Unos oros muy codiciados

El pasado fin de semana se celebró la edición número 24 del Mundial de Bruselas, un certamen itinerante que este año se desarrolló en Valladolid.

Vista general de la inmensa sala de catas que alberga el Mundial de Bruselas en Valladolid.
Vista general de la inmensa sala de catas que alberga el Mundial de Bruselas en Valladolid.
J.L.Solanilla

Valladolid pudo considerarse, el pasado fin de semana, la capital mundial del vino. En una inmensa sala de su Feria de Muestras se desarrollaron las tres jornadas de cata en las que alrededor de 320 catadores degustamos, valoramos y puntuamos los algo más de 9.000 vinos procedentes de 50 países que aspiraban a conseguir alguna medalla de plata, de oro o de gran oro que se conceden en este certamen, uno de las tres más importantes, sin duda, de cuantos se celebran a lo largo del año por todo el planeta. De España, participaron 2.002 vinos, lo que representa un aumento de casi un 25% en comparación con 2016. La mayor parte es de variedades locales de Castilla y León: las tintas tempranillo y mencía, y la blanca verdejo. Hay 118 vinos españoles orgánicos y biodinámicos,

Conscientes de la importancia de tener en la ciudad vallisoletana a la flor y nata de la enología, sumillería y prensa especializada de todo el mundo, las autoridades locales, provinciales y autonómicas se volcaron para que la organización estuviera a la altura de lo que se espera de un concurso de este nivel.

Y durante la primera jornada, todo se desarrolló conforme al guión previsto. Desde primera hora de la mañana, y tras las palabras de bienvenida de rigor de los responsables institucionales, se constituyeron las mesas de valoración o jurados, en los que nos distribuimos los catadores. Cinco en cada una, de diferentes nacionalidades y procedencias. En la que yo participo, tengo de compañeros a un periodista italiano, a otra colega holandesa y a dos enólogos procedentes de bien lejanas escuelas vitivinícolas, ya que uno llega de China y el otro de Eslovaquia.

Cada día, cada mesa cató alrededor de 50 vinos. En la que participé el primer día, valoramos –a cata ciega, por supuesto– vinos blancos y tintos. Solo al término de la sesión los jueces pudimos conocer los vinos que nos tocó puntuar. Se tienen en cuenta varios parámetros para otorgar las puntuaciones: el aspecto visual, la intensidad y calidad de los aromas, y la intensidad, la calidad, la tipicidad y la persistencia de sus sabores. En las cinco tandas que llegaron hasta mi mesa en la primera jornada, había vinos blancos portugueses y rumanos, y tintos procedentes de Valencia, de Burdeos y de Ribera del Duero.

Impresionó gratamente el alto nivel de esta organización, en la que trabajaron casi 300 personas. Además del trabajo más visible, muy laborioso es también el recuento de las calificaciones de cada catador para después conceder los trofeos.

Visitas a bodegas

Tras las sesiones de cata matutinas y la comida en la Cúpula del Milenio –que en su momento fue uno de los pabellones de la Expo de Zaragoza de 2008–, los catadores fuimos llevados a visitar alguna de las zonas elaboradoras de esta región, netamente vitivinícola: Ribera del Duero, Cigales, Rueda, Toro y Tierra de León. De esta forma, los productores de estas zonas pudieron dar a conocerse mejor entre los prescriptores llegados de todas las partes del mundo.

La noche del sábado, además, se hizo un amplio recorrido por el centro de la capital vallisoletana, para visitar y degustar tapas en los locales más emblemáticos de la ciudad, pues, como es bien conocido, Valladolid ha logrado instituirse como la capital española de las tapas, ya que aquí se celebra anualmente el concurso nacional de esta especialidad.

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