"El ánimo de la gente se ha convertido en fuerza para seguir cumpliendo sueños"

El atleta aragonés habla sobre la frustación que sufrió en Río, sobre su aventura olímpica y sus próximos retos.

Toni Abadía fue recibido por sus seres queridos en la estación de Delicias
Toni Abadía fue recibido por sus seres queridos en la estación de Delicias
Guillermo Mestre

Cuando comenzó la prueba de 5.000 metros en Río, su debut en unos Juegos Olímpicos, quedó claro que a Toni Abadía le pasaba algo. ¿Cómo fueron esos días previos, en los que ni siquiera sabía qué le pasaba?


Empezó con problemas digestivos, me quedé sin sensación de hambre y sin sed. Era un malestar general y pensé que podían ser los nervios, pero cuando vi que la cosa iba a peor e incluso tuve fiebre ya me di cuenta de que algo raro estaba pasando. Dos días antes de competir no podía ni comer ni beber. Aguantaba el dolor, pero entre la debilidad que produce este problema y las condiciones de Río, con mucho calor y humedad, te deshidratas muy fácilmente. Al día siguiente me salieron manchas en la pierna que se podían asociar al dengue y en el hospital me dijeron que el hígado estaba inflamado y pensaron que era una hepatitis. Al final era todo por las piedras en la vesícula. Ha sido todo un calvario, una reacción de mala suerte en cadena.


¿En algún momento pensó en no correr?


El día anterior, cuando estaba con fiebre, sí llegué a temer que no podría competir, porque correr con fiebre es peligroso. En ese momento me planteé no seguir, pero no podía quedarme con la duda de qué hubiera pasado.



Toni Abadía, desolado, tras cruzar la meta.


¿Qué se le pasó por la cabeza durante la carrera?


En la carrera la sensación fue de vacío total. Fue una pela constante contra mí mismo, contra un crono que parecía ir en mi contra, contra un grupo que se me escapaba… Fue una agonía constante e incluso tuve serias dudas de que pudiera acabar. De los 14 minutos, durante 8 o 9 estuve pensando en retirarme. Pero quería terminar fuera como fuera y al menos conseguí eso.


Eso es algo que la gente ha valorado mucho.


El camino fácil hubiera sido retirarme, pero hice lo que me pedía el corazón. Hoy volvería a hacer lo mismo.


¿Ya se ha recuperado de la decepción?


Más que de decepción ha sido frustración. Decepción hubiera sido si llegando en condiciones óptimas no hubiera logrado mi objetivo, pero en este caso era consciente de que no podía hacer nada más. Pero esta sensación es incluso peor. Yo soy muy competitivo, por lo que ha sido muy duro ponerme en la línea de salida en estas condiciones y exponerme a que me humillen. Psicológicamente nunca estás preparado para eso. Y menos cuando estás cumpliendo un sueño que tienes desde niño como estar en unos Juegos Olímpicos, pero al menos ese está cumplido. Tampoco me puedo reprochar nada porque no pude hacer más de lo que hice. Lo que tenía que hacer, que era entrenar, lo había hecho muy bien. No queda otra que levantarse y seguir entrenando. Y gracias a Dios el deporte no solo ofrece objetivos cada cuatro años. Cada temporada hay retos nuevos y de Río me quedo con lo positivo. 


¿En qué medida le han ayudado todos los mensajes de ánimo que ha recibido?


Soy una persona que no se emociona fácilmente, pero leyendo todos los mensajes que me llegaron fue muy difícil contener el llanto. La gente fue comprensiva con lo que me ocurrió y no hubo mensajes de crítica o reproche, sino de ánimo y cariño. Todo esto va a quedar para siempre en mi memoria y creo que es lo que hace grande a un deporte como el atletismo. Por encima de cualquier medalla o de cualquier logro está el cariño que he recibido. Siempre he tenido el apoyo de la gente en los buenos momentos, pero tenerlo también en los malos es impresionante. Eso demuestra que la gente es agradecida cuando lo das todo y cuando tienes un problema también lo entiende. Hubiera entendido que hubiera críticas, por eso pedí disculpas. No pude hacer más, pero la imagen fue difícil de entender. Fue frustrante, pero el cariño que he recibido ha sido el mejor premio. Esto me deja un sabor muy dulce de los Juegos Olímpicos.


¿Cómo afronta ahora el futuro más inmediato?


De las veces que he fracasado, que como es normal a lo largo de una carrera deportiva han sido muchas, creía que esta me iba a afectar mucho a nivel psicológico. Pero la gente se ha volcado tanto conmigo que han hecho que me levante, mire hacia adelante y ya solo piense en los retos que quedan por cumplir y en los sueños que todavía puedo alcanzar. Todos esos mensajes se han convertido en fuerza para seguir trabajando y cumpliendo sueños. Ahora toca pasar por el quirófano, recuperarme y volver a correr cuanto antes para sacarme la espina de los Juegos de Río.


Al margen de este problema, su temporada ha sido brillante.


Por eso duele tanto no haber podido redondearla. Estaba haciendo unos entrenamientos muy buenos y me había adaptado a la perfección. No quiere decir que me hubiera metido en la final, pero yo creo que tenía bastantes opciones. A otros campeonatos he llegado en peor forma o ya con muy poco fuelle, pero aquí llegaba con muchas ganas y en un estado de forma increíble. Pero no pudo ser.


¿Qué le ha parecido la experiencia de vivir unos Juegos Olímpicos?


Increíble. Es el sueño de cualquier deportista. Descubres a grandísimos atletas y a grandísimas personas. Allí te das cuenta de que a los grandes deportistas unos Juegos les hace más grandes y muchos de los que crees que no lo son tanto te sorprenden.



Toni Abadía, junto a Rafa Nadal en la ceremonia de inauguración de los Juegos de Río.


¿A quién le ha hecho más emoción conocer?


Sobre todo a Rafa Nadal. Para mí ha sido increíble ver de cerca su sencillez, su garra, su espíritu olímpico… Cuando estás con él entiendes por qué es tan querido. De los que ya conocía tengo que destacar a Ruth Beitia, que ahora que se habla tanto del papel de la mujer en el deporte creo que deberíamos fijarnos mucho más en ella.

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