herido por la explosión de un artefacto. Les insistió en que no podía firmar el documento porque "me estaría cortando las manos al tener que quedarme en Afganistán bajo la amenaza de los talibanes".

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