La versión más dulce de Lalmolda vuelve por Navidad

La tradicional pastelería de Méndez Núñez reabrió este fin de semana después de siete meses cerrada. Al frente, la tercera y cuarta generación (madre e hija) de un negocio que lleva desde 1920 endulzando el paladar de los zaragozanos en pleno Casco Histórico.

La versión más dulce de Lalmolda vuelve por Navidad
La versión más dulce de Lalmolda vuelve por Navidad
P. Berne

A Reyes Lalmolda, de 58, y Elisa Lorda, de 23, les unen hoy muchas cosas. Ambas se han criado entre pasteles, olor a dulce, turrón y manga pastelera en un pequeño obrador familiar del Casco Histórico de Zaragoza, y desde este viernes son la tercera y la cuarta generación de una misma familia que se pone al frente de la tradicional pastelería Lalmolda, en la calle de Méndez Núñez.

“Cada tarde, desde que falleció mi padre, venían 15 o 20 personas diarias a la chocolatería y nos preguntaban por la pastelería. Yo estaba enfrente y me daba mucha pena verla cerrada porque nací aquí y mi hija ha crecido aquí, así que en cuanto pudimos arreglar todo el papeleo por temas de herencia decidimos cogerla”, cuenta Reyes ilusionada.

Al fondo de un mostrador bien surtido de palmeras, cruasanes, turrón guirlache y pastas de té, entre otros dulces típicos que siguen las recetas heredadas de su padre, estos días hay también tarta de manzana, moscatel y mosto para celebrar con una clientela fiel que están de vuelta. Lo ponen a modo de detalle para quienes se acercan a comprar algún dulce, tomarse un chocolate o simplemente darles la enhorabuena por no dejar que el negocio muera. “Nos hemos dado mucha prisa en reformar el local para poder abrir en diciembre, que es cuando están los turrones y viene más gente porque justo la Navidad anterior había estado abierta, y si este año estaba cerrada la gente iba a extrañarse y dejar de venir, lo que no queríamos que pasara”, cuenta Elisa al recordar lo mucho que le une el negocio a su infancia. “Nosotras hemos crecido aquí. Yo llevo viendo esta pastelería abierta desde pequeñita que tengo una foto en los brazos de mi abuelo, y estaban también mi abuela, mis tíos y toda la familia aquí. Nos daba pena tenerla cerrada después de tanto tiempo”, confiesa la pequeña de este tándem.

Hoy, madre e hija, tercera y cuarta generación de un negocio que fundó en 1920 su abuelo, afrontan juntas un nuevo proyecto que nace de la ilusión por mantener viva la tradición pastelera en el corazón del Casco Histórico. Para ello, han reformado el obrador entero, pintado las paredes, cambiado las máquinas, el suelo, los techos, el escaparate, el letrero… Lo que no ha variado –dicen- es el género, que sigue siendo artesanal y recupera las recetas ancestrales que han ido pasando de generación en generación. “Mi abuelo era pastelero y mi bisabuelo también; pero es que el pastelero que estaba antes de la que hay ahora llevaba también 50 años con mi abuelo; y el siguiente era un sobrino suyo que enseñó a la que tenemos hoy antes de jubilarse. Ella tiene todas las recetas y lo hace todo como lo hacíamos tradicionalmente”, relata Elisa orgullosa.

Desde que abrieron este viernes el negocio, además de olor a dulce, en el ambiente de esta pastelería del Casco Histórico se respira mucha complicidad entre madre e hija e ilusión, porque después de siete meses de intensos trabajos la versión más dulce de Lalmolda ha vuelto a abrir sus puertas enfrente de la chocolatería familiar que también regentan.

“Estamos muy contentas e ilusionadas de poder hacer esto. Este viernes, cuando poníamos la degustación y el sábado que sacamos la primera tarta nos emocionamos mucho. La veíamos desde enfrente cerrada y nos daba mucha pena, porque siempre decíamos ‘va, que pasamos a la pastelería del abuelo’. Mi madre todo el género dulce que tiene en la chocolatería es de ahí y ahora se tenía que buscar si no otra y no nos convencía ninguna. Esto es sin duda lo mejor que hemos hecho”, cuentan ilusionadas mientras obsequian con un trozo de tarta y un vasito de moscatel a todo aquel que se acerca estos días a darles la en­­­horabuena.

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