Opinión

Los valores de la UCI

Echar la mirada atrás permite ver con perspectiva las inquietudes y los anhelos de la Unión Ciclista Internacional (UCI). Aspiraba hace una década Sabiñánigo a la organización del Mundial de ciclismo, una iniciativa que cuadra con las ilusiones de una comarca vinculada de forma muy estrecha con la bicicleta. A la aventura se lanzó el Club Ciclista Sabiñánigo, en un proyecto que motivó también al Gobierno de Aragón, que entonces presidía Santiago Lanzuela.


Y el Ejecutivo se implicó de forma decidida -en un principio- en darle forma a la iniciativa, a establecer los recorridos, plantear las infraestructuras necesarias, a cumplir con exigencias teóricas de la UCI.


De esta forma, planteó una visita de los representantes del organismo internacional a los que se les agasajó con todo tipo de prebendas, incluida una escolta oficial, además de visitas, comidas y cenas.


Aunque la cuestión esencial que solicitó la delegación de la Unión Ciclista Internacional apenas tenía que ver con el trabajo desarrollado desde la candidatura aragonesa. ¿Cuánto dinero están dispuestos a aportar a la UCI?


Y aquel castillo en el aire –una iniciativa a la que incluso, después de aquel despropósito, volvió la espalda el propio Gobierno de Aragón- se desmoronó por completo.


Hoy, un buen puñado de ciclistas llama la atención sobre el funcionamiento y los intereses de la Unión Ciclista Internacional. Que ha vuelto a quedar desprestigiada con su papel secundario en el caso del norteamericano Lance Armstrong y su decisión de despojarle de sus siete ediciones del Tour de Francia.


Y en donde uno, de nuevo, vuelve a preguntarse: ¿cuáles son los valores de la UCI?