Nepal trata de arrancarle una nueva vida a sus escombros

Muchos tratan de recuperar fotografías de familiares, enseres de cocina o mantas con las que dormir.

Pocas ciudades quedaron tan devastadas en Nepal como Sankhu
Nepal trata de arrancarle una nueva vida a sus escombros
Efe

Martillos sobre tablones y muros terminando de ceder tras una semana de agonía suenan con estrépito en las calles de Sankhu, una ciudad histórica al norte de Katmandú en la que decenas de personas se afanan en rescatar sus cosas bajo las ruinas para comenzar una nueva vida tras el terremoto.


Pocas ciudades quedaron tan devastadas en Nepal como Sankhu, este lunes un cementerio de ladrillos y celosías de madera que crece de tamaño a medida que pasan las horas y vecinos, militares y policías armados con palas terminan de tumbar lo que el terremoto destruyó pero no pudo humillar.


En sus calles, entre cables colgantes que ya no conectan nada y muebles desmembrados apilados sobre escombros que delatan con su hedor un cadáver aún no recuperado, hombres y mujeres tratan de recuperar fotografías de familiares, enseres de cocina o mantas con las que dormir.


Subido en un camión donde amarra unos tablones mellados con una soga maltrecha, Pragaal Shrestha, de 29 años, regresó hace seis meses de Arabia Saudí, donde buscó fortuna para conseguir un mejor porvenir cuando volviera a casa.


La casa que tenía su familia en Sankhu ha quedado en el recuerdo y vive junto a sus parientes en otra vivienda de tres plantas en Katmandú que necesita ayuda inmediata.


Shrestha ha optado por hacerle un trasplante de vigas a la vivienda de la capital sacándoselas de las entrañas a la que murió en el valle.


"No sabemos qué vamos a hacer con esta casa, está destrozada, como todas las demás y arreglarla significa también arreglar todas las de alrededor", dijo, confirmando la muerte clínica de la vivienda donante.


A pocas calles de allí, Laxman Shresthra, de 35 años, termina de montar una tienda de campaña donada por China a escasos 20 metros de su casa, una hermosa construcción de ladrillo a la que este lunes no se atreve a entrar.


"Estoy esperando a que vengan los ingenieros a revisar si está bien, pero yo sé que no lo está", dijo a Efe este agricultor, junto a toda la familia.


"No sé qué voy a hacer, sólo espero que el Gobierno me ayude", declaró, admitiendo a renglón seguido la poca convicción en su esperanza.


Quien no espera a que nadie le resuelva nada es Rabin Shakya, un técnico en desarrollo, que apila en la calle unas planchas de zinc con las que construir el tejado de un pequeño refugio en un callejón frente a la casa de su padre, un edificio a cuyos pies se asoma una farmacia veterinaria propiedad de la familia.


"Vamos a tener que contratar a trabajadores para que nos ayuden a demolerlo todo, va a llevarnos dos años, pero no nos importa, lo importante es que toda la familia está bien", comentó.


Aseguró que no espera que el Gobierno le dé nada y solo confía en que el banco les conceda un crédito para poder empezar de nuevo.

Cerca de allí, el inspector Jeeban Kaatiwade caminaba al frente de un pequeño pelotón de la Policía Armada nepalí sacando a la gente de casas sin techo, balcones sin barandilla y viviendas a punto de ceder por completo.


"Estamos diciéndole a la gente que no se meta en estas casas, están en muy mal estado", explicó el oficial policial, asegurando: "tratamos de convencerles".


No logró convencer a la familia de Rogin, que se esforzaba por meter mantas y ropa en el piso bajo de una hermosa casa tradicional muy dañada por el seísmo del 25 de abril.


"Es el único lugar en el que podemos meterlas", dijo, al explicar que tienen pensado tumbar los dos pisos superiores para reconstruirlos de nuevo.


Estudiante de ingeniería -no civil, aclara maldiciendo su suerte, entre risas- afirma que está triste porque han perdido la casa familiar pero feliz porque su familia salió sana y salva de la tragedia.

"No sé cómo me siento, es raro, no es ni bien ni mal, es nuevo", describió.