R. Zaragoza

5.000 revoluciones

El argentino entra en la historia del Real Zaragoza al marcar el gol 5.000 en partidos oficiales. No contento con ello, se dejó la piel en Vallecas.

Zuculini, con una camiseta muy especial
Zuculini, 5.000 revoluciones
G.M.

La puerta de la historia oficial del Real Zaragoza se abre para Franco Zuculini. Suyo es el gol 5.000 del equipo aragonés desde su fundación, uniendo su nombre al de leyendas zaragocistas que ya en su día fabricaron goles redondos: Rosendo Hernández (1.000), Canario (2.000), Valdano (3.000) y Xavi Aguado (4.000). Posiblemente, nadie o casi nadie había jugado sus dineros en las apuestas a que Zuculini marcaría ese gol de hemeroteca.


Al centrocampista argentino los goles lo esquivan con normalidad. No es lo suyo. El de ayer fue el primero que marca con el Real Zaragoza y el primero que anota en Europa. Pero en Vallecas, campo del que dejó el césped encharcado de esfuerzo, cazó un pase de Movilla, se orientó y le pegó con los ojos cerrados. Porque Zuculini es de los que le pega a la pelota con los ojos cerrados. Y fue gol: se filtró el balón entre varias piernas madrileñas y fue gol.


Hay en el Zaragoza varios futbolistas mejores que Zuculini. No es el más técnico, ni brillante. Tampoco el que mejor entiende las claves del juego. No representa un perfil estético ni emocionante. No suele marcar. No abunda en las imágenes más distinguidas de los partidos. Está alejado de los regates de museo. Le cuesta escapar a algunos errores. Pero no hay duda de que Zuculini es la mayor garantía de voluntad y sacrificio del Real Zaragoza. Se rompe el alma y el corazón. Si ha de meter la cabeza antes que el pie, Zuculini se la rompe. Sus revoluciones son insoportables para los rivales. Su desorden desordena. Sus carreras sobrecogen.


Difícilmente, exista en ese vestuario comandado por Manolo Jiménez una persona tan querida por sus propios compañeros. Y tan entrañable. Tiene solo 22 años, pero él quiere tener muchos menos. Es bromista, transmite felicidad... Por eso, todo el club lo protege y lo cuida. Recibe puntualmente la supervisión de su psicólogo, alguien quien le enseña a madurar, a pensar, a calmar su ímpetu... Jiménez, por ejemplo, le tiene una confianza ciega a su potencial. Está convencido de que, si le da tiempo, moldeará un futbolista de elevadas prestaciones. Aunque Zuculini venera a Maradona, de quien luce un mosaico espectacular en forma de tatuaje en una de sus piernas, su verdadero ídolo de la infancia era Adrián ‘el Polaco’ Bastía. Fue un mediocentro de Racing de Avellaneda, un futbolista industrial, combativo y valiente. Zuculini tomó al pie de la letra la herencia de su ídolo.


El carisma de Zuculini va invadiendo también el cariño de la gente. La Romareda siempre prefirió otro tipo de ídolos. Pero siempre fue justa. Y es justa con el compromiso del centrocampista argentino. Desde hace unas semanas, Zuculini mantenía clavada la espina de sus errores ante el Deportivo de La Coruña. Dos fallos que empinaron un partido que luego se remontó. Al futbolista lo rodearon en el vestuario y le dedicaron la victoria.


Él prometió devolver ese apoyo en el césped, y ayer en Vallecas agitó el lado derecho del Zaragoza como suele hacer: combustión, intensidad, agitación, presión, robos... Es un futbolista ideal para necesidades como las de ayer, contener arriba al Rayo y recuperarle balones cerca de las zonas de peligro. Zuculini no solo ejecutó ese plan, sino que marcó, asustó al Rayo en la jugada del segundo gol y se dejó el físico. Acabó lesionado. En su caso, las heridas son la mejor huella de su fútbol gremial y gregario.


Hay quien dice que, si estalla una guerra, Franco Zuculini debe encabezar un pelotón de bayonetas. Sin duda, sería el último en caer.