'Paintball' en Benasque

Acierto con mi pistola de pinturita verde en la cara de Arroyo, el comercial, y él lo niega: “¡Has fallado!”


-¡A la mierda! ¡Marcho! –grito, fuera de mí. Disparan por la retaguardia y oigo la risa cafre de Arroyo. Trato de llegar al coche y me pierdo en el Pirineo. Cruje una rama, me giro y ¡es el oso Balú!. Le cuelga un hilo de baba y tiene unos dientes enormes y amarillos.


A dos patas, levanta sus zarpas como bayonetas y se me acerca. A un palmo de mi cara, ya no se parece al simpático y perezoso oso que cantaba, repartiendo plátanos, en la película de Disney. Pero no soy apetitoso y se va. Yo, camino temblando hasta el coche.


El lunes, en la oficina de Zaragoza, veo vacía la mesa de Arroyo. Mendieta, de contabilidad, me aclara: “Arroyo te siguió al aparcamiento para acribillarte y se encontró con un oso que casi lo mata. ¿Te apuntas a visitarlo esta tarde al Servet?”.


-Por supuesto, contad conmigo -Y pienso: ¡Bendito Balú!