La primera urgencia

El Real Zaragoza necesita estrenar su cosecha de victorias para aliviar su delicada situación.
Contra el Alavés, Víctor Muñoz medita la duda entre Diego Suárez o Willian José arriba

Los futbolistas del Real Zaragoza, en un entrenamiento en La Romareda.
La primera urgencia
Aránzazu Navarro

El Real Zaragoza no gana un partido de fútbol –ganó un partido por la vida hace algo más de dos meses– desde el pasado 11 de mayo en Córdoba, cuando Roger le levantó un gol inesperado al central Raúl Bravo. Al equipo aragonés se le apagaron las luces entonces. Fue la última victoria de Víctor Muñoz, entrenador aquel día y hoy, esta tarde, en la Romareda, donde el Zaragoza recibe al Alavés fondeando en las posiciones de descenso a Segunda División B, eliminado de la Copa del Rey y alejado del sabor de las victorias. Aún no ha ganado. Ha cambiado el club, se ha reconstruido una plantilla desde el cimiento a los tejados, se han modificado modales, cargos, actitudes y voluntades. Han surgido renovadas iniciativas. Han aparecido actores nuevos en el tablado. Ha rebrotado la ilusión. Pero algo continúa esencialmente inexorable, fijado en la vida del Real Zaragoza como un estigma: el equipo sigue sin ganar partidos, sigue parado en el tiempo, en aquel mayo pasado de brazos caídos y alma errante en el consuelo de la permanencia en Segunda División. Es como si el Zaragoza viviera apoderado por un síndrome nervioso. Ha sido tan duro el pasado que cualquier zarandeo despierta los miedos.


Todo esto exige un cambio. Una victoria. El Zaragoza necesita ganar como nunca para aliviar las tensiones que comienzan a rodear al equipo. Lo precisan los jugadores, un grupo aún en fase de adaptación y cohesión a expensas de que un triunfo les lance una señal de que marchan por el camino adecuado y avive sus motivaciones. Lo precisa el club, una institución renacida, aún en fase de despegue, con una pelota caliente en Hacienda, a la que nada mejor han de hacer compañía que la paz deportiva y la serenidad general. Lo precisa también un entrenador que aún no ha tocado la tecla táctica, aún en búsqueda de que el conjunto emita síntomas de solidez, competitividad e identidad reconocida. De momento, ese estilo apunta más a un juego directo radical, basado en las pelotas largas y el contragolpe, que a un discurso más elaborado. Y lo precisa la gente, el pueblo, la afición, todos los zaragocistas que se han reenganchado al Zaragoza, que han incrementado su masa de abonados y que volvieron hace tres semanas a la Romareda, contra Osasuna, con las emociones limpias, las camisetas blanquillas recién planchadas y un carpetazo al pasado.


Por todo esto, el tamaño de la importancia del partido de hoy del Real Zaragoza es gigante, y toma naturaleza de urgencia. Es temprano aún en la larga travesía de la Segunda y sus 42 jornadas. Es natural que un equipo rodeado de las circunstancias de este Zaragoza en su construcción exija tiempo y prudencia. Pero el fútbol se escribe con victorias o al menos con sensaciones amables. El Zaragoza de momento no posee ninguna de las dos. Ganar al Alavés aplacaría los conatos de intranquilidad y reduciría el clima de dudas. Para ello, Víctor Muñoz no se saldrá demasiado de su guión habitual.


Las bajas de Rico en defensa y Pedro y Jaime en ataque le comprimen las posibilidades en una plantilla tan corta por forzoso designio de la LFP. El 4-4-2, con un segundo punta flexible, seguirá siendo el armazón. Nieto emergía como opción para el lateral izquierdo por Rico, aunque en las últimas horas Muñoz ha comenzado a valorar la entrada ahí de Cabrera. El canterano es su apuesta, pero en el área deportiva gusta más el uruguayo. Del mismo modo, arriba, Diego Suárez cogió velocidad hacia el once en los entrenamientos previos, pero ayer cobró fuerza la entrada de Willian José junto a Bastón, decisión que daría al Zaragoza un ataque de dos cañones pesados. La novedad en la lista de Muñoz es el extremo izquierdo Jaime mientras que el portero Bono sigue fuera.


El Alavés, por su parte, visita la Romareda con cinco puntos e invicto a domicilio. Empató a uno en Leganés y tomó Pamplona 1-3 en sus dos salidas. Su entrenador Alberto López pierde a sus dos laterales, Unai Medina y Xabi Castillo, que se unen a las bajas también por lesión del exzaragocista Jarosik y el veterano Juanma. En cambio, recupera a Beobide. Un equipo muy ágil arriba, dinámico y bien removido por Sangali, Juli y Toti. Atrás, Víctor Laguardia vuelve a casa, ante un Zaragoza tan peleado con la victoria como cuando se marchó.