Zaragoza

Ocho personas con dificultades cenan cada noche invitadas por un hostelero

Un matrimonio español, una pareja colombiana con un recién nacido y una madre sudamericana con sus tres hijos. Gente con dificultades que encuentra un apoyo en Casa Emilio.

Emilio Lacambra muestra un álbum de fotografías de su experiencia altruista en Bosnia.
Ocho personas con dificultades cenan cada noche invitadas por un hostelero
PEDRO ETURA/A PHOTO AGENCY

Un matrimonio español, una pareja colombiana con un recién nacido y una madre sudamericana con sus tres hijos. Ocho personas con dificultades cenan cada día como invitados en el veterano restaurante zaragozano Casa Emilio.


Un simple porcentaje bastó para despertar la iniciativa solidaria de su dueño, Emilio Lacambra, el tercero de toda una generación de hosteleros del Portillo. Tras mantener una conversación con un párroco del barrio amigo suyo, se le ocurrió que, a través de estas cenas, podría aportar su "granito de arena" y contribuir en estos momentos de grave crisis económica.


Según señala este hostelero, en el barrio había hace unos años "un 20% de población que vivía en el umbral de la pobreza", en su mayoría viudas de agricultores, mujeres que viven solas con unos ingresos muy bajos y personas que han perdido su empleo con niños a su cargo. "Me sorprendió mucho ese dato porque pensaba que la zona aparentemente era bastante mejor que la de San Pablo, pero de pronto este año con todo lo que está pasando me dijo Manolo –el párroco– que el porcentaje había subido al 25%. Entonces empecé a darle vueltas hasta que un día quedamos y le dije que se me había ocurrido esto", cuenta con una sonrisa.

Apoyo de Cáritas


La asociación de Cáritas del barrio dio luz verde en julio a esta iniciativa y, desde entonces, se encargan de organizar cada mes la selección de comensales que recibe cada noche Casa Emilio.


"Ellos me ponen un listado con ocho personas y esas son las que vienen. No vienen todos días los 8; hay días que vienen 6; otros días, 4; y hubo algún día de agosto que un par de personas de los que venían en julio se personaron a cenar y les dije: ‘pasad y sentaos’. No les vas a decir que se ha acabado el cupo…", explica con gesto amable.


Desconoce sus situaciones personales y les atiende como a un cliente más, pues asegura que aunque son personas que están pasando por dificultades económicas no son en ningún caso transeúntes. "Para mí ese 20% significa que de cada 5 personas que me cruzo por la calle, una ha perdido los recursos que tenía. No es el pobre que está pidiendo en la calle o comiendo en el comedor social del Carmen", apostilla.


Los ocho invitados llegan de 8.30 a 9.15 al restaurante, un horario marcado "para no romper el servicio". Una vez allí se sientan por familias en tres mesas, donde se les sirve "un copioso plato" del menú del día: arroz, verduras, legumbres, guisos o platos fríos en los días de más calor; además del pan, el agua y el postre –arroz con leche o fruta–. Desde Casa Emilio señalan que normalmente sobran de 6 a 8 platos de comida al día que ahora dejan de tirarse a la basura, aunque también hay ocasiones en las que toca comprometerse y servir algo que está fuera del menú del día. "Hay veces que no tienes que tirar nada porque lo has vendido todo. Si no ha quedado nada del menú para por la noche se les hace otra cosa, porque aquí lo que sobra es comida", asegura.

"Esfuerzo económico"


En cualquier caso, reconoce que la labor altruista que realiza no deja de suponer "un esfuerzo económico" para su bolsillo en una situación económica que "no es fácil ahora mismo". No obstante, es consciente de que en la época en la que estamos "todos los ciudadanos tenemos la obligación moral de colaborar en lo que se pueda" si bien –matiza– "es el Estado el que tendría que hacerse cargo, aunque no esté por la labor ahora mismo".


Por lo pronto, confía en que más hosteleros del gremio –del que fue presidente varios años– se animen a seguir su ejemplo para vencer entre todos la "pobreza vergonzante" que afecta a cada vez más barrios zaragozanos. En su caso, si el veterano negocio familiar, con más de 72 años a sus espaldas, sigue funcionando como hasta ahora asegura que mantendrá el servicio e incluso barajará la posibilidad de dar comidas.

La solidaridad "viene de familia"


Pero esta no es la primera vez que Casa Emilio realiza un "ejercicio de solidaridad". Allá por el año 73 –cuenta el actual propietario– hubo una huelga de transporte que duró bastantes días. "Por aquel entonces nosotros, que trabajábamos mucho con transportistas, pusimos el menú y el precio de la comida a mitad de precio para los huelguistas", recuerda con nostalgia.


Más adelante, durante la guerra de Bosnia, Emilio y varios hosteleros de la región se lanzaron de nuevo a la aventura para ayudar a las tropas españolas que fueron enviadas al exterior. "Fuimos un grupo de profesionales que pedíamos los alimentos a entidades y al Gobierno de Aragón y de otras comunidades. Después con ese género viajábamos con el ejército hasta allí y les dábamos la cena. Las bodegas nos daban la bebida gratis", dice enseñando un álbum de fotos de aquella aventura solidaria que repitió durante tres años.