Opinión

Santo lunes

No le sentaban bien alReal Zaragoza los lunes. Ese horario, alejado de la lógica y del fútbol, que vacía los campos y mata el espectáculo, le había obligado a jugar en el estadio de La Romareda ante el Valladolid y el Celta. Perdió los dos partidos, derrotas que podían pasar factura.


Aprendió el equipo aragonés la lección. Y sacó ventaja del lunes visitante. La fecha desconcierta mucho más al equipo local, que se siente extraño en su propia casa; desarropado, desangelado, incómodo en su terreno de juego.


Sabían los de Manolo Jiménez lo que se jugaban. La Liga está empezando a partirse y es el momento de elegir el territorio en el que hay que disputar el Campeonato. Vallecas ofrecía el pasaporte hacia la estación de la tranquilidad. Y daba realce, además, al punto cosechado en Mallorca.


El Real Zaragoza salió a por el partido. No especuló, no midió las fuerzas del rival, no hizo conjeturas. Quería ganar en Vallecas porque, además, como luego demostró sobre el terreno de juego, se sentía superior al Rayo.


Zuculini, ese futbolista al que Jiménez ha mimado casi con desmesura, se hizo protagonista del partido. Selló el gol 5.000 y le dio forma al espíritu y a la ambición blanquilla.


Apoño cerró después un partido que siempre manejó el equipo aragonés, por más que también estuviera sometido a los zarapazos de los del ex zaragocista Paco Jémez. Ganó el Real Zaragoza porque quiso, porque sabía que tenía que ganar, porque ha reubicado el listón de sus aspiraciones.


El del lunes es un salto deportivo, de autoridad y respeto; es un salto en la clasificación, que ubica al Real Zaragoza en una zona mucho más tranquila; y es un espaldarazo moral llamativo. Luz en el alargado túnel en el que metieron al Real Zaragoza Agapito y los políticos.


El refrendo, Levante. En Copa y Liga.