Zaragoza acaba con el problema de las cotorras argentinas 32 años después del avistamiento de la primera pareja

Los agentes de la Unidad Verde han esterilizado miles de huevos y, desde 2015, han usado escopetas. El censo de esta especie invasora ha rondado los 1.500 ejemplares desde 2010. Ahora apenas queda una decena.

Un agente de medio ambiente, actuando en enormes nidos.
Un agente de medio ambiente, actuando en enormes nidos.
Heraldo

El problema de las cotorras argentinas ya es cosa del pasado en Zaragoza. Al menos, de momento. La proliferación de esta especie invasora, que llegó a superar los 1.500 ejemplares durante años, la convirtió en una desagradable compañía en muchos parques y árboles de la ciudad. 32 años después de que un jardinero de las instalaciones deportivas del Soto avistara la primera pareja, y once después de que los forestales del Ayuntamiento empezaran a luchar contra su expansión, su presencia en Zaragoza ha desaparecido desde la pasada primavera. Esterilizaciones de los huevos y eliminación de ejemplares con escopetas han permitido que desde hace unos meses apenas se haya visto sobrevolar la ciudad un grupo de menos de diez ejemplares.


La cotorra argentina, cuya expansión es imparable en el extrarradio de Madrid y en localidades del levante español, es considerada especie invasora y genera numerosos problemas. En Zaragoza han llegado a construir nidos de 90 kilos, lo que supone un importante riesgo de caída de ramas de árboles. Además, tienen una característica y bastante estruendosa forma de comunicarse, lo que también produce molestias.


Los primeros ejemplares se vieron en Zaragoza hace 32 años, probablemente por una suelta de un particular. Sin embargo, no fue hasta el año 2000 cuando las cotorras argentinas se empezaron a extender de verdad. Los primeros lugares que colonizaron fueron las instalaciones del Soto, en La Almozara, y el parque del Tío Jorge. El club deportivo se gastó 500.000 pesetas en destruir unos 50 nidos, y en 2005 los vecinos del Arrabal llegaron a plantearse invertir 6.000 euros en un cetrero para que eliminara ejemplares con un ave de presa. Las cotorras comenzaban a ser todo un problema.

La ‘guerra’ contra las cotorras

Fue en ese momento en el que los forestales del Ayuntamiento de Zaragoza comenzaron a actuar. Primero se dedicaron a estudiar la especie, sus costumbres, su alimentación, el modo que tiene de construir los nidos y, sobre todo, sus mecanismos de reproducción. Incluso bajaron un nido de un árbol y tuvieron una cría de cotorra argentina en cautividad.


Descubrieron que cada pareja hacía una puesta de entre 6 y 8 huevos, siempre cuando llegaba el primero de mayo. Para malograr los nuevos ejemplares, se probaron distintas técnicas –incluida la congelación de los huevos–, y finalmente se consideró que lo más eficaz era ‘pincharlos’ con una aguja para matar los embriones.


Tras esta actuación, volvían a dejar el huevo en el nido, para que la madre pensara que el proceso seguía adelante y evitar de este modo una segunda puesta. Una vez superado el mes de mayo, ya desaparecía el riesgo de la reproducción hasta el año siguiente. Con este método se pincharon, con permiso del Instituto Aragonés de Gestión Ambiental (Inaga) 200 huevos en 2006, 500 en 2007, 600 en 2008 y más de un millar a partir de 2009.


Sin embargo, el censo de ejemplares adultos –que pueden tener una longevidad de más de 20 años– apenas caía. En 2011 se llegó a las 1.500 cotorras argentinas en Zaragoza, y en 2014 su número se había reducido, pero seguía superando el millar. Como explican desde la Unidad Verde del Ayuntamiento, "hubo un punto de inflexión" cuando la ley de 2013 ordenó que se controlase las especies invasoras, en cuyo catálogo está incluido este animal. Ante el daño que causan al ecosistema, se dio permiso para "eliminar adultos de forma selectiva".


Como siempre, los agentes de Medio Ambiente comenzaron a experimentar con métodos artesanales, como un artilugio hecho con una caña y una rueda de bicicleta con la que cazaban a las cotorras en sus nidos, pero con el que solo podían llegar a las ramas bajas de los árboles.

Un método controvertido

Finalmente, y aun a sabiendas de que podía ser un método duro para algunos zaragozanos, lograron el permiso para eliminar ejemplares con escopetas de aire comprimido. Primero probaron en el Parque Deportivo Ebro –que estaba cerrado al público– y más tarde llevaron la experiencia a zonas abiertas, siempre con el conocimiento del Inaga, según apuntan desde la agencia municipal. Tres trabajadores de la Unidad Verde, diestros tiradores, hicieron ‘batidas’ por los parques de la ciudad. Para no herir sensibilidades, procuraron hacerlo en un horario con poco tránsito peatonal, sin presencia de niños y cesando la actividad si algún vecino les mostraba su malestar.


Así se eliminaron 853 ejemplares en 2015 y 561 (el resto) este año. Apenas ha quedado una docena. Los agentes han dejado 19 nidos en zonas que no entrañan riesgos en caso de caída para que, si llegan cotorras de otras zonas, los usen y se les pueda controlar. Los funcionarios tienen permiso del Inaga para eliminar ejemplares hasta el año que viene. Todo con el objetivo de que el problema de las cotorras no regrese a Zaragoza.

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