"Ya no me sentía una persona, sólo una esclava"

Entre 15.000 y 25.000 nigerianas son obligadas a prostituirse por las calles de las ciudades italianas tras emigrar con falsas promesas de encontrar un trabajo digno en Europa.

Ocho de cada diez ejercen la prostitución contra su voluntad
Ocho de cada diez ejercen la prostitución contra su voluntad
Anesvad

Cuando los italianos recorren en coche España, se quedan con la boca abierta al ver a las afueras de las ciudades esos edificios con llamativas luces de neón en los que se mercadea con el sexo. En su país la prostitución no está prohibida, pero sí lo están los burdeles, por lo que a las meretrices les toca trabajar a domicilio o, en la mayor parte de los casos, en plena calle. En las vías de acceso a cualquier ciudad italiana puede encontrarse incluso a luz del día a un gran número de mujeres y a algunos transexuales que esperan a que los clientes detengan sus automóviles para alquilar durante unos minutos su cuerpo. En un sector donde funciona las ley de la oferta y la demanda como en cualquier otro, la llegada masiva de inmigrantes en los últimos años a través del Mediterráneo ha tirado los precios por los suelos: por entre 10 y 15 euros en el sur del país y por unos 30 en el norte, las nigerianas están dispuestas a realizar una prestación sexual.

Blessing Okoedion era una de ellas. "Cuesta creerlo, pero llega un momento en que te acostumbras a la esclavitud. O al menos piensas que te acostumbras, porque tienes miedo, lloras y te lamentas de tu situación. Dentro de nosotras todas deseamos ser libres, ninguna quiere destruirse a sí misma para enriquecer a los criminales y a sus familias. Yo llegué a un momento en que me sentía muerta. Ya no me sentía una persona, sólo una esclava, un producto para usar y vender". Originaria del sur de Nigeria, esta enérgica mujer de 30 años y mirada penetrante llegó a Italia en 2013 con la promesa que le hizo una conocida de que podría trabajar en casa de un familiar que había emigrado. "Cuando llegué aquí me dijeron que el único empleo que me esperaba era la prostitución". No le quedó más remedio que hacer la calle para pagar la deuda contraída con los traficantes. Esta oscila entre los 30.000 y los 60.000 euros, según los casos.

"Se estima que en Italia hay entre 30.000 y 50.000 mujeres obligadas a prostituirse, la mitad de las cuales son nigerianas", cuenta Anna Pozzi, coautora junto a Okoedion del libro 'Mercanti di Schiavi' (Mercaderes de esclavos). Pozzi recuerda que un informe de la Organización Internacional para las Migraciones sostiene que son víctimas de la explotación sexual el 80% de las nigerianas llegadas a Italia, un sufrimiento que continúa luego en Europa. Los inmigrantes de ese país, paradójicamente uno de los más ricos de África, han crecido de forma exponencial en los últimos años y suponen hoy la nacionalidad más común entre los que arriban a los puertos italianos tras zarpar desde las costas libias. "En Benin City he encontrado a muchas chicas preparadas para partir con un sueño sencillo de trabajar como niñeras o peluqueras en Europa. La mayoría de ellas no han ido a la escuela y son casi analfabetas, lo que las hace doblemente vulnerables para las redes criminales", cuenta Pozzi, fundadora de la ONG 'Slaves no more' (No más esclavos) para combatir esta lacra.

Okoedion consiguió reunir el coraje suficiente para denunciar su situación y escapar del infierno en que se había convertido su vida en Castel Volturno, una localidad cercana a Nápoles que, junto a Turín en el norte del país, constituye la capital de la prostitución de nigerianas en Italia. "No fue nada fácil ni siquiera conseguir la dirección de la comisaría. No podía preguntárselo al pastor de mi iglesia, porque él mismo es un traficante. Probé a hablar con un hombre italiano, pero se limitó a preguntarme cuánto cobraba. Hablé con una mujer y me dijo que no me daba dinero. ¿Por qué razonan así? Nos humillan con sus palabras y con otras cosas también".

Pagar la deuda

Tras contar finalmente a la policía que era víctima de la trata, Okoedion pudo rehacer su vida en una casa de acogida gestionada por religiosas ursulinas y hoy trabaja como mediadora cultural tratando de que otras nigerianas sigan sus pasos. "Muchas chicas ni siquiera saben cuándo terminan de pagar su deuda. Es la madama la que te dice cuándo estás libre". Estas mafias están en su mayoría formadas por nigerianos, que cuentan con la aquiescencia de los grupos criminales italianos que controlan las zonas donde operan las meretrices.

La experta suiza Katja Meier, autora de 'Across the Big Blue Sea' (Cruzando el gran mar azul), en el que describe las dificultades que encuentran los inmigrantes y refugiados en Italia, confiesa lo difícil que resulta sacar a estas mujeres de la prostitución. "El factor económico es muy potente", subraya. "No vienen a Italia con el sueño de trabajar en la calle, pero luego se dan cuenta de que es la forma más rápida de pagar su deuda y piensan que después podrán ganar para ellas. Algunas logramos que trabajen en otras cosas, pero hay quien regresa a la calle porque se gana más que en otros empleos a los que tienen acceso, como limpiadora o empleada de hogar".

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