La primera montaña

El Real Zaragoza visita al Sporting de Gijón, único invicto de Segunda y primer rival del año de la cabeza de la clasificación.

Rubén, Jaime (de espaldas), Tato, Dorca y Víctor Muñoz, ayer al mediodía en Mareo durante el entrenamiento del Real Zaragoza.
La primera montaña
Joaquín Bilbao

El Tenerife pinchó el globo del Real Zaragoza hace seis días, le paró los pies a su expansiva evolución y desnudó varias de las carencias del equipo aragonés en determinadas circunstancias o escenarios de partido. El Zaragoza reposó su escalada, aún insertado en las posiciones de promoción, a la espera de que el calendario le ofreciera una oportunidad para desquitarse y reparar su motor, su centralita y su carcasa; sus ánimos y las intenciones de su juego. Esa jornada ha llegado y se presenta en Gijón, un Gijón gris y lluvioso donde el Zaragoza velaba anoche las armas de su nueva cita. La borrasca también pernoctó sobre la ciudad asturiana e introduce hoy un elemento de contexto que puede condicionar el partido. El césped de El Molinón, a última hora de la tarde, resistía, empapándose, la cortinilla de agua.


El partido contra el Sporting de Gijón (12.00) permite calibrar con más exactitud cuál es el verdadero cuerpo de este Zaragoza. Si de verdad es un equipo con capacidad y potencial de titán como anunció hasta el pasado lunes, o si aún le quedan varias horas de horno. Hasta ahora, a todos sus rivales, al menos a casi todos de las últimas semanas, los miraba por encima del hombro. El calendario aún no ha cruzado a los de Víctor Muñoz con ninguno de los clubes con mejor prestaciones del primer cuarto de la temporada en Segunda División. Ni Valladolid, ni Girona, ni Las Palmas, ni Ponferradina, ni Sporting, ni Betis han figurado como oponentes. Esto ha producido un doble efecto: ha facilitado al Zaragoza una llanura más adecuada para su ensamblaje como equipo en un periodo en el que el tiempo era su mayor necesidad.


Pero, a su vez, ha impedido aún interpretar, en toda su profundidad, si el paso marcado, si su evolución, apunta tan alto como lo han hecho sus resultados o si al equipo aún le faltan cosas para competir de igual a igual en la alfombra roja de la liga. El Sporting medirá esas garantías del Zaragoza, su fiabilidad, su grado de solidez y la realidad de las expectativas descritas.


El Tenerife le lanzó un primer aviso el pasado lunes, aunque ese día el Zaragoza batalló con todo el viento de cara. La adversidad se extendió desde el calentamiento, con la impertinente dolencia de Mario (hoy también fatal baja), hasta la última punta del partido, con dos penaltis en el mentón en su propia casa. El Zaragoza, eso sí, jugó mal, nunca interpretó el escenario del partido y las intenciones del rival. Pero pese a todo mantuvo intacta su compostura, desplegó actitud, afanes combativos y un poso de convicción.


Con esas virtudes competitivas inalteradas, los aragoneses tienen más a mano revertir el resbalón sufrido contra el Tenerife y que dinamitó una tendencia de siete partidos sin perder y 17 puntos de 21 posibles. El rival es el Sporting, un adversario que reúne ahora la identidad y los números suficientes para temerlo. Es un equipo que aún no ha perdido ningún partido. Cinco victoria y seis empates. Y es un conjunto cuyo entrenador, Abelardo Fernández, ha fraguado como un grupo bien blindado, solvente en lo táctico (es el equipo menos goleado de Segunda) y con unas armas de ataque semejantes a las del Zaragoza: contrapié, vuelo rápido y dentellada. Abelardo lo ha hecho también, como Víctor Muñoz, entre una lluvia de meteoritos: el Sporting no pudo fichar, tiene también atadas las manos por los controles económicos de la LFP y ha debido acudir a la cantera, a Mareo, para fortalecerse. Dicen por Gijón que Mareo no es lo que era ni lo que se quiere que sea, pero mantiene su producción histórica. Quizá no la calidad, pero al menos la cantidad con el talento suficiente.


Abelardo pierde al delantero Guerrero y meterá a Ndi, músculo y potencia, como compañero del dinámico Castro. Jony afila la derecha con velocidad. Víctor Muñoz, por su parte, conserva intenciones. Una única derrota, y en las circunstancias del pasado lunes, no debería introducir dudas en su apuesta. Deberá ajustar, en todo caso, el funcionamiento defensivo. Jaime se antoja titular, aunque Pedro aspira a la plaza. Así se le presenta la mañana al Zaragoza: otro día para reafirmarse y atarse a la azotea de la liga.