Una montaña rusa de sensaciones

El estadio de El Alcoraz presentó un fantástico ambiente para un partido que ya es historia en el Huesca. El público azulgrana sufrió y disfrutó a partes iguales.

El capitán Camacho celebra el empate final.
Una montaña rusa de sensaciones
Rafael Gobantes

El estadio de El Alcoraz, estadio más acostumbrado en épocas nada lejanas a vivir duelos vecinales o regionales en categorías menores, lució este miércoles en su mayor esplendor para estrenarse como escenario de un ‘play off’ de ascenso a Primera División. Que la cita iba a ser histórica se sentía en la capital oscense desde el mismo momento en que el Huesca logró su clasificación el pasado sábado en Valencia, ganando al Levante. Quedó de sobras demostrado que este encuentro ante el Getafe no tenía parangón desde que en 1960 el club altoaragonés echara a rodar.

Solo con mentar la Primera División a muchos les entraba el vértigo o incluso se podía tildar de loco a aquel que lo suscribiera. El Huesca se había acostumbrado a moverse por el suelo clasificatorio durante sus seis temporadas anteriores en Segunda. Este equipo 2016/2017 ha roto todas las barreras, ha pulverizado multitud de récords y, probablemente lo más importante, ha hecho disparar el sentimiento de pertenencia por los colores tanto en la ciudad como en la provincia. Eso de que el Huesca es el orgullo del Alto Aragón se ha escuchado mucho en los últimos meses.

Este miércoles El Alcoraz se preparó de forma especial para la ocasión. Cinco mil personas (entre las que se incluían 150 seguidores del Getafe) accedieron antes de lo que es habitual en Huesca y lo hicieron, además, montando más ruido. La ocasión, desde luego, lo merecía.

Por eso las peñas repitieron el mosaico que habían confeccionado para el último partido liguero ante el Numancia, esta vez en preferencia y fondos además de en la zona de general cubierta. El himno del club sonó con fuerza.

Llegaba el momento de que la pelota se pusiera a circular por el tapete de El Alcoraz. Entonces se dispararon las emociones. Al público le tocaba disfrutar pero también le tocaba sufrir. A partes iguales.

Los primeros minutos permitieron ver un Huesca voraz. Los de Anquela salieron a por todas y sus aficionados, encantados, ponían su granito de arena desde las gradas. El calor no importaba en absoluto. Lo único que contaba era animar a su equipo en busca de alargar el sueño más bonito de todos cuanto se hayan dado en la travesía de la entidad.

El partido fue una montaña rusa de sensaciones: felicidad en el inicio por sentir que el Huesca estaba percutiendo sobre el Getafe, enfado con el árbitro por las decisiones que en su parecer no eran justas, tristeza con los goles del Getafe, esperanza con el tanto de Vinícius e inmensa alegría con el empate final del eterno capitán Juanjo Camacho.

No era el resultado deseado por el Huesca ni por sus aficionados, que anhelaban irse al confrontamiento de vuelta en ventaja. A ser posible con una buena ventaja. No fue así pero tampoco el 2-2 puede considerarse como definitivo. Los oscenses han obtenido bastantes marcadores positivos como visitantes, a lo largo del curso liguero, de ahí que la ilusión no se ha minado entre los hinchas en poder eliminar al temible Getafe. El sábado el Coliseum Alfonso Pérez contará con mucha sangre aragonesa.

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