Opinión

De amor y desamores

La controversia suscitada entre el Gobierno de Aragón y el Real Zaragoza por el pago del aval suscrito por el Ejecutivo es el enésimo cruce en las relaciones entre ambas instituciones.


La llegada de Agapito Iglesias al Real Zaragoza tiene un sólido componente político: el empresario soriano es la cabeza de flecha de una iniciativa promovida desde el Pignatelli –con el socialista Marcelino Iglesias al frente- para ‘tomar’ el Real Zaragoza. Su asalto permitía un control sobre la institución más importante del deporte aragonés; un mando social, político y económico, además del deportivo, del club.


Se iniciaba entonces, auspiciado e impulsado por el Gobierno aragonés, el periodo más negro de la historia del Real Zaragoza. La mala gestión en todos los órdenes –incluido el institucional- llevó al equipo a una caótica situación deportiva y económica; y a un desprestigio y descrédito que aún ha de soportar la entidad.


El curso de los acontecimientos ‘aconsejó’ al Ejecutivo de Marcelino Iglesias tomar distancia primero con el Real Zaragoza y Agapito Iglesias; y, más tarde, impulsar una campaña para aislar al empresario, aun a costa de poner en gravísimo riesgo el futuro del club.


Agapito movió ficha entonces, apenas un año antes de las últimas elecciones autonómicas, para intentar acercarse al Partido Popular. Luisa Fernanda Rudi, sin embargo, dio orden expresa para que ningún dirigente de su partido mantuviera relación alguna con el empresario soriano. Hasta tal punto que no existe representación institucional en el estadio de La Romareda.


Con este panorama, el cambio de Gobierno no mejoró las relaciones institucionales. Que tampoco se han modificado con los cambios en la entidad blanquilla y la llegada de Fernando Molinos. De hecho, no es la primera vez que, bajo la presidencia de Rudi, la DGA mantiene un rifirrafe con el Real Zaragoza. Apenas recién salida del concurso, cuando Agapito Iglesias anunció su voluntad de poner en venta la entidad, Bermúdez de Castro se mostró partidario de que lo cumpliera. Esta afirmación del consejero de Presidencia sentó muy mal en la cúpula zaragocista.


Entonces, como ahora, el responsable político expresó que no existía relación ni contacto alguno con los dirigentes zaragocistas. El presidente Fernando Molinos, sin embargo, sí ha mantenido relaciones institucionales con el área de Economía.


Como también han explicado ambas partes, el Real Zaragoza ha quedado al margen en los últimos años de las ayudas institucionales a los clubes de élite. Contrasta, sin duda, con los tiempos en los que el equipo salía muy beneficiado de los acuerdos con la televisión aragonesa; o cuando el club se prestaba como escaparate –un adorno- en los convenios millonarios de Aragón Televisión y Mediapro para la emisión de los partidos que ya emitía La Sexta.


El Gobierno anuncia ahora que debe hacer frente al pago del aval que le reclaman las entidades financieras, mientras el Real Zaragoza se refugia en su actual situación, en la que los pagos están regulados por el Convenio, fijado tras el concurso de acreedores.