Cómo se implantó la patata en Aragón

La humilde patata ha alimentado a generaciones de hambrientos mortales, su carencia ha producido migraciones que modificaron el perfil demográfico de Norteamérica y sigue siendo, desde su humildad, aliada de cocinas caseras y tentempiés modernos.

Un saco de patatas, un alimento que se introdujo en las épocas de hambruna
Cómo se implantó la patata en Aragón
Antonio García/Heraldo

Introducida en la primera mitad del siglo XVI, va tomando fuerza como alimento primero en Francia y el Reino Unido, después en Alemania, Italia y España a partir del siglo XVII y por fin se generaliza a partir del primer tercio del siglo XIX


Aragón recibió muy tardíamente la patata como alimento de amplia difusión. La cosa empezó en la privilegiada puerta española de las riquezas del Nuevo Mundo: Sevilla. Hay constancia de la utilización de patatas hacia 1576 en la alimentación de los enfermos del sevillano Hospital de la Sangre, aunque algunos autores dudan de que se hable de patatas o de patacas, los actuales tupinambos. Esto supondría que la patata llegó a España al filo de la segunda mitad del siglo XVI. Consta que el rey Felipe II envió como obsequio al Papa algunos tubérculos, quien a su vez donó unos ejemplares al embajador Philip of Sirry, gobernador de Mons.


En fin, en el medio siglo siguiente, por este conducto, la patata se hizo presente en Italia, Francia, el Reino Unido, Austria y Alemania. Antes de la segunda mitad el siglo XVII, es una desconocida planta alimentaria, como atestiguan las obras de Alonso de Herrera o Giacomo Castelvetro; ya introducida en Europa, es difundida en Francia por Parmentier en la segunda mitad del siglo XVIII. Nuestra protagonista hace su entrada en Aragón por vía gallega (el recorrido más largo desde Sevilla, lo que tiene su gracia).

El papel de los amigos del país

Algunos ilustrados españoles se agruparon en las Sociedades de Amigos del País para procurar la promoción y mejora de la población desde arriba, introduciendo nuevas formas de industria y agricultura. En el caso de la patata, se encuentran con una situación de hecho que van a aprovechar: el cultivo ya establecido de patatas en Galicia en el primer tercio del siglo XVIII, centrándose inicialmente en Lugo, por influjo de clérigos que vieron su utilidad en el norte de Portugal.


Con las hambrunas consecuentes a una enfermedad mortal de los castaños, las autoridades políticas y eclesiásticas impulsan el cultivo, de modo que en 1830 ya se anotan plantaciones muy amplias en todo el reino de Galicia.


En nuestra tierra, los Amigos del País, en estrecho contacto con sus colegas gallegos, logran introducirla hacia 1780 en la zona de Benabarre, Graus, La Puebla de Fantova, Arén, Villanova y Villafranca de Benasque, tierras húmedas y relativamente ácidas, óptimas para el cultivo. Jordán de Asso da noticia de la presencia en estas zonas del tubérculo, que denomina "triunfa", en 1789, pero su propio testimonio demuestra la escasez del cultivo, ya que no lo menciona en otros lugares de Aragón y además, cuando da las producciones agrarias del partido de Benabarre, ni siquiera cita la patata, evidenciando su escaso peso productivo.


Hay noticias de la introducción casi pionera de patata de origen irlandés y manchego en zonas de huerta del Prepirineo oscense, en 1786, por Pedro Pablo Pomar, con escaso éxito y abandono posterior. La introducción más amplia en Aragón fue protagonizada por el profesor Echeandía y el ilustrado Garay de Oca. Echeandía, boticario navarro, abrió el camino para la difusión de la patata en zonas meridionales de Aragón. Garay de Oca contribuyó decisivamente, junto con Echeandía, en momentos sucesivos y complementarios, a la implantación del cultivo de la patata. Consta la existencia de un escrito del rey Carlos IV agradeciendo públicamente tales esfuerzos como "benefactor de la patria". Fruto de los esfuerzos citados, fue la introducción de la patata en Cella, hacia 1785 o poco después; la patata que actualmente ha resurgido en Cella tiene poco que ver con el tipo y la extensión de su cultivo en las fechas que se mencionan.

En los valles Pirenaicos

En 1794, el comisario Francisco Zamora recorre el Alto Aragón con objeto de comprobar la situación de los lugares próximos a la frontera con Francia, con vistas a la prevención de un posible ataque de las tropas de la Convención de la República Francesa.


En su diario anota cuidadosamente todo tipo de datos y así sabemos que en el valle de Benasque hay patatas, que estas son abundantes en el valle de Gistain, así como en el valle de Bielsa, y que "el cura de Ceresuela, en el valle de Vío, está introduciendo su cultivo desde fechas recientes".


También sabemos que, posiblemente, los alemanes que explotaban la mina de cobalto de Gistain fueran responsables del notable desarrollo del cultivo en ese valle.


Por fin, hay que mencionar el influjo decisivo de los monjes trapenses franceses, expulsados por la Revolución Francesa, que se instalan en el monasterio de Santa Susana de Maella, donde implantan el cultivo y lo difunden a la población general.


Sin embargo, la patata como producto alimenticio no está muy asentada. Por ejemplo, el oficial Urcullu, prisionero en la Guerra de la Independencia por los franceses, y conducido a Francia, se queja de que en la prisión es alimentado con patatas, "como los cerdos". Pocos años después, Mariano de Rementería recoge como ya cristalizadas por el uso nada más que cinco recetas de cocina que incluyen patatas, sobre un total de 460 de su libro de cocina.


Por fin, el hambre consecuente a la Guerra de la Independencia hace que el Gobierno nacional promulgue en 1817 una Real Orden, urgiendo a los gobiernos locales y regionales a promover el cultivo de la patata, que a partir de entonces se expansiona por todo el territorio nacional incluido Aragón. A pesar de ello, el ilustre oscense D. Francisco Codera y Zaidín, arabista sobresaliente y divulgador agronómico, insiste en un opúsculo divulgativo sobre la utilidad y beneficios de la mayor difusión del cultivo de la patata. La tozudez de la evidencia y las necesidades de la población, acabaron por implantar de forma sólida el cultivo y consumo en nuestra tierra.


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