La hipocresía de 'Donald de Arabia'

Las redes sociales estallan contra el presidente, que se deja agasajar por quienes consideraba 'enemigos' cuando no gobernaba.

Trump recibe una condecoración del rey Salman, durante su visita a Riad.
Trump recibe una condecoración del rey Salman, durante su visita a Riad.
Efe

En Washington le llaman ya 'Donald de Arabia', y en Riad, 'Abu Ivanka' (el padre de Ivanka). Por suerte para el magnate convertido en presidente tiene todavía varias paradas en su primer viaje que relegarán a los archivos imágenes tan embarazosas como su genuflexión ante el rey Salman, que le echaba al cuello un ostentoso cordón de oro. Da igual que la medalla del rey Saúd sea la máxima condecoración civil, su tuit de campaña criticando a Obama por inclinarse «públicamente» frente al rey del país al que culpaba de los atentados del 11-S aún está fresco: «A diferencia de Obama, Trump no se inclina ante nadie. ¡Hagamos Grande a América de Nuevo!».

Halagar el ego de Trump y granjearse el favor de su hija es ya una fórmula mundial para la nueva diplomacia con EE. UU., pero pocos países como los árabes pueden permitirse llevarla al extremo sin desatar las protestas de sus propios ciudadanos. Y a pocos ministros se les escaparía que la tradicional visita inaugural a México o Canadá hubiera desatado protestas antológicas. «Aquí no ha habido ni el menor indicio de manifestantes, ¡fascinante!», se congratuló el secretario de Comercio ,Wilbur Ross, en entrevista con CNBC.

«Buen ambiente»

La presentadora Becky Quick tuvo que recordarle que en el reino wahabÍ se ahoga el espíritu disidente con mano dura. Si no que se lo digan al bloguero Raif Badawi, condenado a mil azotes y diez años de prisión. «Sí, sí, en teoría eso puede ser verdad, pero, hombre, ¡es que no había ni el menor indicio, qué buen ambiente tan auténtico!», insistió el cuasi octogenario amigo de Trump. Twitter explotaba ya en críticas, pero lo mejor estaba por llegar.

La hipocresía de Trump había encontrado nuevas cotas en la tierra de los jeques árabes y la redes sociales estaban ahí para escupir sus referencias pasadas. El más arduo crítico de Hillary Clinton por aceptar en su fundación dinero de un país que reprime a las mujeres no tuvo inconveniente en que el reino anfitrión y Emiratos Árabes Unidos donasen cien millones de dólares al fondo para las mujeres emprendedoras de su hija Ivanka en el Banco Mundial. «Esta es gente que mata a las mujeres y las trata horriblemente. Aun así tú aceptas su dinero», escribió el verano pasado en Facebook. «¡Hillary debe devolver el dinero de todos esos países».

La hija del multimillonario que quiere ser recordada por su papel de adalid femenina se limitó a recordar en el país más represor que «en todos, incluyendo EE. UU., las niñas y mujeres afrontan muchos retos» y todavía se congratuló de los «progresos» en Arabia Saudí, «muy alentadores». De su estilo para camelarse a su padre debe de haber aprendido el egipcio Abdulfatah Al-Sissi, que se ganó la próxima visita del mandatario estadounidense a su país. «Es usted una personalidad única capaz de hacer lo imposible». «¡Estoy de acuerdo!», se oyó gritar a Trump, mientras toda la sala rompía en carcajadas. Luego le devolvió el cumplido, a su manera. «¡Qué zapatos, tío, me encantan!».

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