Macron, la precoz conquista del poder que revolucionó el paisaje político

Su elección como presidente de la República francesa frenó las aspiraciones de la ultraderechista Le Pen

El presidente francés, Emmanuele Macron
El presidente francés, Emmanuele Macron
Christophe Archambault/Reuters

El socioliberal Emmanuel Macron conquistó el poder en Francia a los 39 años, convirtiéndose en el presidente más joven de su historia, con una apuesta renovadora que revolucionó el paisaje político francés y europeo.

Su victoria aplastante en las presidenciales de mayo frente a la ultraderechista Marine Le Pen frenó el avance populista en una de las potencias del viejo continente y acabó con la supremacía de los partidos tradicionales franceses.

Macron triunfó con un partido creado menos de un año antes de las elecciones, con propuestas novedosas, un programa de inspiración liberal pero con matices sociales que acabó por romper la dialéctica que durante décadas había enfrentado a la izquierda y la derecha.

Además, asumió un proyecto decididamente europeo que, en sus primeros meses en el Elíseo, completó con una línea medioambiental que han reforzado su popularidad dentro y fuera de su país.

Cuando Macron abandonó la cartera de Economía del Gobierno del socialista François Hollande en agosto de 2016, tras dos años en el cargo, pocos pensaban que su reto le conduciría a la Presidencia.

Joven, de tendencia liberal, exbanquero de negocios, Macron consideraba que la maquinaria del Estado frenaba las reformas necesarias para dinamizar el país.

Con esa apuesta lanzó un movimiento político, ¡En Marcha!, que obligó a los partidos tradicionales a extremar sus ofertas electorales, en ambos casos surgidas de elecciones primarias.

La derecha, que se las prometía muy felices tras el impopular balance de Hollande, optó por el más conservador de sus candidatos, François Fillon, mientras que los socialistas apostaron por el más izquierdista, Benoît Hamon.

Macron, cuyo programa bebía de las fuentes de uno y de otro, acabó por desdibujar sus proyectos, el conservador empujado a competir con la ultraderecha, el socialista a rivalizar con el neo-comunista Jean-Luc Mélenchon.

En el cara a cara contra Le Pen en la segunda vuelta, el socioliberal emergió como un candidato sólido, apoyado en una propuesta audaz frente al repliegue identitario que proponía su rival.

Su programa de liberalización económica quedó en un segundo plano frente a sus propuestas europeístas y modernizadoras que convencieron a dos tercios de los franceses.

Instalado en el poder, Macron hizo todo lo posible para no caer en la laxitud que había reprochado a su predecesor y multiplicó las iniciativas políticas.

Enseguida lanzó la reforma del mercado laboral por decreto, tal y como había prometido en campaña, redujo impuestos a las grandes fortunas y a las empresas y reformó la educación, sin dar tiempo a la oposición de responder a la batería de medidas ni a los sindicatos a organizar una respuesta en las calles.

Nombró a un primer ministro, Edouard Philippe, surgido de las filas de la derecha y un Gobierno compuesto por neófitos de política y elementos de todos los partidos tradicionales, boquiabiertos frente a ese movimiento.

Su popularidad se hundió en verano y alcanzó mínimos históricos, pero apoyado en una comunicación muy controlada, Macron fue remontando hasta el punto de acabar el año en una posición confortable, cercana a la que le llevó al Elíseo.

A ello ha contribuido el buen rumbo de la economía francesa y que en su periodo el país no ha sufrido ningún gran atentado terrorista, tras la oleada que martirizó al país entre 2015 y 2016.

Macron ha sabido apoyarse en la política internacional para devolver a sus ciudadanos "el orgullo de su país", afirma un experto en comunicación citado por 'Libération'.

Una estrategia que le ha valido también forjarse una imagen de gran impulsor de la construcción europea y de referente frente a los impulsos unilaterales del presidente estadounidense, Donald Trump.

A este último se ha enfrentado de forma abierta en diversos escenarios internacionales, como el acuerdo nuclear con Irán o la decisión de Washington de reconocer Jerusalén como capital de Israel.

Pero, sobre todo, tras la decisión de Trump de abandonar el acuerdo climático de París de 2015, que ha permitido a Macron presentarse como el gran defensor de la lucha contra el cambio climático en el mundo y contrarrestar su imagen de halcón neoliberal.

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