EXPO 2008

Dylan, magia a cuentagotas

Los pasajes rockeros fueron la sal y pimienta del recital que abrió gira en España. La revisión del tema "A Hard Rain's A-Gonna Fall" sonó fallida. Unas doce mil personas se acercaron a la Feria de Muestras.

No llegó la tormenta. En su lugar, muchas gotas. Bob Dylan pasó revista a sus fieles zaragozanos con la displicencia de quien definitivamente se sabe de vuelta de todo. Y ofreció su recital como quien se come un bistec con patatas en un restaurante de carretera. Es solamente un bistec, y este restaurante es una parada más en el camino que lleva a cualquier parte.


El concierto de anoche no pasará a la historia, ni falta que hace. Los fieles disfrutaron con la escucha del farfullar del maestro, de sus canciones reconstruidas a lo Adriá. Los no tan fieles se congratularon, al menos, de reconocer algunas canciones, de poder aplaudir con ganas cuando la banda -excelente- le ponía un poco de velocidad al asunto, en momentos de entusiasmo creciente. Y al final, cosas de la vida, el recinto unió en beatífico abrazo conjunto a ambos bandos. Menos de los que Expoagua soñaba, más de los que venteaban las previsiones agoreras. Unos doce mil dolientes pasando una buena noche. Ayer, luciendo su clásico traje negro y sombrero blanco de ala ancha, a Dylan no parecía importarle mucho estar en Zaragoza, Andorra, Tallinn o Zacatecas.


El atasco


Los prolegómenos tuvieron su cosa, por cierto. Un atasco de mil pares de demonios en el acceso a la Feria de Muestras desde la autovía, con entrada demencial al área logística de PLAZA y giro en rotonda remota incluido. Luego, el área que ya se utilizase en su día para R. E. M. fue poblándose poco a poco de gente.


El maestro farfulló "Don't Think Twice, it's Alright" y los angloparlantes identificaron enseguida la frase como una metáfora certera de la noche.

Mejor no pensar en el Dylan de antes, incluso en el de anteayer. El de ahora juega con su propio almacén de joyas musicales, las retuerce para amoldarlas a su realidad como intérprete: eso es lo que hay.


La entrega


Con "Just Like a Woman" encendió a todo aquel que se creía por un momento que los humanos pueden ser fósforos con la fuerza de voluntad necesaria. Es cuestión de entrega. Luego entonaría la canción de este verano, y de hace cuarenta veranos: "It's A Hard Rain-a Gonna Fall" retumbaba en las paredes de los hangares feriales convertida en una extraña canción country de fraseos juguetones. Vuelta a la rutina descrita: los fieles, felices, y los demás tratando de cantar el estribillo con el tío Bob, al que se le quebró terriblemente la voz en el coro final.


Los comentarios empezaron a variar de tono. "Pues vaya con Bob Dylan", suelta uno con camiseta del histórico concierto de Newport del 65. Parece que no reconoce a su ídolo, que revive un poco cuando "rockea" y vuelve a perderse en aguas pantanosas con las revisiones a sus clásicos. Porque -esa es otra- de interacción con el público, cero. El de Minnessota va soltando repertorio como lastre, perpendicular a la gente, recorriendo su órgano con los dedos más cansinos que ágiles, mientras el grupo salpimenta el asunto. Anoche, para la mayoría de los congregados, la cosa estaba clara desde el principio. El reto era simple: disfrutar todo lo posible. Ya lo decía en la consigna una moza de lo más simpática: le pedía en voz alta "algo bonito" a la noche.


Momentos


De pronto, Dylan revivía. Y con él, la gente. El rock era siempre la clave correcta. Por un rato, volvía el bardo eléctrico, el edecán de los poetas malditos, el mago. Y en las retinas de quienes lo habían visto evolucionar antes sobre un escenario -como en su sembrada primera visita al pabellón Príncipe Felipe de hace 13 años- volvía a aparecer el mito.


Fueron momentos. Dylan se marchó sin decir adiós -sin decir ni mu- y punto, alrededor de las 23.15, tras algo más de hora y media de recital. Ahí menudearon los silbidos, única y levísima salida de tono de una audiencia que exhibió en todo momento una corrección política impropia de un concierto de rock. El premio tampoco se hizo esperar. Bis al canto, para alargar un poco más la fiesta. ¡Presentó a la banda! Al menos, unas palabras.


Una pareja que lleva muchos años fuera del colegio recibió el presente con pasitos de twist, mientras que a su lado, otra de generación más bisoña optaba por besarse de ladito, al estilo del artista, usándolo de banda sonora de su amor. Y "Like a Rolling Stone" bajó el telón.


A la salida del concierto, las caras de satisfacción y las de escepticismo rivalizaban por el título de resumen más adecuado de la noche. Entre las sonrientes estaban las del "dúo dinámico" de Héroes del Silencio, Pedro Andreu y Joaquín Cardiel. Este último coronó con un "¡qué tío!" su escueta pero apasionada valoración del concierto.