La seguridad del presidente Barack Obama, al descubierto

Se cuestiona la capacidad del servicio secreto para protegerle por haber minimizado una amenaza.

Obama en la Casa Blanca
La seguridad del presidente Barack Obama, al descubierto
AFP

La sombra de John F. Kennedy planeó ayer sobre el Congreso de EEUU cuando los legisladores que entrevistaban a la directora de los servicios secretos Julia Pierson recordaron la tragedia que podía haber vivido Estados Unidos si Barack Obama hubiera corrido su misma suerte. La pregunta no era totalmente hipotética.


El primer presidente afroamericano de la historia ha recibido tres veces más amenazas que sus predecesores y apenas hace diez días un desequilibrado con una navaja en el bolsillo logró burlar todos los protocolos de seguridad y llegar hasta el interior de la Casa Blanca, que debería ser el edificio más seguro de EEUU y uno de los más protegidos del mundo.


No es la única noticia inquietante sobre la seguridad del presidente. Hace casi tres años, antes de que Pierson se convirtiera en la primera mujer en dirigir los servicios secretos, otro desequilibrado aparcó el coche en un carril cerrado junto a la Casa Blanca y disparó siete tiros contra la mansión, uno de los cuales impactó contra las ventanas que dan al Balcón de Truman, localizado en la segunda planta de la residencia privada. Este balcón en el que Anny Liebovitz inmortalizó a Hillary Clinton es uno de los favoritos de todos los mandatarios para sus momentos íntimos, por las majestuosas vistas del Obelisco y su orientación sur.


Si al público le ha dado escalofríos pensar lo cerca que estuvieron las balas de la familia Obama, a Michelle Obama se la llevaron los demonios. Ese 11 de noviembre de 2011 se encontraba en California con su marido, pero su madre y su hija menor, Sasha, estaban cerca de ese balcón, mientras Malia llegó minutos después. Sin embargo, la primera dama no supo nada del incidente hasta que volvió a casa, porque los servicios secretos tardaron cuatro días en descubrir que el hombre cuyo coche se estrelló en la Avenida Constitución había disparado hacia la mansión. Y sólo porque una camarera descubrió los cristales rotos al descorrer las cortinas para ventilar la habitación, ante la llegada de la primera dama.


The Washington Post, que reveló el episodio el domingo, dice que Michelle Obama estaba "furiosa". Sus gritos se oían a través de la puerta cuando interpelaba al entonces director de los servicios secretos Mark Sullivan, que la había acompañado en un largo vuelo desde Hawái sin mencionar el incidente que puso en peligro la vida de sus hijas. Ortega, que fue acusado de intento de asesinato y condenado a 25 años de prisión, tenía en el coche 180 balas para el rifle semiautomático Cugir, la versión rumana del Ak-47, además de una pistola.


Lo más perturbador del incidente es que varios agentes de los servicios secretos dijeron esa noche haber oído disparos y hasta olido los explosivos, pero sus superiores no les prestaron atención, ni ellos se sintieron capaces de llevarles la contraria. 


Como en el incidente ocurrido hace diez días, todo indica que los agentes se relajan cuando el mandatario está fuera, algo de lo que tiene que responder ahora la directora de los servicios secretos. "Todos estamos indignados", aseguró Pierson, que ha asumido "total responsabilidad" por los fallos de seguridad pero no ha presentado su dimisión. La directora ha aceptado una investigación independiente para entender por qué el último de los intrusos fue capaz de saltar la valla y escapar a seis agentes que lo perseguían sin que nadie le soltase los perros o le pegase un tiro, como pidió ayer uno de los congresistas, que quiere verles usar "fuerza letal" cada vez que alguien entre ilegalmente en la Casa Blanca. Los servicios secretos han detenido en los últimos cinco años a 16 personas que intentaron saltar la valla, seis de ellas este año.


Lo que también le queda por aclarar es por qué el cuerpo minimizó el incidente en los comunicados de prensa, al decir que el intruso no iba armado, a pesar de llevar una navaja en el bolsillo, ni había pasado del pórtico. Omar González, un puertorriqueño de 42 años en tratamiento psiquiátrico desde que volvió de Iraq, tenía en el coche 800 rondas de munición. Por fortuna, en su incursión en la Casa Blanca dejó atrás la escalera que sube a los aposentos de la familia Obama, que tampoco se encontraba en la mansión.


"Este presidente tiene mucho de lo que preocuparse aquí y en el mundo como para tener que preocuparse también de su seguridad y la de su familia", le increpó el congresista John Mica, un demócrata que dijo dudar seriamente de la capacidad de Pierson para dirigir este cuerpo de élite.