Olimpismo

Mitos y verdades del barón de Coubertin

Este año se cumple un siglo y medio del nacimiento del hombre que impulsó los Juegos Olímpicos modernos.

Un siglo y medio después de su nacimiento, la figura del barón Pierre de Coubertin, el hombre que regaló al mundo los Juegos Olímpicos modernos, sigue rodeada de mitos y contradicciones.


"Si supiera de la evolución del olimpismo se estaría revolviendo en su tumba, es una perversión de su idea", asegura el profesor alemán Norbert Müller, que ha dedicado 30 años a investigar sobre la vida del conocido barón francés, que nació en París el 1 de enero de 1863.


En el año 1913, Coubertin creó los cinco anillos olímpicos como un símbolo de los lazos de paz entre todos los continentes a través del deporte. Quince años después, el barón ya no era más presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) y Coca-Cola se convertía en el primer sponsor del olimpismo.


En 1949, el COI estableció en su carta olímpica que los anillos no podían ser empleados con fines comerciales. Más de medio siglo después, el organismo registró una facturación récord de más de 7.000 millones de dólares (5.400 millones de euros) en el período 2009-2012 que finaliza. Los anillos y el logo de Coca-Cola son desde hace tiempo dos de los símbolos más conocidos a nivel mundial.


Pero Müller advierte: Coubertin no fue sólo el idealista y visionario que dio impulso a los primeros Juegos Olímpicos en 1894, sino también un hombre pragmático que cometió grandes errores.


"Sin Coubertin no habría habido Juegos", asegura convencido el estudioso, pese a que recuerda que el francés no era partidario, por ejemplo, de competencias olímpicas sobre hielo y nieve. Hoy el movimiento suma 30 Juegos de verano y 21 de invierno.


Influido por la antigua Grecia, el barón también era partidario de mantener a las mujeres lejos de la competición, algo que sólo pudo mantener en los primeros años.


El "machismo" de Coubertin, según palabras de Müller, tuvo su última confirmación en los Juegos "nazis" de Berlín 1936, donde sólo 328 de los 4.218 atletas eran mujeres. El francés siguió aquel pomposo y populoso evento desde la distancia, en Suiza, abandonado, empobrecido y enfermo un año antes de su muerte.


En una carta de felicitación enviada a Berlín, el barón agradeció "al pueblo y a su líder" la organización de unos Juegos que le parecieron la realización material de sus ideas, pese a que pasaron a la historia como instrumento de propaganda nazi.


Mucho de lo que se atribuyó a Coubertin -como la frase "es más importante participar que ganar" o la sentencia "citius, altius, fortius"- no la inventó él. Son adaptaciones de amigos de la época.


La cuestión de amateurismo versus profesionalismo fue para Coubertin, según Müller, "un problema secundario" cuya respuesta se encuentra en las discusiones que tuvo con su círculo intelectual.


El "auténtico amateur" se distingue por sus convicciones, lo describió Coubertin.


Como muchos de sus sucesores en la presidencia del COI, el francés se mantuvo en el error de que deporte y política podrían separarse. Los Juegos de Berlín fueron una prueba única de que no.


¿Qué habría hecho Coubertin si en septiembre de 2013 hubiera tenido que votar por su séptimo sucesor? El profesor Müller cree que "habría dicho que hay que volver a poner los valores en primer plano si el olimpismo quiere sobrevivir".


No obstante, el estudioso alemán también opina que, una vez que el COI parece haberse convertido en un mero comercializador de sus Juegos, Coubertin apelaría hoy en día a su lado más "pragmático". "Habría dicho: 'hagamos algo bueno con el dinero'".