​El destino incierto de los inmigrantes que abandonan Calais

Las autoridades francesas descartan que la mayoría engrose los otros campos clandestinos de la región.

El desmantelamiento del campamento de Calais prosiguió este miércoles en medio de la hostilidad de los inmigrantes, que desprovistos del que ha sido su cobijo de fortuna durante los últimos meses, desaparecen masivamente del control de las autoridades francesas.


Excepto aquellos que aceptan las alternativas que les ofrece el Gobierno francés, los que abandonan el campamento bautizado como "la jungla" no están dejando una huella visible en la zona.


Las autoridades francesas descartan que la mayoría engrose los otros campos clandestinos de la región y tampoco se han instalado de forma ilegal en Calais.


El subprefecto del departamento, Vincent Berton, indicó que en el avance de las máquinas excavadoras y de los operarios que desmantelan las cabañas están encontrando menos inmigrantes de lo que indicaban sus cálculos iniciales.


Son pocos los que se oponen por la fuerza a que sus chabolas sean destruidas y los que lo hacen renuncian cuando ven que el entorno es un solar destruido.


Por ello, tras el avance del desmantelamiento, rodeado de decenas de antidisturbios para evitar incidentes, sólo quedan las instalaciones de la escuela, que la justicia ordenó no derruir.


En tres días se han desmontado dos de las ocho hectáreas que ocupa la parte sur del campamento, la zona que en un primer momento quiere desalojar el Ejecutivo galo.


Las asociaciones que trabajan con los inmigrantes tampoco saben cuál es el destino de todos los que abandonan "la jungla", pero sí de algunos.


Desde el pasado lunes, han registrado un incremento de los kurdos iraquíes que llegan al campamento de Grande-Synthe, situado en la periferia de Dunkerque, más cerca de la frontera belga.


Allí malviven millar y medio de inmigrantes, la mayor parte kurdos iraquíes, en condiciones mucho peores que las de "la jungla".


Sin espacios sociales, situado en una vega que se inunda apenas caen dos gotas de agua, ese campamento está mayoritariamente formado por tiendas de campaña, sin las estructuras de madera o chapa que hay en Calais.


El barro provoca que apenas se pueda andar por el campamento de Grande-Synthe, en el que las organizaciones humanitarias reparten comida diariamente porque no hay otra forma de alimentarse.


Estrictamente vigilado por la policía, que controla cada entrada, Grande-Synthe ofrece un paisaje desolador.


Francia envía cada día a agentes de su Oficina de Ayuda a los Inmigrantes para convencerles de que vayan a sus albergues oficiales, con una suerte desigual.


"Los que tienen niños y llevan varios meses suelen aceptar. Están cansados, agotados", asegura una de esas agentes que rechaza dar su nombre.


En Grande-Synthe se ven muchos niños jugando entre el barro y la maleza, una imagen no habitual en Calais, donde los menores estaban bajo control.


El subprefecto asegura que en total tienen censados algo más de 300 niños en la zona.


Un poco más al norte, en la frontera franco-belga, los aduaneros belgas revisan sistemáticamente cada vehículo desde que la pasada semana decidieran suspender provisionalmente el tratado de Schengen por miedo a que los desalojados de Calais llegaran a su territorio.


Tampoco por esa vía parecen tener escape los que abandonan "la jungla". Ni hacia el Reino Unido, su sueño, que ven como se aleja puesto que Francia ha incrementado la vigilancia en los puntos de paso, tanto en los puertos como en la entrada en el túnel ferroviario que cruza el Canal de la Mancha.


Algunos han optado por lanzarse al mar, como demuestra el descubrimiento de una embarcación más al oeste, pero Berton se muestra convencido de que hay pocos que logren pasar a territorio británico.


Muchos inmigrantes han perdido la esperanza de alcanzar ese país y ahora no saben muy bien qué hacer. Las autoridades francesas esperan que aprovechen sus ofertas de acogida, donde aseguran que tienen mejores condiciones humanitarias y donde pueden escapar del influjo de las mafias de pasadores de fronteras.


En medio, un grupo de militantes de organizaciones radicales, la mayor parte de ellos procedentes del Reino Unido, continúan aconsejándoles que se queden en Calais. Pese al avance incesante de las excavadoras.

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