“¿Y si hoy no vuelvo a casa?”

La angustia atenaza a los 'sin papeles' en EEUU, sometidos a la amenaza de deportación sin saber muy bien las causas.

Manifestación de apoyo a los musulmanes en Nueva York
Manifestación de apoyo a los musulmanes en Nueva York
Afp

El miedo es libre, los inmigrantes sin papeles no. Donald Trump dice haber "quitado los grilletes" a los agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) con sus nuevas directrices para echar a andar la maquinaria de deportaciones masivas. Al hacerlo ha dejado atenazados en casa a millones de inmigrantes que temen abrir la puerta cuando suena el timbre. Si antes ya vivían de puntillas, ahora les toca fundirse con las sombras y prepararse para desaparecer. ¿Qué tal si un día van a trabajar y no vuelven? ¿Quién se ocupará de sus hijos? ¿Qué harán estos cuando vuelvan de la escuela y no encuentren a nadie en casa?

Esas son las conversaciones que padres e hijos sostienen estos días y que contribuyen al trauma de meses de amenazas y angustias. Les roba el sueño a los niños y les hace perder la atención en la escuela. Cuando se echan a llorar, los maestros ya saben lo que les preocupa. Hay pupitres vacíos. Desde ayer algunos padres prefieren no mandarlos a la escuela y tenerlos cerca. Al menos hasta que lo tengan todo preparado. Desde que Donald Trump ganó las elecciones, centros de apoyo a los inmigrantes como La Colmena, en Staten Island (Nueva York), han celebrado asambleas comunitarias y talleres para enseñarles cómo tienen que esperar a los agentes de Inmigración que acabarán con su sueño americano.

"Tenemos los teléfonos desbordados", explica Gonzalo Mercado. "La gente quiere saber qué crímenes les pone en la lista de prioridades de ICE para ser deportados. ¿Una multa de tráfico sin pagar? ¿La deuda de una tarjeta de crédito? No lo sabemos, porque estos memorándums dan amplios poderes a los agentes de inmigración para decidirlo, queda a su discreción. Se ha creado un gran revuelo e incertidumbre".

Lo primero que les enseñan a los sin papeles es a designar a un conocido que no sea susceptible de ser deportado y acepte hacerse cargo de los hijos. De lo contrario será el Gobierno el que dé la custodia a extraños. Lo siguiente, agrupar los documentos en un lugar seguro donde los encuentren los niños, muchos de ellos nacidos en EE UU. Los pasaportes, los papeles del coche, las cuentas del banco, el nombre de la iglesia, del cura y de cualquiera que pueda testificar en su favor. Según las nuevas directivas, los que no puedan demostrar que llevan más de dos años viviendo "continuamente" en EE UU ni siquiera tendrán derecho a una audiencia judicial antes de ser deportados.

Estrategia fallida

Durante el Gobierno de Obama esa situación se reservaba para los que eran detenidos cerca de la frontera y llevaban menos de 14 días en el país. Con 2,7 millones de inmigrantes deportados, Obama es el presidente que más hispanos ha expulsado, la mayoría tras cruzar la frontera. Su objetivo era demostrar a los republicanos que podía controlar el paso del Río Bravo para que aceptasen negociar un plan legislativo que regularizase la situación de los 11 millones de inmigrantes sin papeles que se encuentran en el país, pero los líderes del Congreso ni siquiera pusieron el plan a votación. Con la llegada de Trump la elusiva reforma migratoria que prometieron Bush (hijo) y Obama es más quimérica que nunca, pese a que los números indiquen que sería lo más sensato.

El Gobierno de Trump justifica el embate como una medida de seguridad nacional para acabar con la delincuencia, que es la más baja en 45 años. Los estudios demuestran que los inmigrantes son entre un 20% y un 50% menos propensos a ser encarcelados que los estadounidenses, según Alex Nowrasteh, analista de política migratoria del Instituto Cato. Bajo los criterios de Trump, cualquiera que trabaje con documentación falsa o haya traído a sus hijos ilegalmente se convierte automáticamente en un delincuente y engrosa la lista de deportables prioritarios. Sin embargo, los 8 millones de trabajadores ilegales en California, Nueva York y Texas suponen un 5% de la fuerza laboral estadounidense. Por cada millón que se pierda, se reducirá el PIB un 0,5%, según un informe de Ethan Harris para Bank of America Merrill Lynch.

Tampoco es que le quiten trabajo a nadie. Con un 4,8% de desempleo, los trabajos que hacen los inmigrantes sin papeles son los que no quieren los ciudadanos estadounidenses. Por el contrario, estos 'sin papeles' pagan impuestos y compran casas, al menos hasta ayer. La nueva situación de inseguridad ha congelado de golpe sus perspectivas de prosperar. Para algunos, la única vida que conocen.

A Guadalupe Olivas Valencia, un hombre de 44 años, lo encontraron muerto el martes debajo de un puente a pocos metros de la frontera por la que acababan de deportarle por tercera vez "a una ciudad en la que no conocía a nadie", contaron sus vecinos a Televisa.

Para algunos, la vida que dejaron al otro lado del Río Bravo es una que no vale la pena vivir.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión