Rebeldes pero educados

La extrema limpieza es una de las peculiaridades de las revueltas de Hong Kong.

Imagen de las revueltas.
Rebeldes pero educados

La extrema limpieza es una de las peculiaridades de las revueltas de Hong Kong, cuyos jóvenes han creado un sofisticado sistema de recogida de basuras e incluso el primer mecanismo de reciclaje a gran escala en la isla.


En Hong Kong, los manifestantes no son solo estudiantes, también son basureros, repartidores de comida o limpiadores y gestores de equipos. Son "buenos ciudadanos".


"Los hongkoneses somos así. La gente se asombra pero es que no queremos molestar al prójimo. Nos han enseñado a ser buenos ciudadanos, mirar por los demás y en una situación como esta, no queremos ningún problema", explica Jason, un joven de 24 años que trabaja de prácticas en un instituto de secundaria.


Este veinteañero habla cerca de uno de los múltiples puestos de recogida de basura instalados en la zona de Admiralty, el corazón de la protesta, en los alrededores de la sede del Ejecutivo local, sobre cuya fachada hay pegados carteles exigiendo la dimisión del jefe del Gobierno de Hong Kong, pero también pidiendo disculpas por los "inconvenientes causados".


Los múltiples equipos de limpieza están formados por voluntarios, que se van turnando por el día y la noche, sin un horario específico, y que tratan de mantener hasta el último rincón de las calles limpio con cajas o bolsas con carteles en inglés y en chino, ante las insuficientes papeleras para la multitud que se congrega estos días, hasta cientos de miles de personas.


"Tenemos tres tipos de bolsas de basura colgadas de vallas cada 10 ó 15 metros: para latas, papel y basura general", explica Helen Wong, de 17 años, en uno de los puntos de recogida de la calle Cantón, la llamada "milla de oro", donde se encuentran las grandes tiendas de marca de la isla y que también ha sido parcialmente ocupada por el movimiento prodemocrático.


Son los propios jóvenes y adultos que participan en las revueltas quienes se encargan de limpiar los desechos que generan y de llevarlos a uno de los puestos de recogida, desde donde se transportan cada mañana hasta uno de los lugares oficiales de eliminación de residuos.


Es entonces, con los primeros rayos de sol, cuando la manifestación vive sus momentos más bajos, con los jóvenes marchándose a descansar a sus casas tras una larga lucha nocturna, dejando atrás grandes avenidas, plazas y puentes impolutos.


Las bolsas de McDonald's y de galletas que se acumulan en cada jornada de protesta, o las miles de botellas de agua y de toallas húmedas que se reparten constantemente para contrarrestar el sofocante calor desaparecen del espacio público de forma rápida, eficaz y ecológica.